Los Fernández Pajuelo: última saga de la raia

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Antolín, el primogénito, se crio con su padre en A Guarda entre estraperlistas reciclados al tabaco, de los que aprendió el negocio antes de concentrarse en la coca, secuestros e intentos de asesinato

26 mar 2022 . Actualizado a las 12:45 h.

Antolín Fernández Pajuelo volvió en marzo a la rueda del narcotráfico intentando colar 3.700 kilos de coca por la ría de Arousa. Justo dos décadas antes, en 1990, cayó con 325 kilos en el Caribe a bordo del pesquero Terral Colindres. No era un alijo más apresado a gallegos allende de los mares, fue el primero y aún restaban tres meses para el big bang policial y judicial de la operación Nécora. Pero la figura del apodado Tolín no se dimensiona sin la de su padre. Tanto que él, a sus 53 años y con una ficha policial proclive a la caricatura, aún es para sus vecinos «el hijo de Nisco». El recuerdo de Francisco Luis Fernández Silva se mantiene presente en A Guarda (9.977 habitantes). Un empresario con poco ojo para los negocios, pero con la milagrosa habilidad de recomponerse siempre. Mariscos y pescados formaban su catálogo oficial de mercancías a despachar.

Respetado y de marcado carácter. También don de gentes, incluso cierto carisma y bastante carallán. Se rodeó de amigos con influencias empresariales y políticas en la comarca y a ambos lados del río Miño. Y es que Portugal era su segunda patria. Caminha y Valença principalmente. Con A Guarda enfrente y todo lo necesario para ayudar a mecer la cuna del estraperlo en la raia. Ahí sí entraría el muestrario oficioso de mercancías a comercializar: cobre, penicilina y café Sical. Todo cargado en rústicas barcas, acorde con los tiempos. Nisco estrenó la paternidad el 29 de julio de 1966 con la llegada al mundo de Antolín, primero, y luego de Alberto, también detenido por el alijo de marzo en Arousa tras una vida fiel a su hermano. Pero soplaban nuevos tiempos y el cabeza de familia se buscó la vida con afán inversor.

Influencia en Madrid

En 1970 encauzó el negocio. El Ministerio de Comercio le autorizó la apertura de una cetárea que oficializó durante años el mascarón de proa de sus ganancias. Se las arregló, con o sin recomendación, para obtener el consentimiento en Madrid. El documento -puede leerse en la web del Boletín Oficial del Estado- evidencia que Nisco, previamente, hizo los deberes ganándose a las autoridades da terra. De forma que su capital fue a más coincidiendo con la polinización del contrabando de tabaco en las Rías Baixas. Principalmente en Arousa y el tramo costero de A Guarda a Nigrán. Todo gracias a los portugueses y sus redes de distribución, las primeras en la Península. Viejos conocidos del café y socios con palabra de ley que tendían sus propios puentes. Algunos, también influyentes en su tierra, eran próximos a Nisco, principalmente en Caminha.

Llegaron nuevas inversiones para diversificar, como en el vino de O Rosal. Incluso se le recuerdan ciertos alardes, como desplazarse en helicóptero para saltar a Portugal o moverse por su zona. Aterrizó la democracia en España y aquellos vecinos de A Guarda con posibles, bien relacionados y cercanos a Nisco se ubicaron políticamente. Uno fue Manuel Díaz González, Ligero, albañil que hizo del estraperlo y el tabaco su maná. Lo siguiente fue la política -convirtiéndose en alcalde- hasta su muerte en 1989. También el hombre franquicia de Alianza Popular en aquella comarca remota. Lo que explicaría, años más tarde, el origen de los tejemanejes de Antolín en los círculos políticos donde ya compadreaba su progenitor. Y es que Nisco, al fin y al cabo, era uno más entre los cortesanos de Ligero. Por lo que Tolín creció y descubrió la vida entre viejas historias del estraperlo y seductoras aventuras de contrabandistas adinerados.

El pan de cada día en su círculo de referencia. Así que, de jugársela, nada podía salir mal. Su osadía, conocimiento de la costa y del mar lo catapultaron fugazmente. Por entonces, entre 1985 y 1988, ya se le conocía por Antolín el contrabandista. La hemeroteca recuerda que los primeros tambores de guerra del narcotráfico sonaron, en idénticos años, entre Arousa y A Guarda. Principalmente hachís. Al mismo tiempo crecía el comentario de que Galicia ya recibía cocaína, y Antolín le puso el cascabel el gato con los 325 kilos del Terral Colindres. Contrató al capitán y a la tripulación. Lo siguiente fue poner rumbo al mismo país caribeño que, casualmente, recibió desde el siglo XIX a los vecinos de A Guarda que iban a las Américas: Puerto Rico. En 1992, a la espera del juicio, decide fugarse para esquivar la previsible condena.

