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«Por mi experiencia sé que el futuro no está escrito»

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Peggy preparó unos burritos vegetales y una buena colección de entrantes para cenar el pasado jueves.
Peggy preparó unos burritos vegetales y una buena colección de entrantes para cenar el pasado jueves. óscar vífer< / span>

Peggy advierte de que las cartas del Tarot pueden ayudar, «pero no debes montar tu vida por lo que digan»

06 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Comenzó de casualidad, pero parece claro que estaba predestinada a trabajar en lo que trabaja. Peggy Raposo (Vilagarcía, 1975) saltó de un carrito de helados a La Bola de Cristal con un paso por las cámaras de TeleSalnés (hoy Canal Rías Baixas) entre medias. Allí, en La Bola de Cristal, podemos encontrar un herbolario o que nos echen las cartas. Es un centro de ayuda, en realidad. Una caja de sorpresas. Lo sabe bien un policía que, un día viendo las luces encendidas y la verja a medio bajar a la una de la mañana, entró pensando que podía haber algo raro. Abrió una puerta y vio un círculo de mujeres y de velas. Un aquelarre, debió pensar, antes de marcharse sorprendido. «La tienda empezó como un experimento, pero ha ido bien», dice Peggy. Al principio para vender una vela roja, o un cuarzo blanco, y ahora ya, a punto de cumplir los veinte años, muy escorada hacia el herbolario. Los clientes van a tiro fijo porque «antes -recuerda Peggy- teníamos que conseguir la hierba que salía en la Pronto».

Sobre la mesa, multitud de aperitivos y en la encimera, el relleno de los burritos preparado. La charla fluye porque a Peggy le encanta hablar. Lógico, una de sus habilidades es la de echar las cartas y ahí queda claro que lo de hablar es muy importante. Se ha encontrado de todo en ese mundillo. Sobre todo mucha desesperación. «Me dicen, ?hazme algo y solucióname la vida?, y eso me entristece mucho. Lucho contra eso», dice. El Tarot es pura energía, incide Peggy, que asegura que ella puede ver qué está pasando y explicarlo, «pero hay a quien no le gusta verse en el espejo», apunta.

Alguna vez las cartas salieron muy complicadas y se encontró en la tesitura de tener que decírselo al cliente. «Me he encontrado con personas que tenían problemas porque realmente eran malas. Tenían maldad, ira. La primera vez se lo tienes que plasmar de manera muy suave». Y peor aún: «He visto cartas muy malas», asegura. Quizás, por ello, ha decidido renunciar a la adivinación, «donde veías cosas terribles».

«Me he encontrado casos muy duros, de personas enamoradas de su compañero de trabajo. Y yo le decía ?filliña, no te mira?. Estuvo años viniendo a comprar velas y velas y velas y me decía ?tú eres joven, pero fui a un sitio donde me dicen que este hombre está embrujado y me están haciendo unos trabajos y lo voy a tener?. Y esa mujer sigue comprando velas catorce años después. Es frustrante. No me extraña que después nos pongan verdes», afirma. «Yo me puedo equivocar, pero no te engaño», concluye.

«Para mí, el futuro no está escrito. Tras veinte años de experiencia tengo claro que no puedes ver a ciencia cierta lo que le va a pasar, pero increíblemente sí puedes ver lo que le está pasando a alguien que tienes delante por primera vez», asegura Peggy. «Tenemos muchos recursos y la cartomancia es un arte pero no hagas tu vida por lo que te dicen las cartas», advierte. Ella sabe bien de lo que habla. Cuando abrió su tienda consultó a varias colegas cómo le iba a ir. Todas le dijeron que tendría problemas, como así fue, «pero yo decidí continuar». ¿Acertaron? Pues sí, porque todo lo que me dijeron que me iba a pasar me pasó, pero me faltó que me orientaran».

Lejos de lo que pudiera imaginarse, Peggy tiene también chicas jóvenes entre sus clientas, que «vienen porque el novio no las llama», y hombres. El género masculino, con otras inquietudes. La mayoría de ellos «porque tienen una novia y han conocido a otra pero tienen miedo a romper la relación. ?Si me dices que me va a ir bien con la otra, la dejo, pero asegúramelo?».

Y, cuidado, que se siguen poniendo velas negras para fastidiar. «Las ponen en la puerta de las casas, y la gallina con el cuello cortado en el portal», explica. Así que esas cosas aún pasan. Nosotros, por si acaso, nos fuimos bendecidos.