En A Escusa volvió a pilotar un coche creado por él tras más de veinte años sin correr en asfalto
28 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Paco Outeda peina ya los setenta y dos, por eso su presencia en la subida a A Escusa llamó la atención de propios y extraños. Animado por Alberto Camba, antiguo campeón gallego, decidió enfundarse el mono de piloto y sacar a pasear su monoplaza. Ya advierte que «algunha máis vou facer, pero vaia, ao meu ritmo».
Hacía mucho que Outeda no cogía el volante en un circuito competitivo, al contrario que sus coches, que en los últimos años se han confirmado como unas máquinas imparables sobre el asfalto. Alexis Viéitez y Pablo Rey, previsibles campeón y subcampeón gallego, respectivamente, conducen monoplazas fabricados por sus manos. Porque sí, Paco, además de piloto, también es fabricante de coches, y no de unos cualquiera, sino de autos ganadores, competitivos; auténticos logros automovilísticos.
Hay que remontarse hasta 1996 para ver al septuagenario de Meis al volante de un bólido de montaña. Han pasado más de dos décadas. Por aquel entonces conducía un Fórmula Renault que había pertenecido a Pedro de la Rosa, el expiloto catalán que saltó a la fama tras su paso por la Fórmula 1 y su trabajo también como probador para Jordan y Ferrari.
Con ese coche corrió durante tres años para luego dedicarse de pleno a la construcción y montaje de vehículos. Fue una buena experiencia, logrando algún que otro puesto reseñable en las pruebas gallegas del momento. Lamenta, eso sí, que nunca haya existido ese ansiado circuito autonómico en el que poder rodar tranquilamente, petición histórica por parte de los amantes del motor en Galicia.
Ya jubilado, Paco no ha perdido el interés por los coches y sus formas, el arte de hacerlos funcionar cada vez mejor. No es ingeniero «nin moito menos» como él recalca, pero lo cierto es que su trabajo artesanal compite con el de las grandes marcas internacionales. Es capaz de hacer réplicas de igual potencia y rivalidad.
«Estou encantado porque os meus coches están na elite do país», explica Outeda. «O maior problema é que as barquetas, ou os coches non tapados, están prohibidos nos torneos nacionais. Non hai campionato de España de monoprazas. É unha pena. Din que ao mellor se cambia».
Mecánico de corazón, a principios del nuevo milenio cogió un avión hasta Inglaterra para ver cómo hacían allí los coches, para ver qué sacaba en claro de su fabricación. «Vin que aquilo era moi diferente. Non entregaban o coche enteiro. Compraban o monocasco, logo o motor noutro sitio... Aquí fágoo eu todo. O coche sae enteiro do taller».
Reconoce que no sabe bien cuándo nació su fijación por los motores y el encaje de las piezas, aunque cuando sus compañeros de generación ya salían de fiesta por el mundo adelante, él prefería ir a ver carreras, a Madrid, por ejemplo. Poco a poco, paso a paso, kilómetro a kilómetro, se fue curtiendo como mecánico y como piloto.
Al nivel «dun Lamborghini»
A lo largo de estos años, de su taller han salido veintiún coches. Uno de sus proyectos más conocidos es el de un Renault Alpine que superó todas las expectativas posibles, al lograr colocarse a la misma altura que los turismos de máxima calidad que uno encuentra en el mercado «como dun Lamborghini».
De media, tarda entre cuatro y cinco meses en fabricar un vehículo. Antes para poder ir sufragando gastos, solía coger viejos fórmulas ya tocados de salud para darles una buena vuelta y volver a ponerlos en circulación. «Tratar de conseguir algúns cartos para investir nos novos».
Los pilotos eligen a Outeda y sus monoplazas por dos motivos evidentes: su comodidad y su calidad. Cualquier golpe o modificación puede ser rápidamente corregido en su taller de Meis. La cercanía es siempre un plus a tener en cuenta.
«Cando volves competir, xa sentes algo dende que sacas o coche do taller no remolque. Vas pensando, coa cabeza no tema. Para min é un orgullo telo feito, e telo pilotado á vez. Non hai moitos que o poidan dicir, non?», sentencia Paco Outeda.