La campeona paralímpica viguesa Susana Rodríguez Gacio, que sufre albinismo óculo-cutáneo, contó ante el alumnado del CPI Julia Becerra Malvar que el deporte le ha enseñado el valor del esfuerzo, pero también a «aceptar mis limitaciones»
25 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.La educación es esto. Un auditorio, el de Ribadumia, lleno de rapazada. Una mujer sola sobre un escenario. Se llama Susana Rodríguez Gacio, es de Vigo, tiene 33 años y una historia que contar. Para presentarla debemos echar un vistazo a la mesa que hay sobre la tarima: en una cajita descansa la medalla de oro que ganó en Tokio, donde se proclamó campeona en la prueba de paratriatlón. Ella solo la sacó al final de la charla, porque aunque sus éxitos olímpicos son su carta de presentación, no son lo que la define como la mujer fenomenal que es: atleta, médica y fisioterapeuta. Es, además, una persona con una enfermedad rara -un caso cada 20.000 personas-, el albinismo óculo-cutáneo que hace que su pelo sea tan rubio; que su piel sea tan clara que aunque se embadurna en protección 50, acaba con pequeñas quemaduras cada vez que compite; que sus ojos castaños y de pestañas casi blancas le ofrezcan apenas un 10 % de visión.
«Tengo esta discapacidad desde mi nacimiento», explicó ayer ante los alumnos de Secundaria del CPI Julia Becerra Malvar. Pero tuvo suerte, porque «mis padres nunca me dijeron ‘no puedes hacer esto porque no ves'». «Mi hermana mayor tiene dos años más que yo y fue mi referente. Todo lo que ella hacía, yo iba detrás». Y así aprendió que, con esfuerzo, con tesón y a base de insistir, podía llegar hasta muchos sitios. «Se suele decir que querer es poder, pero eso no es verdad. No todo lo que queremos lo vamos a conseguir. Por ejemplo, aunque yo quisiese ser piloto de avión, no podría ser. Pero si quieres algo y lo quieres de verdad, si te esfuerzas, vas a tener muchas papeletas para conseguirlo. Si lo logras, ¡enhorabuena!. Y si no, vas a tener la certeza de que hemos hecho todo lo posible, y eso da mucha tranquilidad», reflexionó ante un auditorio lleno de adolescentes que escuchaban en silencio la historia de una mujer que estudió en un colegio «con compañeros sin discapacidad». «A mí me ayudó y fue muy enriquecedor para mis compañeros». Hasta allí acudía, dos veces a la semana, una profesora de la ONCE para enseñarle a sacar el máximo partido a su exigua visión. «No me gustaba nada salir de la clase de educación física para ir con ella. Me hacía ser diferente y yo no quería», relata Susana. Pero fue en aquellas clases donde se le abrió la puerta del deporte, porque fue aquella profesora quien le sugirió participar en un campeonato de atletismo adaptado en Madrid. «Han pasado un montón de años y no me aburrí», dice. Todo lo contrario: en Tokio ha probado la miel del triunfo olímpico. «Hace años toqué la medalla de oro de Gómez Noya. Y me dije que no iba a volver a tocar otra si no era la que ganase yo», recordaba. Ganó el oro en la prueba de paratriatlón: 750 metros de natación; 20 kilómetros de bici y cinco más de carrera. No podría haberlo hecho, recalcó, sin la ayuda de su guía, Sara. Nada unida a ella por una goma. Pedalean juntas en un tándem en el que la coordinación es fundamental. Y corren también unidas por una pequeña cuerda. Sara no es el único apoyo de Susana: en las pruebas de atletismo en las que también participa su guía es Celso, con el que entrena todos los días en Vigo. Y el resto del equipo: el entrenador, los fisioterapeutas, la psicóloga deportiva...
Ese equipo —el de ahora, los que fueron antes— resultan fundamentales en la trayectoria de Susana. Porque, como ocurre con cualquier atleta, el éxito olímpico no es más que el momento cumbre de una carrera de fondo, como la selectividad para un estudiante, dijo ella. En su caso, una carrera con obstáculos extra, en la que el día a día exige más de lo normal. «No ves, así que como no ves no puedes aprender por imitación». Para entrenar, para adoptar las posturas correctas, «debes hacerlas con tu propio cuerpo», y eso exige paciencia tanto a quien está aprendiendo, como a quien está enseñando. Por eso es tan importante crear espacios en los que las personas con discapacidad puedan desarrollarse también en el ámbito deportivo. Y por eso Susana impulsa, en Vigo, una escuela de atletismo abierta a rapazada con y sin discapacidad.
Asegura esta campeona olímpica que el deporte le ha enseñado muchas cosas. En Tokio, dice, conquistó lo más alto del podio, pero en Río de Janeiro «no me fue tan bien». Sin embargo, ya allí descubrió la dimensión extraordinaria de valores como la igualdad y el respeto. «En el comedor había un chico sin brazos que estaba comiendo arroz con palillos que manejaba con los pies», dice. La escena, relatada por su guía, le hizo pensar que «hay gente que tiene problemones enormes y que hace las cosas», lo que supuso un acicate y le enseñó, además, el valor de «apreciar lo que tienes».
«El deporte me ha enseñado muchas cosas: a ser tolerante, a respetar el trabajo de los demás y a aceptar mis limitaciones. Tú puedes entrenar mucho, pero puede llegar otro y hacerlo mejor que tú». Practicar deporte inculca valiosos valores. Pero resulta, además, fundamental para llevar un estilo de vida saludable. «Me gustaría que todos salieseis de aquí sabiendo lo importante que es dedicar al menos media hora al día a moverse», señala.
El público la escuchó atentamente. La primera pregunta llegó pronto, de boca de Sergio, quien quería saber si Susana Rodríguez Gacio prefiere del deporte o la medicina, carrera que estudió tras hacer fisioterapia. Los años en la facultad fueron difíciles, porque al principio «alguna gente se preguntaba qué hacía yo allí», una cuestión que se fue diluyendo curso tras curso. Pero contestando a Sergio: «A mí lo que más me gusta es el deporte, pero del deporte solo pueden vivir algunos futbolistas. La medicina va a ser lo que me dé de comer mañana».
De la portada de la revista Time al auditorio de Ribadumia
La visita que realizó Susana Rodríguez Gacio a Ribadumia fue cosa de los alumnos de tercero de la ESO del CPI Julia Becerra Malvar. Un trabajo de periodismo para su clase de Lengua ha llevado a ese grupo a reflexionar sobre el deporte como medio de superación. Buscando testimonios con los que ilustrar sus trabajos, no tardaron en llegar a Susana Rodríguez, cuya hermana fue docente el pasado curso en el centro de Ribadumia. Aprovechando esa buena fortuna, contactaron con ella y la entrevistaron. Y su testimonio les pareció tan enriquecedor que decidieron compartirlo con el resto del alumnado de Secundaria a través de una conferencia. Susana, que llegó a ser portada de la revista Times, recogió el guante y ayer se presentó en Ribadumia para hacer algo que le encanta: compartir sus experiencias con la gente más joven, sembrando los valores de solidaridad, esfuerzo y respeto en sus cabezas. Este año, dijo, no podrá prodigarse demasiado en este tipo de eventos, ya que tiene muchos frentes a los que atender: desde el proyecto de una escuela de atletismo para rapazada con y sin necesidades especiales, hasta sus entrenamientos, con los que prepara para los retos que llegarán con el 2023.