Aquel tiempo en que los veraneantes eran pupilos que convivían en casa de los vecinos de O Grove

leticia castro O GROVE / LA VOZ

O GROVE

CEDIDA

Muchos turistas de Ourense o Madrid, trabaron grandes amistades: comían juntos, compartían vivienda y se divertían en unas vacaciones de otra época

28 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

O Grove dispone en estos momentos de 10.666 plazas turísticas, situándose de esta manera como la quinta localidad de Galicia con mayor número de alojamientos. La localidad arousana siempre acogió una gran cantidad de visitantes, incluso cuando la oferta hotelera no era tan numerosa ni los apartamentos o viviendas turísticas como tal eran una opción más para pasar las vacaciones. Pero las casas de los vecinos siempre tuvieron las puertas abiertas para recibirlos a cambio de unas pesetas, que venían bien para completar los sueldos que entraban en casa.

Aquella modalidad de veraneo, utilizada mayormente por familias de Ourense o de Madrid que llegaban atraídas por el mar y por los encantos del lugar, comenzó a tejer amistades que fructificaron con los años. Lo que se estilaba en los años 70 y 80, o quizás incluso antes, era alquilarles algunas habitaciones y compartir con ellos las zonas comunes, como la cocina o el patio. Si hacía falta alquilarlas todas, las familias se buscaban la vida, se apretaban o trasladaban incluso al fallado los colchones. Lo recuerda bien Lorena Meis, que vivió aquella época cuando era niña: «A miña nai tiña unha amiga que alugaba e víñalle xente de Madrid que xa non lle collía na casa e pediulle o favor, e así empezou alugando a parte de arriba da casa», cuenta. A aquella gente se les llamaba coloquialmente «os pupilos», que repetían aventura cada verano.

Viviendas como hoteles

Al comenzar la temporada turística, las casas se transformaban en improvisados hoteles. «Eramos especialistas en mudanzas», recuerda Lorena, «porque as nosas habitacións eran para os pupilos». Aquella era una época feliz: «Eu era unha nena e era como un xogo, pero temos durmido no salón, no faiado… Onde se podía, vamos, ata que a miña nai fixo un cuarto no patio para a miña irmán e para min».

Los veranos eran divertidos porque los turistas se volvieron asiduos, en este caso a Casa Joaquina. Cada uno tenía su estante en la cocina y en la nevera. Sin embargo Joaquina, la anfitriona, era la que les cocinaba, así que comían todos juntos y a la menor de las hijas, la cuidaban los pupilos. «Pola mañá ía con uns á praia e pola tarde con outros».

La familia tenía que implicarse para atender a estos turistas que se convirtieron en amigos con el paso de los años, pues recordemos que aquello al fin y al cabo era un negocio. Las habitaciones había que limpiarlas aunque tuvieran un trabajo aparte.

Esos recuerdos felices de los que habla Lorena los tienen también aquellas personas con las que no perdieron el contacto. Muchos años después, sus hijos descubrieron que Lorena también disponía de alojamiento y volvieron al mismo lugar. «Lembro que ata os sete ou oito anos, cada mes de agosto iamos pasar as vacacións a O Grove, a Casa Joaquina, alí xuntabámonos con máis xente de Ourense e con madrileños e ceábamos todos no patio», explica Andrea, hija de una de esas veraneantes asiduas.

Iban juntos, con las otras familias a la playa, montaban fiestas en el patio. Andrea incluso recuerda a Manolo, el padre de Lorena, haciéndole los biberones. Corrían entonces otros tiempos, caracterizados por otra manera de relacionarse y otra forma de viajar, de las que unos y otros guardan en la retina muy buenos recuerdos.

Intercambio. Lo de irse de vacaciones para muchas familias de O Grove no era una opción, así que los veranos de Lorena, en este caso, consistían en pasar unos días a la casa de quienes habían estado en la suya, y a quienes, en cierta forma, consideraba familia. A Madrid, Ourense o Ponferrada.