Julio Camba y los anarquistas de A Illa

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

Hace 120 años, el escritor regresó a Vilanova desde Argentina convertido en una atracción comarcal

31 dic 2023 . Actualizado a las 19:04 h.

El año que empieza mañana, hará 140 que Julio Camba vino al mundo en Vilanova de Arousa y fue bautizado en la iglesia de Caleiro. A Camba no le gustaba nada estudiar ni ser mancebo de farmacia, el empleo que le buscó su padre, médico en Vilanova. Su último trabajo en O Salnés fue en la farmacia vilagarciana de don Lisandro Barreiro, que también era médico, además de gran aficionado a la literatura. Julio Camba trabajó solo unos meses en Vilagarcía de Arousa, pero su relación con don Lisardo lo acercó al galleguismo.

Aquel espíritu inquieto, con solo 16 años decide romper con todo y toma una decisión que cambia su vida: va al puerto de Vilagarcía-Carril, se mete en un trasatlántico y viaja a Buenos Aires como polizón. En Argentina, se desliza ideológicamente del galleguismo al anarquismo. Y es precisamente ese anarquismo activo lo que provoca que el gobierno argentino lo expulse del país y lo facture de vuelta a España. Cuando llega a Vilanova, la prensa ya ha aireado las andanzas de ese joven español convertido en un peligroso anarquista argentino y, en su pueblo, es observado con una mezcla de recelo y admiración. Hace de eso 120 años.

Era 1903 y Julio Camba estaba cansado de hazañas y viajes. Se convierte en un antecesor de los populares ninis de hoy: ni quiere estudiar ni quiere trabajar. El tedio y la monotonía solo son compensados por su fama, que lo han convertido en un personaje, en una atracción comarcal. Un buen día, embarca en la motora, desembarca en A Illa de Arousa y relata su experiencia en un artículo recogido en «Galicia», volumen editado por Fórcola en 2015, con prólogo de Ramón Villares e introducción y notas de Francisco Fuster.

«Precedido de la fama que me habían hecho los periódicos, y satisfecho de ella como si fuese exacta y estuviese bien compuesta, llegué un día a la isla de Arosa. El terror que mi presencia produjo en aquellas gentes era perfectamente injusto. Era injusto porque aquellas gentes vivían entonces y aún siguen viviendo, en una deliciosa y paridisíaca anarquía», escribe con su ironía característica recordando aquella visita a A Illa, realizada unos días antes de marcharse a Madrid para convertirse en uno de los grandes articulistas españoles del primer tercio del siglo XX.

Era 1903 y 80 años después, llegué a A Illa en una barcaza que debía de haber sido comprada de saldo tras el desembarco de Normandía. Enseguida entendí que pisaba un sitio distinto. En el muelle de O Xufre, varios hombres rudos golpeaban pulpos contra las piedras, no podías tomar café en los bares hasta después de comer, te servían un delicioso pulpo con patatas, que había que reservar el día anterior, si no, no comías. Un autobús esperaba en el puerto a los viajeros. Monté en él y me dejó cerca de O Carreirón, donde en un bosque de eucaliptos, junto a una playa salvaje y solitaria, planté mi tienda de campaña. No había agua, pero la mendigaba en las casas cercanas. Me alimentaba de lapas, berberechos y mejillones de roca, que cogía cuando bajaba la marea y guisaba con patatas en una lumbre rudimentaria. Por la noche, frente a la playa, había un inusitado movimiento de luces y motores. Luego supe que aquel trajín se debía a las labores propias del contrabando de tabaco. Durante unos días, disfruté de la vida en aquella diminuta república regida por «una deliciosa y paradisíaca anarquía».

El año que empieza mañana, se cumplirán 90 años del episodio más ácrata y revolucionario de A Illa de Arousa. Sucedió en octubre de 1934, cuando dos lugares de España proclamaron su independencia: A Illa y Cataluña. El viernes 5 de octubre de 1934 se sublevaron los mineros asturianos, al día siguiente, Lluís Companys proclamó la independencia del Estado Catalán y el domingo 7 de octubre, los socialistas isleños se reunieron en la taberna de Juanito O Nicho y proclamaron la República Federal da Illa de Arousa, cuyo primer gobierno fue escrito en papel de estraza: Presidente: Santiago Otero Pajares, Ministro de Justicia: Andrés Mougán Tormenta, Ministro de Gobernación: Manuel Iglesias Dios

Aquella revuelta acabó cuando desembarcó en O Cantiño un destacamento de guardias de asalto. El gobierno isleño fue depuesto y detenido, pero el sábado siguiente ya estaban en libertad. El episodio debió de ser entendido como «una deliciosa y paradisíaca anarquía», pero al estallar la Guerra Civil, los golpistas, que no debían de haber leído a Camba, fusilaron a varios de aquellos «ministros».

Otro episodio propio del espíritu indómito de la deliciosa acracia isleña sucedió en 1985, cuando se inauguró el puente y se produjo un levantamiento que amenazaba con arrojar al mar a Fraga y a Fernández Albor y protestaba nunca supe bien por qué. Quizás porque, en el subconsciente colectivo isleño, aquel puente era una amenaza para el paraíso anárquico que subyugaba a Camba.

Lo del puente acabó con la colocación de un cartel que recordaba a la famosa portada del Daily Mail inglés: «Niebla en el Canal, el Continente aislado». Ese panel apareció en O Bao, señalaba el camino del puente y parecía inspirado por Julio Camba. Indicaba por dónde se iba hacia la jerarquía, la normalidad y el aburrimiento: «Al Continente».