El entroido de O Grove y el enterro da sardiña de Vilaxoán son rescoldos del carnaval auténtico
19 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Me gusta el entroido de O Grove, sus choqueiros y sus coplas. La recopilación de esas letras es un documento de historia oral y escrita imprescindible. Se conservan coplillas de 1950 en las que se hace burla de las bateas, que por entonces se empezaban a instalar en la ría y eran llamadas portaviones: «Vou para os portavións, dádeme unha copa de caña, que pagan os mexilóns».
En las coplas de 1950, se ironizaba sobre los emigrantes, que entonces empezaban a marcharse a Estados Unidos y a Holanda. «Esta es la canción del holandés, saleu 15 días de O Grove e xa veu falando inglés». De entonces data una curiosidad del callejero de O Grove: llamar calle Catorse a la calle Castelao. Fueron los emigrantes en Nueva York quienes, al retornar y ver la rúa llena de edificios modernos, empezaron a decir: «Parese a Catorse». Ya en 1971, hubo coplas referidas al tabaco de batea: «Aiche máis de oito meses, este mar tan farturento, tróuxonos unha sorpresa, e puxo a todos contentos, ó salir un novo día, empezaron a anunciar, que en vez de encontrar marisco, había paquetes no mar».
Del Casino al gasoil
En los años 70, también subía el gasoil: «Lo que pasa en este Grove, pois xa todos o sabemos, aumentáronlle o gas, ós pobres dos mariñeiros». A principios de los 80, comenzaba el run run del traslado del Casino de A Toxa: «Xa ten chorra, hasta nos queren sacar ese Casino de A Toxa. A ese home dos impuestos, haiche que destruílo, quérenos sacar da Toxa, e poñelo no Porriño».
El entroido de O Grove siempre ha sido el más apegado a la tradición de cuantos se celebran en O Salnés. El resto del carnaval arousano ha sido colonizado sin remedio por una estética ajena de coloridos brasileños. Es el triunfo del lujo y la pedrería frente a los trapos auténticos y las tradiciones seculares.
Vilagarcía, nada
En 1992, Vilagarcía intentó recuperar el auténtico espíritu del entroido, abandonando las cabalgatas organizadas y ordenadas para optar por el libre deambular de choqueiros y grupos por el centro. Pero fracasó. Aquello era cambiar Tenerife y Río de Janeiro, la imitación, por el dejar hacer al estilo de O Grove, y al público lo que le gusta es la cabalgata, los premios, ver el desfile, lo demás le parece una cosa antigua y paleta. Aquel tiempo de la burla universal en que se autorizaban la locura y la huida de la norma se ha convertido en una dura competición y en una enorme lluvia de estrellas. ¡Qué le vamos a hacer!
Penurias del siglo XVIII
Fue a partir del siglo XVIII cuando el carnaval en España abandonó la burla social y religiosa para adoptar formas italianizantes: una réplica del fasto transalpino en el disfraz y una reclusión de la fiesta en los salones sociales de baile. Felipe V y Fernando VI prohibieron las máscaras y restringieron la liberalidad de las costumbres. Carlos III devolvió la fiesta al pueblo, pero en locales cerrados. Sin embargo, en Galicia y en núcleos rurales aislados de España, pervivió el alegre espíritu de la Edad Media, y con él la tradición del entroido. Ese espíritu se conserva en los choqueiros y en algunos grupos críticos, ingeniosos y espontáneos.
Aquella buena comitiva
En esa amalgama de grupos auténticos habría que colocar el enterro da sardiña de Vilaxoán. ¿Se acuerdan? La comitiva bajaba desde Vilaxoán a Vilagarcía el miércoles de ceniza al caer la tarde y venía todo el pueblo. Allí estaba Manolo Chocolate, que parecía un cardenal venerable, las plañideras llorando como si con la sardina se les fuera la vida, los niños con sus disfraces. Y había velas, y antorchas, y coplas fúnebres.
El enterro servía para que Vilaxoán demostrara su capacidad para organizarse, sus ganas de vivir y su entusiasmo colectivo. Era el único día del año en el que Vilaxoán entero bajaba a Vilagarcía, una invasión pacífica para dejar testimonio, año tras año, de dónde estaba lo auténtico, la esencia de un pueblo que había sido Concello pero seguía manteniendo sus señas de identidad. Dejó de celebrarse algunos años, pero volvió a salir en 1998, cuando se retomó el testigo desde O Fogar do Pescador impulsado por las mujeres. Ese año fue glorioso, porque alrededor del entroido se presentó un libro de Teo Cardalda y se leyeron poemas del sociólogo y urbanista Daniel Pino en un acto que fue presentado por Gonzalo Bouza-Brey y Xesús Alonso Montero.
Hacia el British Cemetery
Siempre que pienso en el enterro de Vilaxoán, recuerdo aquel entierro real del año 1919, en el que uno de los jefes de la escuadra inglesa falleció en Vilagarcía y, mientras el cortejo fúnebre recorría las calles de la ciudad camino del British Cemetery, la banda de música del buque insignia de la Armada tocó la marcha fúnebre de Chopin, lo que animó a cantarlo a las mujeres de Vilaxoán que admiraban el desfile. El almirante inglés se dirigió al alcalde de Vilagarcía: «Le felicito sinceramente por gobernar esta pequeña Atenas donde hasta las pescaderas saben cantar la música de Chopin». Y sí, cantaban, pero con letra carnavalera: «Momo murió, suerte fatal, fue a morirse en carnaval, de comer lacón con grelos, de sabor superior, de su paso por el mundo, porcalladas nos dejó».