El Jaime, El Celta y El Castromil

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

XOAN A SOLER

O Salnés es una fuente de inspiración para novelistas, cuentistas y guionistas

03 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

O Salnés es tierra literaria y fuente perpetua de una inspiración que oscila entre el realismo mágico y el costumbrismo enxebre. No hay cosa que más me guste que charlar con paisanos, que recuerden el pasado y me dejen escribirlo. Escuchas, la novelería transcurre con fluidez y los temas se suceden. Tema uno: ganado. El dueño de uno de los pisos en los que viví de alquiler en Vilagarcía era tratante de ganado y me contaba historias de Cruces, un tratante que se hacía andando casi cien kilómetros para ir a las ferias de Arzúa o Melide. Lleva­ba el ganado y compraba y vendía por el camino. Otro ganadero famoso era Pepe, el de la Vaqueriza, que dejaba los terneros en las cuadras, los alimenta­ba bien y luego, al sacarlos, estaban tan crecidos que había que romper las puertas para que salieran.

Tema 2: transportes. Marito jugó en el Arosa. Se llamaba José María Domínguez, pero los delanteros le gritaban: «¡Centra, Marito, centra!». Y con lo de Marito se quedó. Marito sabía mucho de transportes. Me explicaba que antes que El Jaime (primeros autobuses que hubo en la zona de Padrón y Cesures), El Celta y el Castromil, fueron los carros de Pouliñas, Casiñas y Garabán, que movían vino y maíz entre O Salnés, O Barbanza y Ordes, aunque si había que ir a por patatas a Xinzo de Limia, iban y luego repartían las mejores patatas del mundo por la comarca de Arousa. Además, eran unos artistas dando jabón a las ruedas del carro para que no chirriaran.

En tertulias vilagarcianas y compostelanas me han contado muchas historias de Míster Trulock, abuelo materno de Camilo José Cela, que como era ferroviario, mandaba parar el tren a la puerta de su casa para bajarse, como si fuera el Castromil. Camilo José Cela Trulock trazó el primer ferrocarril de Galicia entre Santiago y Carril, que llegó el 15 de septiembre de 1873 a la vieja estación situada frente a la playa de Compostela. Su idea primigenia era que siguiera por Cambados hacia Pontevedra, pero las fuerzas vivas cambadesas se negaron porque, cuentan en las tertulias, pensaban que el ferrocarril iba a ser más una peligrosa molestia que un factor de desarrollo. Así que la línea giró en Vilagarcía hacia Pontevedra y la historia de la comarca quedó marcada para los restos.

Otro tertuliano divertido e inagotable era Pepe Conde Corbal, un hombre que fue de todo: pintor, escritor de periódicos (publicó en todos los diarios gallegos de su tiempo salvo en El Progreso), fabricante de ladrillos en Benavente, minero en Lobios, tertuliano con Risco, con Otero Pedrayo y con el guerrillero Curruxás... Pepe, así lo conocíamos todos por aquí, escogió Vilagarcía para envejecer con dignidad y alegría, pero era muy goethiano en aquello de conocer los límites de la vida. Por eso me decía en el bar Tranquilo que a Vilagarcía había que entenderla y no podías pedirle lo que no tenía. «Para conseguir lo que no tiene, cojo el tren o el autobús, como hacía don Ramón Otero Pedrayo, que era muy del Castromil», reconocía.

Cuando una tertulia languidece, no hay nada mejor que sacar a colación a algún santo. Una leyenda bonita es la de Santa Plácida, cuyo cuerpo se conserva en el templo parroquial de Rubiáns. Dicen que hace años, como los bueyes de la zona se negaban a arar una tierra, se escarbó y se descubrió el cuerpo de la santa. Mi amigo y colega Juan Figueira, párroco de Rubiáns, me contó la historia, sin entrar ni salir en cuestiones legendarias. Parece ser que cuando la ciu­dad de Roma se extendió, hubo que extraer los restos de algún cementerio. Entre ellos, estaban los de los mártires de las perse­cuciones de Diocleciano hacia el año 300 de nuestra era. Uno de ellos era Santa Plácida, cuyo cuerpo fue entregado a unos se­ñores de Cádiz, que eran amigos de los marqueses de Rubiáns. Con motivo de esta amistad, los restos de Santa Plácida aca­baron en la iglesia de Rubiáns, donde hoy son venerados.

Acabamos con el tema que más gusta: amor. Charo, una amiga vilagarciana, ostenta el honor bizarro de haber sido la primera en utilizar el Party-Line, para entendernos, el Tinder de los 90. Charo se gastó 30.000 pesetas del año 94 en el Party-Line para quedar con un chico de Ciudad Real en el hotel Sandra-Raquel. Fue a la cita con las amigas, al abrir la puerta de la habitación, se encontraron con el manchego completamente desnudo sobre la cama y salieron corriendo.

La siguiente aventura de Charo tiene como protagonista a Manoliño, O Bruxo do Amor de O Morrazo. A él acudió Charo con una prima suya enamorada febrilmente de un atractivo guardia municipal de Vilagarcía. Manoliño obligó a voces al alma de la mujer a entrar en el cuerpo del guardia. Una vez dentro, le habló para que se percatara de lo que se estaba perdiendo. Acabada la sesión, Manoliño cobró 2.000 pesetas y pronosticó: «Conquistarás ó teu home antes de tres meses». Dicho y hecho, antes de que acabara el trimestre, Charo estaba bailando agarraos en Kavila con su guardia.

Así es O Salnés, una fuente de inspiración para novelistas, cuentistas y guionistas.