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Las grandes conversaciones del bar más pequeño

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso O GROVE / LA VOZ

O GROVE

martina miser

Una visita al Moscón basta para conocer la opinión de los grovenses sobre cualquier tema de actualidad

13 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Donald Trump acaba de ganar las elecciones en Estados Unidos. Y en O Moscón ya tienen su particular análisis al respecto. «¿E logo quen esperaban que gañara? ¿Esa corrupta?», dice uno de los habituales nada más entrar. «Eu, se estivera alí, tamén votaría por Trump», añade otro. Son las doce de la mañana y hace apenas unos minutos que Luciano Barreiro, que gestiona este pequeño establecimiento en O Grove, ha abierto las puertas. Pero los clientes ya han comenzado a llegar y, la verdad, es que no hacen falta muchos para llenar este pequeño recinto. Tiene doce metros cuadrados. Pero su tamaño es inversamente proporcional al volumen de conversación que se registra en su interior. Y en sus aledaños. Porque también tiene una terraza en la que, a pesar de la lluvia, hay mesas ocupadas. «Aquí discútese e fálase de todo. ¿Non ves que non hai ninguén mirando o seu móbil?», explica un tercer cliente.

Hace ya diecinueve años que Luciano llegó a O Moscón. Lo hizo casi por casualidad. Se quedó sin trabajo en la depuradora en la que era administrativo. Y como el bar quedó libre, optó por asumir el mando. «Agora só fago as miñas contas. Son traballos distintos, este é máis escravo», explica. Pero lo cierto es que, aunque tuvo oportunidad de tener otro empleo, prefirió quedarse en el bar más pequeño de O Grove. Porque esa es una de las particularidades de O Moscón. Su reducido tamaño que, perdón por la insistencia, es inversamente proporcional a su gran historia.

Abrió O Moscón en el año 55, de la mano de Francisco Costa. Lo hizo para dar servicio a la lonja y hoy siguen siendo los marineros y las gentes del mar sus principales clientes. No es la única tradición que este local no ha perdido. «Os contadores de historias, cegos, cheos de camiños ás costas, contaban contos que correrían despois de boca en boca», explicaba hace años un familiar del primer propietario de este negocio. Ahora, son los vecinos los que han tomado el relevo y hablan «da situación das grandes empresas do pobo, da política...» cuenta Luciano. Todos los días, «traen noticias, pero é que a cercanía da praza axuda moito», añade. Así que él es el primero en enterarse de muchas cosas, «de demasiadas ás veces», relata.

Más que hablar, en O Moscón se opina. Se comenta la situación, se critica y se exponen infinidad de puntos de vista. «Aquí hai liberdade de expresión. Todos poden falar das súas ideas. Só hai problemas co que non respecta as ideas dos demais», añade. Y sostiene que en las charlas están representadas todas las ideologías, «os galeguistas, os independentistas e os do PP. Este de aquí é o Pablo Iglesias», bromea señalando a uno de los habituales. En este local dejaron los grovenses sus opiniones sobre lo que pasó con el Prestige, «pero aquí metemos no cárcere aos que non se atreveron a meter os xuíces nin os gobernos. Aquí si que atopamos aos responsables», sostiene Luciano. También se habla sobre la polémica que se mantiene con el vecino Sanxenxo por el istmo de A Lanzada. Pero, en esto, el dueño no entrada demasiado. «Eu son de Sanxenxo e A Lanzada é de Costas», explica mientras señala un cupón que la Once dedicó a la playa y en el que ha escrito, entre paréntesis, Sanxenxo. «Cando estou aquí digo, A Lanzada é nosa. E cando estou en Sanxenxo tamén», bromea. Aunque, en realidad, «creo que toda esta rivalidade é un invento, son escusas políticas para distraer a atención sobre outras cousas», explica.

En todo este tiempo no ha parado. Porque la afluencia de clientes es casi constante en este pequeño bar meco. Casi sin preguntar, Luciano va sirviendo cafés, descorchando quintos y tercios y sirviendo el pincho del día. Hoy toca tortilla. Pero otros días ofrece boquerones con queso de tetilla y pimientos, o unos choricitos que fríe en la pequeña cocina. Pequeños bocados con los que agasajar a esa fiel clientela que todos los días se para en O Moscón. Entre ellos también hay turistas. «A maioría deles chega ao porto e este é o primeiro sitio que atopan, ademais, sempre buscan sitios con xente do pobo», explica. Los visitantes también son bienvenidos en este pequeño, solo en lo que a su tamaño se refiere, bar grovense.

Fue en el año 55 cuando Francisco Costa montó este pequeño establecimiento, de solo doce metros cuadrados. Desde entonces es lugar de tertulia en el que los mecos hablan y opinan nada más entrar