En 2014 se retiró del glamuroso mundo de los casinos y se aficionó al cicloturismo más genuino
02 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Juan Prieto Cacabelos, Pichi, salió el 7 de abril de O Grove con casi 1.600 kilómetros por delante y el día 27 hizo su entrada en la plaza del Obradoiro de Santiago después de haber recorrido en bicicleta los siete itinerarios del Camino de Santiago que cruzan tierras gallegas. Pedalear siguiendo los pasos de los peregrinos no era una experiencia nueva para él porque ya lo había hecho desde el sur de España (Vía de la Plata) y desde Ginebra (Suiza), pero en esta ocasión fue especial porque, además del reto personal, tenía otro aliciente: recaudar fondos para Cáritas de O Grove.
A Juan le impresionó conocer de primera mano el trabajo de los bancos de alimentos que, ahora con la pandemia, están siendo un salvavidas para muchas familias. Quiso aportar su grano de arena y decidió utilizar su aventura ciclista como reclamo para recaudar fondos a través del crowdfunding. Consiguió unos 700 euros a través de aportaciones llegadas desde O Grove y de grovenses repartidos por el mundo (Estados Unidos, Francia, Canadá, Alemania...) y, aunque está muy contento con el resultado, la próxima vez lo hará mejor, dice. En el futuro -porque habrá más ocasiones- abrirá una cuenta a través de una sede bancaria para que personas como su madre, que no se atreven con Internet, lo tengan más fácil a la hora de hacer un ingreso.
Quizás la ocasión se brinde con ese Santiago-Roma que le ronda por la cabeza. Le gustaría poder hacerlo en este año Xacobeo, pero el covid-19 lo está complicando todo. Mientras tanto, los siete caminos realizados en abril ya no hay virus que se los quite. Empezó en Tui con el Camino Portugués y siguió por el Sanabrés, el de Invierno, el Francés, el Primitivo, el del Norte y el Inglés.
Los paisajes de O Cebreiro y las praderas de Lugo ya las conocía, pero no dejan de maravillarle. Especialmente duro fue pedalear por el Primitivo, cuyos repechos le obligaron a bajarse de la bicicleta más de lo que había previsto. «Botei máis tempo empuxando que enriba da bici», relata. Tampoco olvidará su paso por Carracedo (Caldas), porque allí vivió el momento más emotivo de este viaje cuando lo paró una niña para regalarle una concha de vieira. Después supo que en su colegio (un centro rural agrupado) tienen por costumbre interactuar con los peregrinos para conocer sus andanzas a través de las redes sociales y, así, viajar un poco con ellos. Por supuesto, la concha acompañó a Pichi hasta llegar a su casa en O Grove, donde ocupa un lugar privilegiado en su colección.
Juan Prieto nunca se había visto tan solo haciendo el Camino. «En vinte días cruceime só con cinco persoas. A medida que te achegas a Santiago vas atopando algo máis de movemento, pero moi pouca xente», afirma. Cosas de la pandemia. Tal es la situación que hasta tuvo problemas para encontrar donde dormir; los albergues públicos están cerrados y hay muy pocos privados disponibles. De hecho, en Sarria le abrieron uno ex profeso con la condición de que apagara la calefacción al dormir, porque los 10 euros que le cobraron por la noche no daban para amortizar el gasto; en O Barco también tuvo la suerte de que le abrieron el albergue municipal para él, pero en Lalín no encontró donde pernoctar y tuvo que seguir rodando hasta Santiago.
El cicloturismo le sale barato a Juan Prieto. En esta ocasión siempre recurrió a albergues y en Ferrol, a un hostal; no se llevó la tienda de campaña, pero sí la cocina y lo básico para ser autosuficiente. De hecho, es uno de los atractivos que le encuentra a esta forma de viajar: «Desfrutar do contrario do habitual, que é a comodidade, sobre todo os primeiros días». Y es que, cuando las jornadas son largas y duras, Pichi tampoco se priva de darle una alegría al cuerpo durmiendo en blando y dándose un baño de agua caliente.
Sus piernas acumulan miles de kilómetros y su retina, un sinfín de postales que le han hecho conmoverse con la inmensidad y los colores de la Patagonia o los pequeños pueblos medievales de Francia. Por su profesión, montaje y dirección de casinos, Juan Prieto tuvo oportunidad de estar en otros países: República Dominicana, Venezuela, Eslovaquia y en los últimos años en activo recorrió media España. Por eso puede decir con conocimiento de causa que «Galicia non ten nada que envexarlle a outros sitios», aunque el chovinismo no va con él y añade que hay otros muchos lugares preciosos, donde se puede comer bien y se encuentra buena gente.
Por estos otros caminos han quedado momentos dulces, como el de noviembre de 1989 cuando se fue a picar el muro de Berlín, y algunos amargos, sobre todo en Venezuela, a raíz de la llegada de Chaves al poder. Y por supuesto, la vida en los casinos le ha dejado algunos momentos de película, como aquel del atraco con pistola o el cambiazo con fichas falsificadas que le dieron unos chinos.
Aquellos avatares quedaron atrás y ahora reparte su tiempo entre la pulpería familiar en O Grove y haciendo planes con su KTM del modelo 1964 -que sacó la firma para conmemorar su 50 aniversario-, que le regalaron su madre y su hermano en 2014. Desde entonces ha sido un no parar, y Roma espera.
Los inicios, en pañales
Lo suyo era el fútbol, de hecho llegó a jugar en regional preferente con el Anduriña de O Grove, pero los años no perdonan y cuando con 50 se colocó de nuevo ante el balón, el cuerpo dijo basta y tuvo que dejarlo. Unos amigos, «los javieres» y Esteban, le animaron a subirse a la bici, y hasta hoy, aunque los inicios no fueron fáciles. El primer día se subió al sillín sin más e ir sin culote le pasó factura; al segundo día, como no era cosa de rajarse ante los amigos, no dudó en ponerse un pañal para amortiguar el dolor en el trasero. Aprendió la lección y la logística no volvió a ser un problema.