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Ricardo Sánchez baja la persiana de su establecimiento tras una trayectoria feliz de 26 años en la localidad arousana. El artesano sí mantendrá abierta la tienda de Sanxenxo donde comercializa sus diseños
25 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Entre los planes de Ricardo Sánchez, que siempre quiso diseñar sus propia joyas, nunca estuvo el de abrir un establecimiento en el pueblo que lo vio nacer, O Grove. Que al final lo materializase tuvo más que ver con el devenir de la vida y con el intento por hacerse hueco en un oficio que en su familia no tenía precedentes, pues era hijo de bateeiros. Abrirse camino como la primera generación en una profesión como esta no era fácil, pero era su sueño. Se formó en las más prestigiosas escuelas. Primero en Vigo, luego dando el salto a Madrid y más tarde en Barcelona, en la Escuela Massana, donde se especializó en joyería contemporánea.
Ricardo quería aprender en los mejores lugares posibles. Por eso, tras hacer la mili, se fue a Bosnia a la guerra, pues tenía que ahorrar para sufragar el curso en Cataluña. No tuvo dudas. Allí, confiesa, era feliz, y vivió aquel sueño de artista, participando en exposiciones, en las que también vendía algunas de sus piezas. Había que darse a conocer, pero era un trabajo bohemio que no le permitía tener una nómina fija, por así decirlo. Así que, aunque pensó en establecerse junto a su pareja, Ino, en la ciudad condal, acabó regresando a O Grove.
Tenía apenas veintitrés años cuando abrió su negocio, en el 107 de la calle Castelao. Corría el año 1999. Su idea era hacer una galería de joyas, un concepto totalmente distinto al que existía en la localidad arousana, donde en aquel momento había ya seis joyerías. No obstante, pronto tuvo que desterrar la idea y sucumbir a la vertiente comercial. «Había que meter reloxos Casio e outras cousas que a clientela demandaba», cuenta, porque la joyería de autor era una idea bonita, pero había que pagar facturas.
Dos años después, coincidiendo con el cambio de sentido de la calle, se mudó a la arteria comercial, conocida como la Catorse, donde era difícil encontrar un local vacío por aquel entonces. Era un momento de plena efervescencia empresarial, y tanto Ricardo como Ino tenían ganas de comerse el mundo. Se lanzaron a la aventura, abrieron tienda también en Sanxenxo y valoraron hacerlo tanto en Oporto como en Pontevedra, donde incluso apalabraron algunos locales. En el 2015 llegó la tercera mudanza en O Grove, con el traslado al emblemático edificio de La Celestina, que en su día albergó también el mítico pub Vinilo. Y desde ahí, con muchas alegrías a sus espaldas y muy buenos clientes, ponen punto final ahora a la aventura en tierras mecas.
Con los cincuenta ya cumplidos, Cardy busca una vida más sosegada, sin dejar atrás el oficio. El cambio en la forma de consumo, reconoce, hizo mella en el negocio, y en O Grove quiere cerrar un ciclo. Quienes quieran adquirir sus joyas podrán hacerlo en Sanxenxo, donde no tiene pensado cerrar la puerta a corto plazo. «Alí vendo ben, sobre todo o que son os meus deseños, teño unha clientela fiel», señala. En la península meca la dinámica de compra es distinta. «Máis encargos, arreglos e producto comercial». Quizás lo comercial, donde cada vez es más complicado competir con los gigantes, es lo que de alguna manera también le ha hecho plantearse echar el freno: «El comercio en estos diez años cambió mucho», apunta Ino, su pareja, detrás del mostrador. «Xa hai que non compramos o que nos gusta, senón o que o cliente pide», añade Ricardo. El 30 de abril, tras veintiséis años, Cardy Joyero cerrará una etapa en O Grove, que suma así otro cierre de persiana. Lo hace feliz y agradecido a los que depositaron en él su confianza en este cuarto de siglo.

El banco de trabajo. Las antiguas máquinas y mesas que certifican la labor artesanal de Ricardo. Un oficio que en ocasiones no está lo suficientemente valorado. Su rincón y su herramienta dan fe de todo lo que ha vivido en su taller.