Vilagarcía lleva conceptos a la Feria Internacional de Turismo y O Grove lleva centollas
26 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.La psiquiatra Graziella Magherini reparó en un cuadro de ansiedad y trastornos que padecían los turistas que visitaban Florencia. Recorrían la Galleria degli Uffizi y sentían espasmos emocionales ante tanta acumulación de belleza. A esta patología psíquica la llamó síndrome de Stendhal, relacionándola con la reacción romántica y angustiosa que sufrió el escritor francés al visitar la basílica florentina de la Santa Croce.
Un vilagarciano que visitara el pasado jueves la Feria Internacional de Turismo (Fitur) para conocer la oferta que la ría de Arousa, O Salnés y Galicia presentaban a los profesionales del gremio, también hubiera sufrido palpitaciones, sudores, agotamiento y agobio al intentar abarcar tanta propuesta bella, tanta promesa de felicidad, tanta perspectiva de dicha viajera.
El pasado jueves, en la Institución Ferial de Madrid, entre las 10:15 y las 19:00 horas, nuestro emisario vilagarciano en Fitur tuvo que multiplicarse para asistir a 22 presentaciones, desde el Camino Portugués de la Costa, el Camino Francés y el Mar de Santiago hasta los encantos turísticos de Vimianzo, Laxe, Deza-Tabeirós, Santiago, Valdeorras, Carballiño y O Ribeiro, Muros, Noia, A Mariña lucense, Baixo Miño, Ría de Vigo, Costa da Morte, Fisterra, Muxía y la lamprea. Así, una exposición detrás de otra, sin descanso.
A las 17:10, con puntualidad estricta, comenzaron las muestras más cercanas: veinte minutos para la media maratón Sanxenxo-O Grove, media hora para O Salnés y otros veinte minutos para Barbanza-Arousa. Al acabar a las siete de la tarde, exhausto y stendhaliano total, nuestro emisario turístico se retiró a descansar, no sin sufrir alucinaciones a medida que avanzaba por los pabellones y se fijaba en las veinte experiencias de pueblos, aceites, geoparques y hospederías que mostraba Extremadura, el centenar de exposiciones andaluzas, la treintena de ofertas vascas… Una locura que está pidiendo a gritos un trastorno específico: el síndrome de Fitur.
Para rematar la locura, una situación que no se esperaría ni el propio Stendhal: esa promoción esquizofrénica de lo que vendría a ser la Ruta del Padre Sarmiento auspiciada por dos entidades diferentes a la vez: Mar de Santiago y la Macomunidade do Salnés. ¿Con quién contratar un programa de peregrinaje y vacaciones? Para rematar el día, al escapar de Ifema, cuando el observador turístico ya se sentía a salvo, reparó en las vallas publicitarias de la estación de metro Campo de las Naciones. Anunciaban, con crepúsculo incluido, que Vilagarcía queda a tres horas ¡y un café! de Madrid. Es lo que le hacía falta, un café para acabar de desquiciarse.
¿Y qué hacer con los folletos? Porque nuestro enviado a Fitur salió de la feria con la mochila cargada de folletos financiados por cajas rurales, diputaciones, ayuntamientos y entes autonómicos. Trípticos en cuatricomía con antiguas fotos de casas consistoriales, castillos, plazas mayores y pazos. Panfletos encomiásticos alabando la belleza del pueblo y destacando su playa, sus hórreos, su pinar y su paseo marítimo.
Feria Internacional de Turismo y más de lo mismo. Bellos folletos de los pueblos de España: iguales, aburridos, repetidos… ¿Pero cómo es posible que 60 años después sigamos leyendo los mismos textos? A saber. Escojo uno al azar. Leo: “El pueblo se encuentra en una zona escarpada de un pequeño valle. Un verdadero mirador desde donde deleitarse con magníficos paisajes e ideal para un paseo contemplativo”. ¡Toma ya! Ese texto sirve para miles de pueblos de España. Y no te digo cuando el autor del folleto se pone estupendo y lo convierte en una lección de Historia del Arte de Primero de Bachillerato: “La Plaza está presidida por la iglesia, construida en el siglo XVIII, aunque cuenta con elementos de los siglos XVI y XVII. Tiene muros de mampostería y sillería, con grandes contrafuertes en el exterior”.
Y que nadie se atreva a criticar el folleto porque en realidad no se editan para el turista forastero, sino para el nativo chovinista, que quiere ver en el tríptico la iglesia del pueblo, aunque sea un pastiche sin gracia, la ermita humilde de la virgen amada y un bodegón con las empanadas del panadero local, las jarras de vino del artesano ancestral y un plato de salpicón, otro de grelos y un tercero con gyozas rellenas de zamburiñas y salsa teriyaki.
A veces me pregunto si Fitur se hace para captar visitantes o para halagar a los nativos recordándoles que viven donde soñaban, sea el paraíso natural de Asturias, sea un territorio feliz: Fiyi: «Donde la felicidad te encuentra», Dinamarca: «El lugar más feliz de la tierra», Bután: «La felicidad es un lugar»... En el caso de Vilagarcía, basta fijarse en una palabra que aparece todos los años en los eslóganes, más bien en un concepto: ciudad. Ya sea «A Cidade de Arousa», ya sea una ciudad llena de vida.
Ese salto de villa a ciudad es una aspiración colectiva local que le importa un pimiento a los turistas, que vienen hartos de sus ciudades y lo que buscan es otra cosa que ciertamente les da Vilagarcía: paisaje, gastronomía, tranquilidad, accesibilidad… En ese sentido, son más prácticos e incisivos en O Grove. Emgrobes no fue a Fitur con conceptos, sino con centollas y el jueves, a la hora de comer, en vez de dar la chapa con un vídeo, un folleto y una disertación, invitaron a marisco.