Escondites

Su propio pueblo y Portugal le sirvieron de escondite por algún tiempo. Se dejaba ver pero nadie lo denunciaba, tal vez por respeto al entorno familiar. Policialmente también se ubicó en Colombia, empatizando con organizaciones productoras de cocaína en territorios liberados de la guerrilla. Lo único seguro es que en 1994 emiten otra orden de busca y captura por su participación en un alijo hundido frente a la Costa da Morte. Pero su gran año fue 1995. En marzo demostró que no todo es blanco en el tráfico de drogas. Su voz se interceptó en el marco de la operación Papagayo. Hablaba con un proveedor en Colombia para recibir 12 toneladas de marihuana. Ya en primavera dio plantón a Baltasar Garzón en el juicio del Terral Colindres. También figuró entre los responsables de planear el asesinato del entonces juez estrella en su casa de Tomiño. Junto a él un oscuro personaje, Fernando Gil Martínez, su presunto socio.

Avendaño lo acusó ante la Audiencia Nacional de idear el secuestro de su hijo pequeño 1995 fue año de elecciones municipales y Antolín, aunque no figuraba en ninguna candidatura, volvió a copar titulares. Le prestó 22 millones de las antiguas pesetas -unos 132.000 euros-, tres meses antes de los comicios, al entonces alcalde de O Rosal, de la cuerda de su padre. El regidor las pasó canutas al trascender sus chanchullos con un narco prófugo. Pero Antolín no se fiaba ni de su sombra y le obligó a plasmar las condiciones del préstamo ante notario. Está por ver si también próximo a Nisco. El regidor alegó que los 22 millones servirían para arreglar la casa de una hermana, también admitió apuros financieros pese a sumar dos décadas en la poltrona. Ya en abril, en su pueblo, disparó a un camarero en una discoteca por mancharle la camisa. Su mal estado y poca puntería salvaron a la víctima. Vanitas Vanitatis, en Nigrán, era su otra barra de referencia. En 1996 seguía cruzándose en numerosas investigaciones. Incluso volando en avioneta, desde Portugal, para chequear las propiedades que poseía en A Guarda y repartió entre testaferros.

Lo siguiente, en marzo de 1998, fue la denuncia de Carmen Avendaño, ante la Audiencia Nacional, por planear el secuestro de su hijo pequeño. Ella aseguró entonces que se lo confesó uno de los dos contratados por Antolín. También sonó entre los sospechosos de la desaparición del industrial ourensano Guillermo Collarte. Ya en diciembre, Antolín volvió a superarse a sí mismo. Secuestró al hijo de un empresario de Cambados para retenerlo en un chalé alquilado por él mismo en Caminha. Tolín y sus tres compinches cayeron en Cascais tras desplazarse para cobrar el secuestro. Al mismo tiempo, en el chalé, la policía liberó al rehén. Nisco lo custodiaba con dos pistolas. La prueba definitiva de que sabía de los negocios del primogénito, encubrió su fuga y participó en un secuestro ideado para costear otro alijo de coca.

Favores judiciales

El juez de Caminha encargado del caso generó un escándalo, a las 72 horas, dejando en libertad a Nisco y los compinches de su hijo en Cascais. Solo Tolín ingresó en prisión, otra prueba inequívoca de las influencias de papá en el país vecino. El Gobierno luso tardó un año en reaccionar otorgando al juez un forzoso destino en las islas Azores. En 1999, durante otro juicio, un exsocio de Tolín lo acusó de planear con varios colombianos el asesinato de un narco de Cangas. Ya en el 2000 se desmanteló definitivamente su organización con un balance de 17.000 kilos de hachís, 687 de coca y 14.000 litros de whisky. Pero el mejor retrato de lo que simbolizó el clan de los Fernández Pajuelo se escenificó en el juicio por el secuestro del joven de Cambados. Era el año 2000 y un sacerdote de A Guarda declaró a su favor. Juró ante Dios y el juez que, pese a su historial, Tolín era buen rapaz. Y que su colección de delitos no implicaban una penitencia excesiva.

Antolín figuró entre los sospechosos de planear la muerte del juez Garzón en su casa de Tomiño

El patriarca de los Fernández Pajuelo observaba todo en la sala junto a su mujer. Dio igual, Antolín recibió la primera condena (cinco años) de su singular trayectoria delictiva. Tan prolífica que sus perseguidores, para caricaturizarlo y en referencia al mafioso Al Capone, le acuñaron hace ya dos décadas su propio mote: Al Pajuelo.