La culpa fue del Xabarín

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

XOAN CARLOS GIL

Hace 30 años, nacieron el Rock Bravú y el Xabarín Club, aunque en Vilagarcía ya teníamos el Rock de Batea

08 dic 2024 . Actualizado a las 11:14 h.

Hace 30 años, nació Xabarín Club. Mi hijo tenía 10 años y no se perdía ese programa en la TVG. Le gustaban sobre todo sus videoclips, su música. Para él, Xabarín que te vin, de Yellow Pixoliñas, o Estou na lavadora, del Caimán do Río Tea eran dos himnos que resumían su manera de estar en el mundo. Mi hijo tiene ya 40 años, en su armario hay camisetas y sudaderas del Xabarín, entre sus vinilos y sus playlists aparecen aquellos grupos del Xabarín y en su memoria laten con una capacidad evocadora intensa y agradable los recuerdos de aquellos programas.

Marcado por la música del Xabarín, mi hijo se orientó estéticamente hacia un rock rompedor, duro y creativo sin contemplaciones que triunfa en tugurios y garitos de Pontevedra y A Coruña, adonde viene con sus grupos (Maromako o River Hakes) todos los años, además de a salas de Éibar, Vitoria, Santander y Gijón. Marcado por el Xabarín, él y sus colegas hacen en Cáceres un rock septentrional que rechina en el sur, pero triunfa en el norte.

Mi mujer culpa al Xabarín de la evolución musical y personal de nuestro hijo. Cree que influyó tanto en él que lo llevó hacia una estética alternativa y nada complaciente en lo intelectual, en lo vital y en lo musical. No es que sea un mal tipo, es que va a su bola, rompe cánones y eso no acaba de convencer a las madres, que quieren lo mejor para ellos, lo mejor suele ser lo consabido y el Xabarín era transgresión, no seguidismo.

También yo tengo culpa porque cuando cumplió 15 años, le compré un bajo en Musical Galbán y ese instrumento supuso un cambio radical en las aspiraciones, sueños y pasiones del muchacho, que ya es padre y está acostumbrando a mi nieta a escuchar las canciones del Xabarín y de otros movimientos semejantes. Aunque seguro que ella reacciona como aquel heredero de uno de los músicos de Los Suaves con quien comí un día un plato de lentejas en un bar de Ourense. El muchacho le había salido pijo y el «suave» no entendía por qué. Se lo expliqué: «Reacciona contra lo establecido, contra el sistema y el sistema eres tú», al igual que el sistema en casa de mi hijo es el Universo Xabarín.

Estamos de aniversario. En 1994, nació el Xabarín, nació el Rock Bravú y la música gallega conoció un cambio de paradigma fundamental: de Voces Ceibes y Ana Kiro como referencias esenciales a un rock cantado en galego, ensayado en cuadras y naves rurales de Chantada (Os Rastreros), Lourenzá (Skornabois), Monforte (Yellow Pixoliñas) o Ponteareas (Caimán do Río Tea) por músicos ataviados con camisas de franela y cuadros y peinados tan casualmente que no parecían haberse peinado nunca.

Aquel movimiento tan bravú y tan Xabarín removió la música joven de Galicia y sus ecos llegaron hasta Vilagarcía y O Salnés, provocando una reacción que se sustanció en grupos, garitos y movimientos rockeros aglutinadores de músicos y público. Cómo olvidar aquel hereje y disidente Rock de Batea que lideró y fundó el grupo Korosi Dansas con Josito Porto, Manuel Seixas, Roberto Camba y Xurxo Romero pretendiendo trascender la carallada y el Rock Bravú para centrar sus letras en la manifestación del sufrimiento y la rabia. Era un rock con conciencia, música intensa y letras comprometidas.

Korosi Dansas nacieron cuando aún no había estallado el bravú ni se imaginaba el Xabarín. Todavía no habían adoptado el marbete de Rock de Batea, cuando, en 1990, actuaron en O Regueiro de A Illa en un festival de solidaridad con las despedidas de Charpo, as charpeiras, como las bautizó Josito Porto desde el escenario. En Vilagarcía no se les tuvo muy en cuenta hasta las fiestas de San Roque de 1995, cuando aparecieron como guinda discrepante en un programa que incluía sesentayochistas castristas (Carlos Puebla), pachangueros sonrientes (La Década Prodigiosa), horteras delirantes (Paolo Salvatore), nostálgicos románticos (Pablo Abraira), yeyés recalcitrantes (Mike Kennedy y Los Bravos) y Massiel, que nos contó, desde el escenario de A Xunqueira, su cena en Casa Bóveda y se inventó allí mismo el Baile del Percebe.

De ese programa, solo marcó época el concierto de Korosi Dansas, abriendo camino a grupos vilagarcianos de finales de los 90 (Ulcerato Pum, Itupas, Toni B., Willisch & Banda, Extorsión, Los Problemas, Luismi, Lua Cornuda), que protagonizaron festivales históricos en junio y julio de 1996 como el Primeiro Asalto Rock de Vilagarcía o el organizado en esa misma plaza un mes después por el bar Corsario y el Ayuntamiento de Vilagarcía.

Aparecieron baretos y fanzines como Semanario Corsario, se grabaron maquetas como K-7 Katálogo do Pop Rock Vilagarcián y surgió un movimiento rockero imparable que tuvo su símbolo mediático, influyente y sentimental en el Xabarín Club, con el idioma de Galicia como vehículo de comunicación, normalizándolo entre unos jóvenes que, según las encuestas que se hacían en los institutos en aquellos años, hablaban gallego en casa, pero lo iban cambiando por el castellano en el instituto y lo olvidaban al entrar en la discoteca. El Rock Bravú, el Rock de Batea y el Xabarín Club normalizaron el idioma en la disco, los festivales y las salas y enseñaron discordancia, inconformismo y disidencia a miles de jóvenes, incluido mi hijo.