«Chejar e Encher» cumple treinta años y con la segunda generación empujando

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

Fueron los pioneros en sacar las camisetas de las peñas del Albariño

02 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Para un chaval de quince años resulta inconcebible la vida sin móviles. ¿De qué otra manera se puede quedar con los amigos si no es a través del wasap? Pero, ¿acaso sus padres no se reunían igual que ellos para ir de juerga en el Albariño? Hace treinta años no quedaba otra que descolgar el auricular de aquellos artefactos cuadrados que ocupaban un lugar preferente en las casas para concretar hora y lugar con la pandilla, y, si no, había que hacerse ver.

Unos amigos de Cambados pensaron que la mejor manera de localizarse en los días de fiesta era vistiéndose de naranja, y así nació lo que acabaría convirtiéndose en la tradición de las peñas y las camisetas de la Festa do Albariño. Lo siguiente era hacerse con un nombre, y el elegido fue Chejar e Encher, un lema que lo dice todo y que se ha convertido en parte de la historia de la fiesta.

Buena parte aquellos precursores se reunieron ayer en torno a una mesa para celebrar los treinta años de la peña. Algunos ya peinan canas y comparten la fiesta con sus hijos, que, por supuesto, van bien aleccionados y combinan el babero y el chupete con la camiseta encargada en Gráficas Salnés. En estos momentos, la talla baby es para Lois, Manuel júnior y Ramón, que con dos añitos ya acompañan a sus padres cada primer fin de semana de agosto.

Este año todo es distinto, por no haber ni siquiera hay fiesta debido a las restricciones del covid-19, pero Chejar e Encher no ha dejado de vestir su camiseta naranja ni de brindar por la amistad y la buena compañía. Con el paso de los años se han incorporado caras nuevas, de las parejas, los amigos, los hijos..., pero la esencia sigue siendo la misma que en 1990: reunirse a los amigos para volver a verse y pasarlo bien, según explica su presidente, Eduardo Dolado.

Y es que Chejar e Encher también tiene su organigrama y su protocolo. No pueden faltar, y no faltan, al acto inaugural en el paseo de A Calzada de cada año. Cuando el alcalde y el conselleiro de turno cortan la cinta, ellos ya están apostados en una de las casetas, con una empanada y copa en mano haciendo su particular chupinazo.

Aquel año en el que el Albariño duró una semana entera creó escuela, de modo que, aunque las inauguraciones sucesivas siempre fueron en miércoles, ellos ya hacen su «pé de cuba» a golpe de lunes o martes y enganchan hasta el domingo entre los puestos de A Calzada, Fefiñáns, la de Germán y la de Lupe (antes Piñeiro), donde es habitual que Juan Silva saque su guitarra y la saga de los Xesteira pongan a bailar al personal con sus gaitas.

Claro que los años no pasan en balde. «Con los hijos ya no es lo mismo y el cuerpo no aguanta como antes», explica Eduardo, que se encuentra entre los fundadores de este invento junto a Calonge, Vila, Luis y otros muchos que hacían parada en el Exprés, a caballo entre el instituto y O Galo Negro, otro de los bares míticos de los noventa.

Sus padres comprobaron como una pequeña cata en la huerta de los Botana acabó dando lugar a la principal fiesta del pueblo, a la que, incluso, asomaba algún turista. Chejar e Encher, la segunda generación, asistió a la transformación del Albariño a lo que es hoy, una Fiesta de Interés Internacional que atrae a miles de personas cada año, que se ha convertido en el mejor escaparate de los rías baixas que se exportan a todo el mundo y que en el 2017 fue el gran valor para convertir a Cambados en la Ciudad Europea del Vino.

Quizá la villa no esté preparada para convivir con la avalancha de gente que recibe en estas fechas, pero la lectura que hace Eduardo sobre la evolución de la fiesta en más que positiva. Atrás queda la época dorada de los conciertos masivos de Maná, Juanes, Julio Iglesias y demás, aunque, si hay que elegir, el presidente se queda con Loquillo. Y atrás quedan, también, los excesos etílicos y las noches enteras sin dormir, porque son muchos días y los albariñenses más avezados también evolucionan.

Pero ellos están y todo apunta a que seguirán estando. Por muchos años.