
Las referencias en femenino son mínimas en todo tipo de espacios públicos
04 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.En demasiadas ocasiones, la obra de Rosalía de Castro se ha querido reducir a una escolma de poemas costumbristas y llorones. Afortunadamente, la voz de la escritora de Padrón llega sin intermediarios a quienes se acercan a sus libros para descubrir en ella fortaleza, resistencia, feminismo. Sobran los motivos para que Rosalía se haya convertido en un símbolo de la Galicia que se reconoce a sí misma. Sobran los motivos, pues, para que su nombre bautice calles y colegios por todo el país. Sin embargo, a la Rosalía que se decidió a escribir «porque todavía no les es permitido a las mujeres escribir lo que sienten y lo que saben», no le habría gustado encontrarse tan sola dando nombre a todo tipo de espacios públicos. Desde calles, hasta centros de enseñanza. Y es que en la comarca, de los más de cuarenta colegios e institutos existentes, solo tres tienen nombre de mujer, y dos de ellos han sido bautizados como la escritora padronesa. El de Julia Becerra Malvar es el nombre que, desde el colegio de Ribadumia, completa ese triste tridente.
Julia Becerra fue una mujer adelantada a su tiempo, una condesa que hace más o menos un siglo se metió en política y rompió moldes. Sin embargo, si el colegio de Ribadumia lleva su nombre, no es por todos los pasos adelante que dio en vida, sino porque legó a Ribadumia las tierras en las que, entre otras cosas, se levantó el colegio. Corría el año 1966. Que menos que bautizar con su nombre al entonces modernísimo recinto educativo.
Rosalía de Castro y Julia Becerra son los únicos nombres de mujer en una lista en la que, es verdad, tampoco abundan los centros bautizados por varones. En eso de nombrar los edificios en los que se transmite el conocimiento y el saber no se ha caracterizado la comarca por hacer alarde de imaginación, y normalmente se opta por la opción toponímica. Aún así, algunos lugares han reservado las placas de estos edificios para honrar a algunos de sus hijos ilustres. Buena muestra de ello es Cambados, que ha bautizado a sus institutos con el nombre de su gran poeta, Cabanillas, y con el de su mejor escultor, Asorey. También dedicó colegios a Antonio Magariños y a Enrique Barreiro Piñeiro. El principal colegio de Vilanova lleva el nombre de un escritor nacido en la villa, Xulio Camba, mientras que en O Grove homenajean al padre del esperpento dando su nombre, Valle Inclán, al centro de Primaria de Ardia. En Valga le han hecho los honores al académico Ferro Couselo. ¿Y Vilagarcía? Aquí hay sitio para Armando Cotarelo, Fermín Bouza Brey y Miguel Ángel González Estévez.
La justificación de algunos de esos nombres es evidente. La elección de otros cuesta entenderla un poco más. En cualquier caso, no se trata de negar los méritos de quienes sí han logrado un hueco en la memoria colectiva, sino de poner en duda que no haya habido más mujeres, al margen de Rosalía de Castro o de Julia Becerra, cuyo currículo justifique que den nombre a nuestros centros educativos, a nuestras calles, a nuestros parques.
En Vilagarcía, el Concello ha decidido poner en marcha una revisión del callejero de la localidad. En él, solo hay diez vías bautizadas con nombre de mujer. No es este, ni mucho menos, un problema exclusivo de la capital arousana. Basta repasar las principales calles de las localidades de la orilla sur de la ría de Arousa para darnos cuenta de que -de nuevo con la excepción de Rosalía de Castro, que asoma en algunos lugares dando nombre a vías importantes- estas suelen tener o bien nombres tradicionales, o nombres de varón.