Un falso inspector de Sanidad estafa seis mil euros a una pastelería y a un bar de Vilagarcía

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

El autor del engaño convenció por teléfono a sus víctimas de que era necesario depositar dinero para un chequeo ficticio

19 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Las prisas, el descuido y el miedo a una sanción oficial se entremezclan en una de las estafas sobre las que recurrentemente alerta el Cuerpo Nacional de Policía. La Comisaría lo hizo, de hecho, en la sesión informativa que en diciembre se desarrolló en el auditorio municipal de Vilagarcía, pero a la vista está que el mensaje necesita ser amplificado y, sobre todo, atendido. A buen seguro que los propietarios de una pastelería y un bar que funcionan en la capital arousana estarán de acuerdo con esta apreciación, después de haber entregado a un inexistente inspector de Sanidad cuatro y dos mil euros, respectivamente.

El del inspector de Sanidad constituye, por lo visto, uno de los ganchos más conocidos entre cuantos golpean al pequeño empresariado, especialmente en aquellos negocios que trabajan con alimentos. Su modus operandi es, en realidad, sencillo. Alguien telefonea al establecimiento en cuestión. El autor del engaño toma, normalmente, la precaución de vigilar previamente las costumbres de sus víctimas para aprovechar un momento en el que el responsable de la tienda o la cafetería no se encuentre en ella. En cuanto uno de los empleados responde a la llamada, el defraudador se presenta como el represente de un organismo público y explica que todo está listo para el desarrollo de una inspección sanitaria que se llevará a cabo pocos días más tarde. Sin embargo, alerta de un problema: la empresa no ha realizado un depósito imprescindible para que se ejecute el chequeo, y el tiempo apremia a riesgo de que el examen no pueda hacerse.

La perspectiva de una multa o una engorrosa complicación de tipo burocrático animan a la víctima a caer en la trampa y transferir el dinero que se le pide a una cuenta bancaria. Que, obviamente, no pertenece a ningún organismo oficial, sino a un particular —lo habitual es que figure a nombre de alguien que se presta a participar en la estafa a cambio de un porcentaje, o incluso de otra víctima que ha facilitado sus datos a una red de delincuentes virtuales sin haberse percatado de ello— y el teórico depósito volará de inmediato desde esta primera cuenta hasta otra radicada en el extranjero. En cuestión de minutos, el dinero se habrá esfumado sin que, en la mayoría de las ocasiones, sea posible recuperar siquiera una parte.

Las dos estafas fueron ejecutadas días atrás, una de ellas un domingo, y nada garantiza que el falso inspector no vuelva a intentarlo. A diferencia de otros fraudes informáticos verdaderamente sofisticados, en este caso no es complicado desmontar el engaño. Basta con verificar que, efectivamente, la teórica inspección ha sido concertada por un ente oficial. Que, por supuesto, ni pedirá dinero ni telefoneará en fin de semana para nada semejante.