La rápida intervención de los servicios de extinción y las fuerzas de seguridad evitaron que las llamas se extendiesen
23 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.No hace falta una perspicacia extraordinaria para deducir que el conato de incendio forestal que ayer a mediodía amenazó al Xiabre se debe a la mano del hombre. Y no precisamente porque alguien olvidase unas brasas encendidas tras cocinar una paella o porque algún despistado tirase una colilla entre los matojos. Apenas unos minutos de las doce cuando una columna de humo comenzó a elevarse de la floresta que cubre el monte que domina la ría de Arousa. La llamada de teléfono de un particular, que advirtió lo que ocurría, y la rápida reacción de los servicios de extinción y las fuerzas de seguridad impidieron que las llamas cobrasen cuerpo y desencadenasen el enésimo desastre que el fuego desencadena en este lugar, cuando este verano se había visto prácticamente libre de peligro.
A cubrir la alarma acudieron el servicio municipal de Emerxencias de Vilagarcía y una brigada de la Consellería de Medio Rural, con tres vehículos, pero también la Policía Local y agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Las llamas surgieron en un enclave plenamente accesible, a media altura del monte. En uno de los márgenes de una pista forestal amplia, frecuentada por caminantes y ciclistas, unos metros más abajo del camino que conduce al mirador de la cruz de Xiabre. En media hora, el fuego había sido controlado antes de que causase un daño importante. Alrededor de cien metros de superficie arbolada, poblada básicamente por acacias, se vieron afectados por el siniestro.
Aunque el suelo no está todavía demasiado húmedo, el sábado de madrugada llovió abundantemente sobre Vilagarcía, y el día amaneció cubierto por una niebla que mojaba. No se daba, por lo tanto, el grado de sequedad que invita a que el fuego se propague. Tampoco hizo calor ni soplaba ese viento del norte que acostumbra a resultar devastador en los incendios de Xiabre. De hecho, apenas había aire. Allá arriba, en el monte, nadie dudaba de que el fuego había sido intencionado.