
Sansatur es el buque insignia de la moda en Cambados y resiste tras 54 años y una pandemia. «Tenemos muy buena clientela»; a Maricarmen incluso le llevan el desayuno y le regalan lechugas y pimentón de Murcia
21 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Es una de esas tiendas que rezuman autenticidad. Nada que ver con la uniformidad de las sucursales de Inditex y de esas franquicias que se adueñan de las calles comerciales de todas las ciudades. Sansatur es un comercio de pueblo (Cambados), sin réplicas, que ha sabido conservar la esencia que le imprimió hace medio siglo su fundador, Manuel Pillado, más conocido como Manolito el de Celia. Él ya no está, pero todavía hay muchos clientes que lo recuerdan, según comenta su hija Maricarmen. «Era un hombre de vocación que nos enseñó todo». Siguiendo los consejos de sus padres y la experiencia que dan cuatro décadas tras el mostrador, la convierten en una vendedora nata que sigue apelando al trato directo con el cliente.
En los tiempos de la venta on line, también y cada vez más en el pequeño comercio, Sansatur se resiste a cruzar este umbral. «Yo creo que la ropa hay que probarla, hay que tocarla, yo lo hago cuando compro la mercancía». Y pone ejemplos. «El otro día vino una chica que acabó llevándose una americana estampada que al principio no le gustaba y, al probársela, se vio bien y le gustó. Esas cosas suelen ocurrir».
Será difícil que esa clienta se cruce con una prenda igual porque la oferta de Sansatur nada tiene que ver con las producciones en serie que llenan percheros de Vigo a Málaga. Maricarmen sigue asistiendo a ferias —la próxima, tras el parón provocado por la pandemia, será en febrero en Madrid— y recibiendo a los representantes que despliegan sus catálogos sobre el mostrador. Pantalones, blusas, jerséis, vestidos, chaquetas y complementos, de todo un poco hace falta para armar las colecciones de primavera-verano y de otoño-invierno. Siempre cuidaron mucho los detalles y, no hace tanto, el cambio de escaparate de Sansatur se vivía como un acontecimiento en la villa. Ese estilo propio le granjeó fama y prestigio, a la tienda de ropa y a la otra rama de la empresa familiar, la mercería Celia, fundada por la abuela de Maricarmen y de María, las dos hermanas que ponen rostro al negocio.
Hasta que llegue la hora de la jubilación —el relevo generacional en Sansatur se antoja complicado—, los maniquíes de la tienda seguirán compitiendo en protagonismo con el Baco esculpido por Francisco Leiro y dando vida propia a la plaza Ramón Cabanillas. A un lado, la tienda de ropa de mujer; al otro, la de hombre, que durante décadas fue un referente para los amantes de marcas como Levi’s, Lois y Lacoste. Inicialmente, también vendían ropa de niño y había sección de hogar —de allí salieron kilómetros de tela de sábanas, cuando estas todavía se cortaban y se bordaban a mano—, pero el mercado muda y Manuel y Carmen decidieron quedarse solo con las secciones de hombre y mujer.
Cambió la tienda y cambió la clientela, pero Maricarmen Pillado siempre se ha sentido muy arropada. «Tenemos una clientela muy buena, Hasta hay quien me traen el desayuno», cuenta. Y no falta la paisana que le regala unas lechugas o los turistas que, de tan agradecidos que quedaron, le aparecieron en la tienda con el preciado pimentón de Murcia. El turismo le insufla oxígeno a Sansatur cada verano, y muchos, si vuelven, repiten compra.
Lo que ya no se estila es lo de fiar. El crédito ahora es cosa de bancos y tarjetas, pero hasta el siglo pasado lo daban los propios comerciantes, que llevaban las cuentas en aquellas libretas manoseadas a golpe de anotar las entregas de cada semana o cada mes. Maricarmen recuerda perfectamente aquella época y lo hace con cariño, porque, por lo general, la gente era legal y acababa saldando sus deudas.
Es uno de esos aspectos del negocio que ha cambiado para bien, como para bien ha sido decidirse a cerrar los sábados por la tarde. «Yo al principio tenía remordimientos», relata. Pero la medida, que se implantó a raíz del confinamiento provocado por el covid, ha llegado para quedarse. «Te cambia el chip y no pasa nada».
Como en casi todas las empresas del ramo, la pandemia ha tenido una cara y una cruz. Los cierres «fueron muy duros», pero sirvieron para que la gente volviese a mirar al comercio de la esquina. Ante la imposibilidad de acercarse a Pontevedra, Vigo o Santiago debido a las restricciones a la movilidad, los cambadeses regresaron, y los más jóvenes descubrieron, las ventajas que conlleva comprar al lado de casa.
Las Navidades del 2020 fueron excelentes; las del 2021 no tanto, pero el sector de la moda no se rinde y sigue peleando contra una pandemia y contra la competencia que supone Internet y las grandes superficies. Como la torre de San Sadurniño de la que toma su nombre, Sansatur no se doblega.