
El artista chantadino-arousano ha forjado un estilo propio, entusiasta y expresivo, que viaja al origen sin prejuicios ni filtros académicos
26 feb 2025 . Actualizado a las 20:11 h.La vida acostumbra a construirse capa a capa, como una cebolla en la que cada una de sus láminas ofrece una apariencia transparente, pero, superpuestas, contribuyen a configurar un conjunto opaco, en el que resulta muy difícil atisbar el fondo. Por eso es tan gratificante dar con una ocasión en la que esa raíz brilla todavía, prácticamente en la superficie, transmitiendo una sensación de contacto con lo originario. Hablar de pintura con José Luis Vázquez Meijide (Chantada, 1970), Mei para los amigos, proporciona una de esas escasas experiencias. Forzando un tanto las cosas, aunque tampoco demasiado, podríamos sostener que la suya es una visión punkarra del arte, si por punk entendemos la actitud de quien atesora el desparpajo suficiente para salir al encuentro de la expresión artística de forma directa, sin filtros académicos. El resultado de la peripecia vital y creativa de Mei puede apreciarse en la sala Antón Rivas Briones de Vilagarcía de Arousa hasta el 16 de marzo.
El título de la exposición, Manazas, remite tanto a la forma en la que la pintura en bruto se va abriendo camino como a una de las señas que caracterizan varios de sus cuadros y amenaza con sustituir a Mei como sobrenombre del autor. Manos grandes, teñidas de color, que saludan desde el lienzo y confieren a la obra de este chantadino enraizado en Vilagarcía desde los dos años de edad una atmósfera de amigable y entusiasta cordialidad.
La Rivas Briones es, como para tantos otros vilagarcianos, la sala de arte de referencia para Mei. «Siempre me ha gustado contemplar las exposiciones, y poco a poco surgió la ilusión de llegara pintar un cuadro mío, propio, que poder colgar en la pared de la casa de mis padres y que se fuese transmitiendo de generación en generación». Ese brote fue tardío. Afloró en nuestro hombre hacia el 2003, cuando, ya con 33 años, acababa de iniciar su trayectoria como profesor de Educación Física en el instituto de A Illa. Y cristalizó en un primer momento en las clases de pintura de un artista arousano tan reconocido como Guillermo Pedrosa. «Debí hacerle caso a Guillermo cuando me recomendó empezar con calma, por el pastel, porque lo que yo quería era trabajar con óleo desde el principio». Seis meses después, la dificultad de la disciplina que había elegido le hizo tirar la toalla.
Comenzó entonces una personal travesía del desierto que, salvo esporádicos arreones, alejó a Mei del pincel durante quince largos años. En su retorno pictórico intervinieron dos factores: conocer la obra del creador coruñés Jorge Cabezas y su descaro a la hora de enfrentarse al lienzo, y una lesión de rodilla cuya recuperación le proporcionó el tiempo suficiente para pulir sus habilidades y trazar su propio camino. «La única forma de mejorar es practicar y practicar, ensayo error, ensayo error».
La alternativa se la brindó Mariam García en el 2019, al ofrecerle las paredes del bar A Perla para que las vistiese con sus obras. La galería Gaudí, de Madrid, contactó con él para mover su trabajo. Su primera muestra en un espacio artístico llegó dos años más tarde, con una exposición en el magnífico O Vello Cárcere de Lugo. «No olvidaré tampoco la inauguración en Vilagarcía, con mi gente», garantiza un hombre para quien el arte es, ante todo, «emoción, como todo lo que en la vida merece la pena».

Firmado por Campazzo. El baloncesto es una de las pasiones que mueven al artista chantadino-arousano. El jugador del Real Madrid Facu Campazzo estampó su firma en este cuadro.