La excavación del cementerio de Vilagarcía prosigue sin hallar aún restos de los represaliados
VILAGARCÍA DE AROUSA
El detector de metales indica la presencia de partículas de hierro, oro o plata en la zona en la que se trabajará hoy
05 nov 2021 . Actualizado a las 21:21 h.Hace días, cuando la intervención todavía no había comenzado, el catedrático Lourenzo Fernández Prieto mostraba una profunda cautela sobre el proyecto de dignificación que el equipo multidisciplinar que coordina estaba a punto de emprender en el cementerio de Rubiáns. Los historiadores han hecho su trabajo, y tanto la profusa documentación que han consultado como las entrevistas realizadas a los descendientes de los represaliados confirman que los cuerpos de 16 personas, tal vez 18, que fueron asesinadas entre agosto de 1936 y noviembre de 1938 permanecen enterrados de cualquier manera en la fosa común del camposanto municipal de Vilagarcía de Arousa. Pero una cosa es haber constatado este hecho, y otra muy distinta poder dar fácilmente con sus restos. Ayer, en su segunda jornada, los arqueólogos excavaron bajo la atenta mirada del historiador Gustavo Hervella y del antropólogo forense Fernando Serrulla sin hallar todavía nada, más allá de algunos clavos y unos cuantos fragmentos de cerámica.
La zanja practicada desciende más allá de un metro de profundidad. «Traballamos por estratigrafía e sabemos cal é a capa de construción do camposanto, en 1905. Os corpos deberían estar nela ou na inmediatamente inferior», subraya Fran Alonso, del grupo de arqueólogos Tempos. Este no es, en realidad, el enterramiento original de los republicanos represaliados. «Hai que pensar que daquela os homes eran a principal fonte de sustento económico. A maioría das persoas que buscamos eran homes, e as súas familias, ao morrer eles, quedaron sen medios. Non puideron pagar as sepulturas e os corpos foron trasladados á fosa común», aclara Alonso. El cambio se ejecutó, además, entre los años 1943 y 1944, un momento en el que, explica Hervella, «os fascistas vían como a Alemaña nazi ía perdendo a guerra e vaise producindo un cambio de mentalidade, pensando que se a situación mudaba eles mesmos poderían sufrir represalias».
En Galicia, por otra parte, están bien documentados ejemplos de familiares que, andado el tiempo, rescataban los restos de sus seres queridos con nocturnidad y previo pago a curas o enterradores, o a ambos, según el caso.
Estos son únicamente algunos factores que contribuyen a dar cuenta de las dificultades a las que se enfrentan los investigadores. Pero, probablemente, la más influyente de todas ellas sea la propia evolución física del cementerio. Creado en 1905, fue objeto de una primera ampliación diez años más tarde. En 1956, las imágenes del celebre vuelo norteamericano que fotografió España desde el aire permiten comprobar que entre la capilla del camposanto y su cierre sur, donde se encuentra la fosa, no había nada. En este lugar se construyeron tumbas e hileras de nichos en los años 60, 70 y 80. Así que los cuerpos de quienes iban a parar a ella bien pueden yacer bajo estas estructuras, que obviamente no pueden ser demolidas.
En todo lo demás, en todo rincón en el que puedan hacerlo, los arqueólogos seguirán excavando. «Es nuestra obligación intentarlo en toda la superficie, salvo donde están las tumbas», sostiene el antropólogo forense Fernando Serrulla, que ha tomado muestras de la tierra para su análisis. Él será el encargado de estudiar los restos humanos, en caso de que aparezcan. Deberá observar, en primer lugar, posturas anómalas, producto de esos segundos enterramientos, así como señales de violencia. «Si se dan estos dos factores, estaremos probablemente ante un individuo represaliado». En ello pueden ayudar los detectores de metales, capaces de localizar casquillos y objetos. De momento, en un primer rastreo, el aparato señala la presencia de partículas de hierro, oro o plata bajo tierra, en el área en la que hoy excavará el equipo.
«No se trata de abrir heridas; este es un ejercicio de derechos humanos»
El Plan Cuatrienal de Memoria Democrática, que sufraga el Estado y en Galicia gestiona la Xunta a través de un convenio con la Universidade de Santiago, es fruto de la nueva Ley de Memoria Democrática. «Esto debió hacerlo el Estado y hace muchos años, de forma oficial, como en otros lugares del mundo. En Colombia, por ejemplo, existe una unidad estatal de búsqueda de desaparecidos», explica Fernando Serrulla. Con veinte años de experiencia en la apertura de fosas de represaliados en la Guerra Civil, a la que dedicó su tesis, el antropólogo forense defiende que el nuevo texto mejora la antigua Ley de Memoria Histórica y argumenta con solvencia la necesidad de este trabajo: «No se trata de abrir heridas ni de nada de eso. Este es un ejercicio de derechos humanos. De atender el derecho fundamental a ser enterrado con dignidad, algo que el ser humano practica con sus seres queridos desde hace trescientos mil años, y aquí permitimos que todavía haya gente enterrada en las cunetas».
Pese a las lógicas expectativas que se han creado, Serrulla no quiere dar lugar a falsas esperanzas: «En más de un 40 % de los casos que se investigan, sobre todo en cementerios, no se halla nada o no lo que se estaba buscando».