La banca vilagarciana marcó la historia de la ciudad a finales del siglo pasado
18 may 2020 . Actualizado a las 10:06 h.Les contaba el domingo pasado que en los años 60 había dos grandes bancos en Galicia. Uno era el de Olimpio Pérez, con sede central en Santiago, y el otro el Banco Pastor de Pedro Barrié de la Maza, con sede en A Coruña. Las dos entidades tenían un pacto para no instalarse donde ya hubiera una sucursal de la otra. En Vilagarcía, estaba el banco de don Olimpio, primero en un local que daba a las calles Méndez Núñez y Romero Ortiz y finalmente en la plaza de Galicia, donde acabaría convirtiéndose en el Banco Gallego.
Aquella Vilagarcía era un auténtico emporio industrial donde aún funcionaban la fábrica de conservas de Crespo, Rivas y Varela, la metalúrgica de estaño Mensa, la empresa de transformación de wolframio Mequinsa, la importante factoría de industria naval La Atlántica o las formidables fundiciones Alemparte. No era lógico que hubiera bancos gallegos sin presencia en la ciudad.
El Pastor no tenía sede en Vilagarcía hasta que don Olimpio rompió el pacto y abrió una sucursal de su banco en Muros, donde el «monopolio» de la banca gallega lo tenía el Pastor. Al enterarse de tamaña «desvergüenza», don Pedro decidió que se había acabado aquel pacto decimonónico entre caballeros, que hoy hubiera sido un escándalo en la Unión Europea, y abrió sucursal en Vilagarcía de Arousa. Era el año 1967 y empezaba la historia moderna de la banca vilagarciana.
En Vilagarcía, el ahorro pequeño, las nóminas y las pensiones se guardaban normalmente en las cajas de ahorro. La de Pontevedra y la de Vigo competían por ese goteo de dinero menudo que, peseta a peseta, constituía todo un capital. También el Pastor y el Simeón eran bancos populares entre los asalariados. La banca nacional, Banesto, Bilbao, Santander, Exterior, era más bien una banca de negocios. En eso no nos diferenciábamos demasiado de las demás ciudades españolas. Después llegó la inflación de cajas: Ourense, Madrid, La Caixa, Cajaespaña...
Fue precisamente un fichaje bancario lo que cambiaría la historia vilagarciana de los dos últimos decenios del siglo XX. A finales de los años 70, el secretario de la Cámara de Comercio de Vilagarcía, Gustavo Puceiro Llovo, Churri, fue fichado por el Banco Urquijo. Puceiro era un hombre brillante, sensato, prudente y eficaz al que la banca le echó el ojo rápidamente y lo nombraron director de la zona Noroeste del Urquijo. Pero antes de marcharse, dejó todo atado para que su sucesor fuera su joven y prometedor cuñado, Pablo Vioque, un abogado entonces inexperto que en Vilagarcía pudo serlo todo y acabó siendo nada. Un personaje tremendo y una historia truculenta fruto de una carambola bancaria.
La explosión del narcotráfico cambió el panorama al convertir la plaza en un lugar de cierto interés financiero, lo que se traducía en prácticas extrañas que ahora ya vemos en cualquier serie de televisión, pero que entonces se movían en el ámbito de la leyenda. Tuvo también Vilagarcía sus movimientos político-bancarios como cuando Pablo Crespo, después Secretario General del PP de Galicia y hoy muy conocido en toda España por sus múltiples procesos judiciales, llegó a Vilagarcía como director de la sucursal de Caixa Galicia.
Pablo Crespo Sabarís sustituiría a Rivera Mallo al frente del Partido Popular. Fue una operación de auténtico paracaidismo que se llevó a cabo en noviembre de 1996. La joven promesa del PP pontevedrés, tras recalar en Vilagarcía como financiero, fue aupado por Pepe Cuiña al liderazgo del PP local. Tras su estancia como director bancario, Crespo se había quedado a vivir en Vilagarcía y se incardinó tanto en la ciudad que la familia estaba en el consejo escolar de las filipenses.
Cuando llegó a Vilagarcía como «jefe» del PP, prometió que se empezaría a trabajar en equipo, que destacarían no solo los prohombres rurales y las buenas familias, sino la gente válida técnica y políticamente y se apostaría por el dinamismo. La vieja guardia no comulgó nunca con el nuevo estilo del bancario y aquel experimento duró poco porque los militantes preferían recurrir a Rivera Mallo, que seguía siendo en aquel tiempo baluarte y referencia del partido.
Curiosamente, cuando Pablo Crespo saltó de Vilagarcía a la política regional, le sucedió al frente del PP vilagarciano el director de zona de Caixa Pontevedra, Manuel Bouzas. Aquella operación se llamó periodísticamente Caixa Connection: el poder pasaba de un ejecutivo de Caixa Galicia a un ejecutivo de Caixa Pontevedra.
El centro de reunión e intercambio de los «banqueros» locales estaba en la cafetería Plaza. Aquel café con cristaleras a tres calles era el Wall Street local. En los 80, había tenido unos butacones de cuero muy elegantes, luego se modernizó y puso sillas estilizadas, que ocupaban menos espacio y permitían más aforo. Escribíamos en aquellos años en El Callejón del Viento que la cafetería Plaza era «salita de estar y desayuno de la banca vilagarciana, que se intercambia allí información sobre morosos y operaciones entre cruasanes a la plancha y envidias traperas». Vilagarcía era entonces un destino bancario con peligro «porque el dinero fuerte y dulce viene a veces envuelto en pólvora negra que quiere ser blanca y hay que desenvolverlo con prudencia». ¡Cuánta metáfora había que emplear en los 90 para sugerir lo que ahora puedes ver en cualquier serie de Netflix!