Vilagarcía tiene un margen de media hora para ser evacuada ante una gran inundación
AROUSA
La décima parte de la lluvia de la dana causó en el 2006 daños por un importe equivalente a 37 millones de euros en la capital arousana
01 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Transcurrido un mes desde la estremecedora dana que ha arrasado Valencia y la costa levantina, resulta inevitable preguntarse por la forma en la que una ciudad como la Vilagarcía contemporánea, levantada en buena medida sobre unas antiguas marismas, enfrentaría una gran inundación. La propia Xunta acaba de actualizar los datos de su Plan Especial de Protección Civil ante el Riesgo de Inundaciones (Inungal), que indica que los nueve municipios que componen la demarcación de Arousa poseen áreas potencialmente inundables. Aunque sus conclusiones otorgan a la cabecera de la comarca un nivel de riesgo bajo, los cauces de O Con y los regatos de A Lomba, Guillán, Sordido, Leiro y Santa Mariña son enclaves susceptibles de convertirse en verdaderas trampas acuáticas. Que el peligro es real lo demuestra la riada que se abatió sobre el casco urbano en noviembre del 2006. Otro documento, el plan de emergencias que Augas de Galicia elaboró ante la hipótesis de que los embalses, entre ellos el de O Con, llegasen a romperse, contiene información imprescindible que la población debería conocer y emplear en caso de que se desatase una catástrofe de estas características. Para empezar, el hecho de que las zonas habitadas dispondrían de un margen de media hora para ser evacuadas.
En junio, las cinco sirenas que el ente autonómico ha instalado entre la presa de Castroagudín y la desembocadura de O Con sonaron en un ejercicio de simulacro que buscaba familiarizar a los vilagarcianos con un sistema de alerta al que conviene prestar atención. Aunque está diseñado para responder a esa improbable rotura del embalse, y a los 260 millones de litros de agua que algo así vomitaría sobre la ciudad, resulta obvio que el esquema puede aplicarse perfectamente para afrontar una gran riada causada por otros factores, como una lluvia demasiado intensa. También en ese caso el principal foco de peligro se centraría en el cauce principal y sus afluentes. Las señales sonarían en secuencias de un minuto, compuestas por treinta ciclos de dos segundos, y separadas entre sí por cinco segundos de silencio.
Si la alarma salta, la población deberá concentrar sus esfuerzos en acudir a los lugares más elevados que estén a su alcance y, a continuación, en buscar la forma de acudir a los seis puntos de encuentro y refugio que el plan establece: la estación de ferrocarril; el aparcamiento del cementerio de Rubiáns; el campo de fútbol Manuel Jiménez, en Fontecarmoa; la calle Primeiro de Maio, en el polígono de Trabanca-Badiña; el campo de fútbol de Berdón; y el instituto Castro Alobre.
Como contraste con lo que ha de hacerse, existen varias reacciones de las que hay que huir: permanecer cerca de los cauces fluviales, tratar de recoger a los niños del colegio en caso de que la emergencia se produjese en horario escolar —todos realizan simulacros y los profesores se encargarían de su evacuación—, utilizar el teléfono móvil, ya que las líneas podrían saturarse, desandar el camino o utilizar las vías de comunicación cortadas ante el riesgo de que se conviertan en auténticas ratoneras.
Atención a esta última apreciación, porque una gran riada dejaría Vilagarcía aislada salvo por su vertiente norte. El agua anegaría el centro, A Xunqueira, las zonas más bajas de Cea y A Laxe, y amenazaría la carretera de Rubiáns y los accesos a la autopista y a la Vía do Salnés.
91 litros por m2 en ocho horas causaron 37 millones de euros de pérdidas en el 2006
El 29 de octubre, la estación de Turís, en Valencia, recogió 184,6 litros de lluvia por metro cuadrado en una sola hora, batiendo cualquier récord en la materia conocido hasta ahora en España. Ante este tipo de acontecimientos, merece la pena establecer comparaciones. A pesar de que han transcurrido ya 18 años desde otro fatídico mes de noviembre, el del 2006, en Vilagarcía continúa viva la memoria de la riada que anegó el centro de la ciudad. Aquella noche, sobre la capital arousana se concentraron toda una serie de factores adversos. Entre ellos, el hecho de que los aterradores incendios forestales del verano provocasen que el agua se deslizase sobre la tierra carbonizada, a la que arrastró sin poder ser absorbida. Pero lo cierto es que un volumen de precipitaciones mucho menor que el que acaba de sufrir Levante en forma de dana, 91 litros por metro cuadrado distribuidos en ocho horas, bastó para desatar aquí la catástrofe.
El Consorcio de Compensación de Seguros calculó los daños en 26 millones de euros, a los que se sumaron 770.433 euros en forma de ayudas estatales y autonómicas. La lluvia, O Con y sus afluentes golpearon a un centenar largo de negocios, dieron lugar a 4.585 reclamaciones, la mitad originadas por automóviles destrozados, y solo la intervención de los servicios de emergencias y la pura suerte impidieron que muriese alguien. Actualizada con el precio que el dinero ha acumulado durante 18 años, aquella gravosa factura superaría hoy los 37 millones de euros con la décima parte de las precipitaciones que cayeron sobre Valencia. Para darle una vuelta.