Entramos en el recreo del instituto Cabanillas: jugando al tenis de mesa con el Iphone y cogiendo el bocata por turnos
AROUSA
El centro está blindado con flechas, carteles y gel y hubo que triplicar el número de profesores que vigilan el patio
25 mar 2021 . Actualizado a las 11:41 h.Dan las 11.30 horas en el instituto Ramón Cabanillas de Cambados. El bullicio de los alumnos empieza a adueñarse del patio, pero poco a poco. Este curso de pandemia las salidas y entradas al recreo se realizan por turnos, espaciados de tres en tres minutos, y con esa cadencia deben los chavales acudir a la cafetería; los de primero de la ESO, después los de segundo, tercero y cuarto. Los de Bachillerato y ciclos tienen permiso para salir del centro, y la mayoría lo hacen.
La enseñanza obligatoria debe quedarse intramuros, aunque, afortunadamente, el Cabanillas dispone de un amplio recinto lo cual facilita las cosas, según indica la directora Lorena Amarelle. Para ganar espacio se ha suprimido el aparcamiento reservado para los profesores y se han acotado zonas por cursos, de manera que los de segundo no se pueden mezclar con los de cuarto. Eso, explican Sara, Francisco y Nakró limita mucho las relaciones entre compañeros, pero los chavales se han acostumbrado; qué remedio.
El protocolo covid-19 obliga a guardar distancias y los profesores se lo recuerdan a cada paso, pero es imposible evitar que los chicos se reúnan en corrillos, móvil en mano. En el 2021, los adolescentes no conciben la vida de otro modo; lo que no deja de sorprender es que lo usen, también, como raqueta,
La ANPA Arco de Fefiñáns acaba de donar una mesa de ping-pong al centro para ayudar a hacer más amenos los recreos. La iniciativa ha sido un éxito y hay colas para jugar, de modo que la dirección ha establecido turnos para usar la mesa a razón de un curso por cada día de la semana. También hay raquetas y pelotas disponibles, pero muchos optan por llevarlas de casa y, cuando se le olvidan, no hay problema; sacan el Iphone del bolsillo y lo usan para pelotear, tal y como nos demuestran Raúl y David.
Está visto que la adversidad incentiva la imaginación y en los centros escolares se han visto obligados a improvisar sobre la marcha. En el Ramón Cabanillas tuvieron que comprar una carpa para poder disfrutar del recreo al aire libre, también cuando llueve, y el instituto está lleno de flechas, cartelería y botes de gel por todas las esquinas.
Al principio de curso no estaba permitido pero ahora sí se puede jugar al fútbol; las que tendrán que seguir esperando son las chicas del Xuven que piden una cancha para tirar a canasta y, por ahora, no hay presupuesto. El pabellón solo se puede utilizar los días de lluvia y para la asignatura de Educación Física, así que muchos recurren al patio y a una pelota de colorines para desfogarse durante unos minutos. Las puertas de acceso están reguladas; la de la calle Rosalía de Castro es solo para primero y segundo de la ESO y primero de Bachillerato mientras que la de la avenida do Salnés se destina a tercero, cuarto y segundo de Bachillerato. En la biblioteca hay límite de aforo, pero no por ello dejan de realizar el club de lectura ni los pódcast de Radio Cabanillas.
A la cafetería, los alumnos solo pueden ir a por el bocata o el botellín de agua, sin apoyarse en la barra y sin consumir en el interior, dado que las mesas están reservadas para los profesores. Cuenta la encargada, Beatriz, que, dentro de lo difícil que resulta todo, la organización está siendo buena y la gente está respondiendo bien. Lo que más se resiente es la caja porque ahora vende menos que en cursos pasados. Los lunes, que hay clase por la tarde, también ofrece servicio de comedor, si bien los cuatro alumnos que habitualmente se quedan a comer deben utilizar un aula polivalente habilitada en el piso inferior.
Se acercan las doce y toca recoger. Los profesores Rafa y Enrique terminan su turno de recreo, vigilando que todo el mundo suba a clase sin multitudes y, por supuesto, con la mascarilla bien colocada. Antes de que el covid-19 irrumpiera en nuestras vidas se bastaban dos docentes para vigilar el patio; ahora son necesarios seis. Lorena Amarelle, que se estrenó en el cargo de directora en plena pandemia, comenta que está siendo un curso complicado, «pero tamén é gratificante ver que, pese ás dificultades, os profesores e os alumnos están facéndoo moi ben».
En su opinión, se respira más ilusión que antes en la comunidad educativa, quizás porque ahora se valoran más y de distinto modo las cosas. Ayer se acabaron los exámenes y a los chicos se les veía relajados, aguardando por las ansiadas vacaciones de Semana Santa, aunque sean con toque de queda.