La última bala del Liceo fue una operación fallida con capital asiático

VILAGARCÍA DE AROUSA

Unos operadores culturales trataron de asumir la gestión de la sede para reflotarla
03 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.La centenaria historia de lo que hoy se conoce como Liceo-Casino de Vilagarcía se asoma a un catastrófico final, con la asamblea con tintes de funeral que, privada de dirección tras la dimisión del equipo de Antonio Castro, celebrará la sociedad recreativa en apenas unos días. Si los pocos socios que todavía pertenecen a la disciplina liceísta no eligen a un sucesor, la entidad habrá firmado su acta de defunción. Y aún así habría que ver si ese virtual presidente sería capaz de hacer algo más que liquidar el asunto, apagar la luz y cerrar la puerta. No queda mucho más que contar, pero la historia del Liceo se vería incompleta si no se hiciese público el último de los proyectos que buscaron salvarlo del naufragio y, como todos sus predecesores, acabó en nada. Sucedió hace tan solo unos meses y en él se habían involucrado una serie de inversores asiáticos.
Esto es, al menos, lo que figuraba sobre el papel en la opción que un grupo de operadores culturales presentaron a Antonio Castro a lo largo del año pasado. Lo del dinero asiático puede resultar incluso jocoso, después de aquel proyecto de aquapark para O Ramal que, urdido en tiempos de Fole en la alcaldía, tampoco pasó de una simple idea. Sin embargo, en esta ocasión había una lógica detrás de la propuesta. Con el brexit encima, algunos inversores internacionales parecen haber fijado su mirada en Galicia y Portugal para tratar de hacerse con inmuebles a buen precio en localidades con tirón turístico. Vilagarcía y la gigantesca sede del Liceo-Casino se ajustarían al perfil de lo que esta gente está buscando a la hora de reorientar ciertas apuestas económicas que la espantada del Reino Unido ha privado de interés allí.
Los contactos, aseguran quienes participaron activamente en este empeño, se establecieron en tiempo y forma, y la cosa avanzaba. El asunto consistía, fundamentalmente, en que los inversores asiáticos se hiciesen con la propiedad para ceder la gestión de las instalaciones a los operadores culturales durante el tiempo suficiente para permitir el desarrollo de un proyecto sólido, a cambio del pago de una cantidad económica por negociar en concepto de alquiler. En diciembre la cosa ganó velocidad. Tanta, que los nuevos gestores, que trabajarían en colaboración con la comunidad liceísta, a la que vincularían en sus iniciativas, tenían incluso una fecha para su desembarco en las dependencias de la calle Castelao: el 4 de enero, a tiempo para mostrar sus intenciones con la convocatoria de un gran baile de Noche de Reyes a la antigua usanza, con el objetivo de ganarse desde el primer momento no solo a los socios, sino también al resto del potencial público de la ciudad.
La precipitada marcha de uno de los principales impulsores del proyecto, que pocos días antes del día d abandonó España, lo envió todo directamente a la papelera. Sin solución de continuidad, viéndose obligado a despedir a tres de los cuatro empleados que todavía prestaban sus servicios en el Liceo, Castro tampoco tenía muchas más opciones que la que finalmente adoptó: irse a casa y comprobar si alguno de los 175 socios que aún pagan su cuota tiene el valor o la temeridad, según se mire, de coger el relevo.
Sus impulsores quisieron debutar con un baile de Reyes; la marcha de uno de ellos lo abortó
Una oferta hostelera de primer nivel y disposición total de las instalaciones
Esta última propuesta, obviamente, no ha podido desarrollarse, así que nunca sabremos qué podría haber dado de sí. Sí ha trascendido lo que sería su esqueleto argumental, que se fundamentaría en tres pilares. El primero consistiría en la reactivación del formato cultural de la sede de la calle Castelao, a través del establecimiento de alianzas con otros operadores a fin de compartir gastos y programar todo tipo de eventos vinculados tanto al arte como al entretenimiento. El segundo se sostendría en la recuperación del formato social del espacio, con su puesta a disposición de los diferentes agentes sociales de la ciudad y la comarca. Sus promotores se referían a clubes deportivos, asociaciones diversas e incluso formaciones del arco político sin distinción. Desde charlas y coloquios a mítines, bailes, banquetes y fiestas de todo tipo, para entendernos. Por fin, su proyección hacia el ámbito del turismo, un aspecto que, en opinión de los impulsores de la iniciativa, exigiría una oferta hostelera de primer nivel. Y por ella pensaban empezar.
Todo ello se resume en un principio: total disponibilidad de las instalaciones, amplias, diversas y bien ubicadas, para quien estuviese dispuesto a utilizarlas y a pagar un tanto por ello. ¿Qué pintaría en este esquema la que en su día fue la primera sociedad recreativa de Vilagarcía, rozando los tres mil socios? Estaría por ver, pero en principio los operadores que trabajaron esta iniciativa apostaban por mantener el vínculo con la familia liceísta como colaboradora preferente.