Cómo comer un «xitomatl» a esta orilla del mar

Serxio González Souto
SERXIO GONZÁLEZ VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

cedida

Augusto Metztli y Marthazul han pilotado el proyecto colectivo «Florilexio», una colección de relatos ilustrados en la que intervienen una veintena de creadores y tres lenguas: náhuatl, galego y castellano

08 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Prácticamente desde que Augusto Metztli (Ciudad de México, 1980) llegó a Galicia, un aterrizaje del que pronto se cumplirán doce años, una idea se abrió paso en su mente inquieta. Lo suyo, profesional y formativamente, fue durante largo tiempo la arquitectura. Pero cada vez pudo más en él la vocación de plasmar en imágenes lo que veía y sentía. «Así que lo dejé para dedicarme a la ilustración, a la pintura y a la enseñanza», relata. En aquel cambio giroscópico tuvo mucho que ver la figura de su padre. «Mi papá es poeta y siempre tuve con él mucha afinidad; siempre alentó mi inquietud, me compraba mis materiales, me llevaba a ver la obra de los grandes pintores mexicanos·. El caso es que, un buen día, Augusto conoció a Marthazul, una joven pintora gallega que se había instalado en México, y ambos hicieron el viaje de vuelta juntos. A Vilagarcía. Ahí se abrió paso esa ocurrencia que ahora, tanto tiempo después, acaba de cristalizar en el libro de relatos Florilexio.

«Me gustó el idioma galego, me hizo gracia en cuanto lo conocí porque me recordó al náhuatl -la lengua indígena más extendida de México, que hoy hablan más de medio millón de personas-, ambos han sobrevivido al paso del tiempo y las dificultades, y la gente que los habla ha hecho un esfuerzo importante por que sobreviviesen, entonces me dije, sería lindo publicar un día un libro que estuviese escrito en náhuatl, en galego y en castellano». Aunque no lo domina, el náhuatl es familiar y comprensible para Augusto. «En bachillerato tuvimos un profesor de latín que el primer día de clase guardó su libro y nos enseñó náhuatl durante los seis meses de aquel curso». Cuando uno maneja palabras tan usuales como chocolate, chile, aguacate o tomate (el xitomatl de los aztecas) está empleando, sin tener probablemente la menor idea, términos importados de la cultura de los grandes mexicas.

Florilexio, que nace de una campaña de financiación a través de Verkami, reúne el trabajo de una veintena de creadores de Galicia, México, Andalucía y Venezuela, que cristaliza en once relatos narrados en las tres lenguas y bellamente ilustrados. Un hermoso esfuerzo que, de momento, solo ha podido ser presentado en Nigrán.

El bosque de árboles besados en el que Chavela Vargas se retrató

La verdad es que ni Augusto ni Marthazul (Marta Rial) han parado desde su desembarco en la capital arousana. Sus trabajos, algunos tan bellos como la decoración del área infantil del complejo hospitalario de Santiago, que la crisis del coronavirus amenaza con dejar incompleta, les han llevado a colaborar con escritores, pintores e ilustradores, además de bregarse en la edición de tres libros anteriores a través de su pequeña editorial Tazalunarbooks. Existían, pues, la base y la experiencia precisas para alumbrar un proyecto como Florilexio.

La complicidad de los dos artistas afincados en Arousa ha sido capaz de tejer una red creativa que pesca en innumerables mares de ideas. Su labor puede seguirse a través de tres proyectos volcados en la Red. Se trata de Boreal, una plataforma de ilustración de la realidad que se actualiza semanalmente y ambos impulsan junto a Fernando Prado, un venezolano gallego que reside en Barcelona, abierta siempre a invitaciones. La propia editorial Tazalunarbooks. Y una idea que Marthazul echó a rodar hace trece años y ha seducido a cientos de colaboradores en todo el mundo: Besos de árbol, un bosque virtual que cualquiera puede alimentar, fotografiándose mientras besa un árbol y colgando la imagen en el blog. Poco antes de irse, la propia Chavela Vargas se dejó retratar abrazada al suyo.