
El churrasco A Ría cumple 40 años y lo hace en plena forma, alimentando a su clientela con platos en los que no faltan nunca dos ingredientes: la calidad del producto y la experiencia de quienes lo cocinan
22 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Dice la canción que veinte años no son nada, pero cuarenta comienzan a ser toda una vida. Roberto Gerpe, uno de los propietarios del Churrasco A Ría (Vilagarcía) sonríe al pensar en ello. Cuarenta son los años que lleva en marcha el negocio que inició con su hermano «por necesidad» y que ha ido creciendo hasta convertirse en una referencia inexcusable de la restauración arousana.
Corría el año 1983 cuando los dos jóvenes apostaron por coger las riendas un local que su tío había regentado en la avenida Rosalía de Castro, a medio camino entre Vilagarcía y Carril. Aunque siendo estudiantes habían combinado las clases con el trabajo en el sector de la hostelería, dar el paso fue toda una aventura. «Pero non quedaba outro remedio que empezar a traballar», relata Roberto. Cuenta su historia sin alardes retóricos, sin épicas impostadas, con la sencillez de quien no quiere méritos que no le corresponden. Es curioso: es como si su carácter libre de artificios se hubiese adueñado de la cocina del establecimiento, de donde salen platos magníficos en los que gobierna la simplicidad. Quizás sea porque en la cocina de este asador «no hay secretos», según su propietario. Buen producto, personal con experiencia y buena mano, y trabajo. Sobre todo trabajo.
Recuerda Gerpe que hace cuarenta años, cuando el negocio echó a andar, eran en total cinco personas las que se encargaban de hacerlo todo. «Traballabamos moito. O meu irmán e máis eu facíamos de todo, ata pintar o local», recuerda. Claro que aquel local era mucho más pequeño que el que hoy recibe a los comensales: ha sufrido más de siete reformas, acompañadas en buena parte de los casos por ampliaciones que han permitido crear un comedor en el que caben algo más de doscientas personas. No tardará mucho el establecimiento en volver a sufrir una gran transformación: aunque todo está impecable es hora de dar un cambio. «As reformas fan que collas impulso, que volvas traballar con máis ganas», asegura Gerpe.
Pero volvamos a 1983, a aquel mes de junio en que todo comenzó. La carta estaba limitada «a cinco ou seis pratos, nada máis». Ahora, en la carta hay alrededor de ochenta referencias que han ido abriéndose hueco poco a poco. «Ás veces pensamos en reducila, en quitar algún prato, pero é imposible. Basta que pensemos en retirar algún para que nesa semana todo o mundo o pida e nos faga cambiar de opinión», dice el hostelero con una sonrisa.
A aquella media docena de recetas originales —las de siempre, las que no pueden faltar en un churrasco— se han ido sumando muchas otras alternativas. La carne, como no podía ser de otra manera, se lleva buena parte del protagonismo, y en A Ría se esfuerzan por servir producto de primera. Entre chuletones y secretos, el rey sigue siendo el churrasco: hasta 800 raciones sirven, solo para llevar, los domingos a mediodía. ¿Pero qué tiene el churrasco de este sitio? Gerpe sonríe: «Boa carne, bo carbón e terlle collido o punto». Y vaya que se lo han cogido aquí: los domingos hay quien se acerca al local para tomar algo al tiempo que disfruta del espectáculo en el que se convierte el reparto incansable de paquetes y el desfile eterno de bandejas y platos hacia el comedor. Porque, además de la buena comida, otra marca de la casa de A Ría es la perfecta coordinación con la que se mueve el equipo, del que Gerpe se siente tremendamente orgulloso. «En corenta anos, xa xubilamos a tres cociñeiras. E agora temos xente que leva con nós trinta anos, tranquilamente», señala. Y la experiencia se nota. También unas buenas condiciones: A Ría no tiene miedo a cerrar entre semana para garantizarse un merecido descanso.
Las carnes, ha quedado dicho, son el mascarón de proa de este restaurante. Pero llamándose A Ría, estaba claro que los productos del mar también tienen su peso en este paraíso gastronómico, que los fines de semana se llena y se vacía varias veces durante un servicio. Ofrecen siete variedades de pescados y «non é por presumir, pero pouca xente debe vender tanto peixe coma nós».
Será la gran variedad de platos, será la agilidad a la hora de atender al público o serán los precios que intentan ajustarse al máximo, incluso ahora que todo está disparado... Sea cual sea la razón, A Ría se ha convertido en un templo con sus propios fieles: familias enteras que han ido creciendo al calor de un restaurante que cuida de los suyos; vecinos que acuden a comer todos los días a un local que ya es como su casa; los turistas que no perdonan una parada en un asador con historia.