O Salnés apunta al 2028 para la regularización del legendario tinto de Barrantes

El más espeso de cuantos vinos tintos se elaboran en Galicia descorchó ayer su fiesta grande. El encargado de chocar su taza en el brindis inaugural fue David Castro, alcalde de Ribadumia y presidente de la Mancomunidade do Salnés. Será difícil que en el resto del país se identifique este oscuro elixir con otro nombre que no sea el del legendario Tinto de Barrantes. Pero su denominación estricta es Tinto do Salnés, y esta es la etiqueta con la que el municipio arousano trata de regularizar un vino híbrido que de momento carece de identificación oficial y, por lo tanto, no puede ser comercializado. Castro habló del proceso de homologación, de la necesidad de que la folla redonda sea incorporada al registro de variedades de uva y de que su producto más conocido sea reconocido, en definitiva, como un vino más con todas las de la ley. También avanzó un horizonte posible: «Non antes do 2026 nin despois do 2028».

El regidor maneja la cunca con destreza. La levanta y la bebe con la mano derecha, apoyándola en el dedo índice. Aunque el tinto, ellos, ni tocarlo, Castro llegó a la carpa acompañado de un grupo de chavales ataviados de forma impecable como valedores del vino. «Se cadra estean aquí os valedores do futuro», auguró Castro, antes de dar por iniciada la 51 edición de una celebración que cada año va a más. El alcalde, a todo esto, vestía valientemente una camisa de un blanco inmaculado, un blanco perfecto para los densos lamparones del tinto. «Se a mancho ten remedio. Pero non con albariño. O albariño como moito clarea». Claro queda.

El sol y el buen tiempo ayudan a que el epicentro de la fiesta se llene en cuestión de minutos. Vamos con algo de información útil, empezando por el continente. El estand del Concello de Ribadumia vende las tazas a cuatro euros, las jarras a diez, el pañuelo con camiseta a 5,50 y el pano solo a un euro y medio. Ah, el agua, porque de todo hay en la viña del señor, cuesta otro euro. A partir de ahí, el contenido de una taza se cotiza a dos euros, la botella vale seis, y los estuches de dos y tres botellas, diez y quince euros, respectivamente.

A ambos lados del corredor central se disponen los puestos. La mayoría, ocupados por bodegas: Maravilla, O Lagar do Lebre, Lagar O Parral, Familia Gigirey (que ofrece un pincho distinto cada día; ayer tocaba paella de choco al tinto), Adega Mario, D'Arvelos (que apuesta por el caíño), Mouriño de Leiro, MayPa, Paula Padín, O Chasco Adega de Marola, Carlos Núñez, Adega do Avó y Asento de Núñez. No faltan ni el pulpo ni la empanada. Tampoco el jamón ibérico.

Al fondo, en lo que podría denominarse la zona gastro, Paco Caneda y Pilar Amoedo preparan la demostración culinaria que está a punto de hacer maravillas con el tinto en los fogones. El menú se compone de empanada de fariña milla con carne richada, pataca rechea de coello ao viño tinto e torrada de brioche do bispo con xeado de canela. Todo, maridado con un Cosmopolitan que sustituye el zumo de arándanos por tinto, naturalmente.

Las tazas quedarán echadas este mediodía, cuando se celebren las últimas catas y el jurado escoja los vinos que pasarán a la final. Alrededor de 130 referencias pugnan por seis premios en la categoría de tinto y otros seis en la de vino autóctono, elaborado con variedades reconocidas, como caíño, mencía o suosón.

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