La falta de pisos y la frecuencia de trenes modificaron las costumbres de los universitarios
29 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Los menores de 30 y los mayores de 65 se han acostumbrado a estar alerta ante el ordenador. Lo hacen para conseguir las entradas de un concierto, reservar billetes de tren o contratar viajes del Imserso. Pero entre los 30 y los 65, los conciertos salen muy caros porque no hay bono cultural y los viajes del Imserso no están disponibles. Entre los 30 y los 65, ni tienes bonificaciones ni tienes derecho a tarjetas doradas (60). Un calvario.
En estos días de septiembre, se ha abierto la contratación de viajes del Imserso y a las pocas horas de abrirse las webs, ya se habían acabado los viajes a Canarias y volaban las excursiones a Baleares y la costa. Es lógico, ¿dónde consigues una estancia de ocho días todo incluido en un hotel de lujo en Canarias por 355,30 euros? Solo en la página web del Imserso. ¿Y dónde consigues viajes gratis durante un cuatrimestre entre Vilagarcía de Arousa y Santiago de Compostela, Vigo, Pontevedra o A Coruña, donde se encuentran los campus universitarios más demandados por los estudiantes de O Salnés? Pues en la página web de Renfe.
Así que acaba el mes de las solicitudes y quien no haya reservado viaje, pasará un invierno complicado, bien encerrado en casa si es mayor, bien dependiendo de renuncias, colas de autobús o blablacars si es joven y universitario.
En las páginas de comentarios de La Voz de Galicia, lectores de las generación Boomer y, sobre todo, de las generaciones X e Y, ironizaban sobre los problemas de los pobrecitos universitarios, que no tienen trenes a cada rato. Razonaban que la vida universitaria consiste no solo en estudiar, sino en abrirse al mundo y al conocimiento, relacionarse, participar en la vida cultural y de ocio de las ciudades y todo eso solo se consigue si te quedas a vivir en tu piso o tu residencia de Santiago o A Coruña en vez de volver a casa.
Es cierto que en los años 80 y 90, cuando acababan sus estudios en Vilagarcía, los universitarios se marchaban entusiasmados a Santiago y volvían solo los puentes y las vacaciones. Se lavaban la ropa, se hacían la comida y, desde luego, disfrutaban de la oferta de ocio y cultura de Compostela, donde abundaban los descuentos para ir al cine, al teatro o a los conciertos de música clásica.
En cuanto a lo de salir a divertirse, organizaban, sobre todo, fiestas en los pisos y, a principios de mes, recorrían los bares conocidos por sus ofertas. Entonces, Vilagarcía era una ciudad más bien aburrida para salir de fiesta y la oferta cultural estaba bajo mínimos.
Pero la vida evoluciona y, como es costumbre, los mayores, sean Boomers, X o Y, critican a los Z resumiendo sus razonamientos en una frase socorrida: «La juventud de hoy está perdida. No sé dónde vamos a ir a parar, lo quieren todo». O como ironizaba un mayor comentando los problemas con los billetes de tren: «que la Universidad de Santiago de Compostela les ponga taxis».
Así que mientras los universitarios de O Salnés se vuelven locos reservando billetes de tren, quienes envidiamos la felicidad de los años mozos seguimos esa tradición que viene de Aristóteles cuando afirmó que los jóvenes son propensos a desear y a hacer lo que desean. De todas maneras, hay que tener cuidado con los filósofos griegos y los bulos. Kenneth John Freeman, estudiante de Cambridge, se inventó varias descalificaciones de Sócrates y Platón dirigidas a los jóvenes, las incluyó en un trabajo tipo TFG en 1907 y, desde entonces, aparecen en los diarios más serios como frases de autoridad para criticar a una juventud que, según esas falsas frases «socráticas» y «platónicas», ama el lujo.
Por ahí va, por el lujo y la comodidad, la ironía con que afrontamos las quejas de los jóvenes. Argumentamos que van gratis en tren, están todo el día viajando por Europa en vuelos tirados de precio, se pasan el fin de semana de fiesta, llenan los restaurantes de precio medio los sábados y se quejan de que no pueden comprar un piso cuando los boomers no tuvieron uno hasta la cuarentena.
Los tiempos han cambiado y hay que cambiar con ellos. Los estudiantes vuelven a casa los fines de semana y, si pueden, a diario, porque en Vilagarcía están mejor y porque esta no es aquella ciudad triste de los 80. Después está el problema de los pisos. Es algo que ocurre en todas las ciudades universitarias atractivas (Granada, Salamanca, Compostela): los apartamentos turísticos han mermado el mercado de pisos de alquiler para estudiantes.
La red ferroviaria
Pero hay algo que tiene Galicia y no tienen Salamanca, Granada ni otras muchas ciudades universitarias: una red ferroviaria que permite a muchos estudiantes de Vilagarcía ir y venir en el día. Es mejorable y la red de cercanías en estudio favorecerá aún más estas comunicaciones, pero es que en el resto de regiones, salvo en el entorno de las grandes ciudades, no existe la menor posibilidad de asistir a clase en la facultad y dormir en casa. Tenía razón Aristóteles cuando dijo hace 2.300 años: los jóvenes son propensos a hacer lo que desean. Y, ya que no pueden emanciparse, alegrémonos al menos de que vivan en casa… si encuentran billete.
En septiembre, jóvenes y mayores reservan viajes en las webs de Renfe
e Imserso
En los 80 y 90,
los estudiantes solo volvían a casa los puentes y las vacaciones