El diseñador Jorge Galiñanes abre tienda en El Callejón del Viento y sigue atendiendo a la mujer madura
17 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando tenía 26 años, entrevisté al diseñador de ropa femenina Jorge Galiñanes (Vilagarcía de Arousa, 1969) en el desaparecido bar España y me contó su sueño: abrir una empresa de moda orientada a una mujer de mediana edad porque «los fabricantes no se han dado cuenta de que las señoras de 65 años de hoy no son como las de hace 30 años. Les gusta vestir bien y solo se diferencian de las de 35 en la talla».
Ese sueño se hizo realidad. Jorge trabajó como diseñador para Antonio Pernas, Toypes, Mafecco, Kina Fernández, Luis Carro, Costura Tres y Kusilas, montó empresa propia con dos socios en Silleda y abrió la tienda Show Room en un piso de la vilagarciana calle General Pardiñas.
Pero su empeño más relevante y visible en Vilagarcía ha sido la inauguración, el pasado 31 de octubre, de su propia tienda a pie de calle en Rey Daviña, 29, esquina Juan Francisco Fontán, donde antes estuvieron dos boutiques de caballero: Homes y La 29. En El Callejón del Viento, Jorge Galiñanes sigue apostando por vestir con elegancia y exclusividad a la mujer madura. «Trato de buscar exclusividad para mis clientas y marcas que no estén muy vistas. Me fui a Italia y abusé de mis amistades de 30 años en el mundo de la moda. Tienen que ser prendas que no venda nadie en varios kilómetros a la redonda. Empresas tan especiales como Yerse, Van-Dos, Ferrache… Los fulares súper exclusivos de Cabanas y Noga. Los bolsos de Volum y Robert Pietri o la colección de ropa y complementos con toque bohemio, tipo boho-chic, como descuidado, que parece muy hippie, pero a la última, de Alibey», repasa sus colecciones.
Para llegar a este punto, Jorge Galiñanes ha pasado por múltiples vicisitudes. Su infancia entre la calle Santa Eulalia y el colegio José Antonio y su adolescencia, entre A Baldosa y el instituto Calvo Sotelo, donde sacaba buenas notas, pero llenaba sus cuadernos de dibujos donde se sustanciaba ya su vocación: diseñador de moda. Y así fue pues se formó en la escuela de diseño Goymar de A Coruña y, gracias a un premio conseguido en el Salón Costa Oeste de Fexdega (cuando Fexdega era la institución ferial más activa de Galicia), empezó a trabajar con el gran Antonio Pernas.
El salto definitivo a la profesionalidad llegó cuando lo contrató la firma Toypes de Lalín, donde estuvo nueve años como director creativo, entre 1996 y 2005, año en que montó una empresa textil de confección con dos socios. Eran tres marcas: la de fiesta se llamaba «Jorge Galiñanes» y se vendía en El Corte Inglés; la de punto y tejido era «Maia Seni» y la centrada en camisetas recibía el nombre de «3 eran Tres».
«Pero llegó la crisis de 2008, las tiendas empezaron a dejar de pagar, cuanto más pijas, peor, acabamos cerrando y yo me reinventé», recuerda. La reinvención consistió en trabajar como diseñador «free lance» para la empresa Kusilas S. L., pero eso supuso el radical cambio de trabajar con prisa. «Antes tenía seis meses para hacer una colección y de repente tengo 24 horas para diseñar un vestido. Una responsable de Inditex llamaba para decir que buscaban un vestido asimétrico con estampado de corazones y tenía que ser para ya mismo: diseñarlo, enviarlo por correo electrónico a una empresa turca de Esmirna, donde confeccionaban los prototipos y, al día siguiente, salían hacia A Coruña. Fue estresante», resume.
Además, debía abaratar costes como fuera. «Había discusiones de horas por 20 céntimos, pero si te iban a pedir 100.000 vestidos, era mucho dinero. Para mí fue brutal, no podías pensar, casi era más importante el tiempo que el diseño, tenía que viajar a ver los resultados a Esmirna y a Estambul, pero me enseñó muchísimo», relata.
Ahí estuvo entre 2009 y 2012. Entonces se cruza en su vida un trascendente factor personal: enferma su marido, Domingos Merino, que el lector recordará por haber sido el primer alcalde democrático de A Coruña (1979-1982). Estaba aquejado de una grave enfermedad neurológica y Jorge aparca el trabajo. Durante 7 años, su casa se convierte en un hospital. En 2018, fallece su esposo y Jorge Galiñanes regresa a su ciudad natal, donde ya había abierto una tienda en un piso de General Pardiñas. Ahí fue haciéndose con un prestigio hasta que se trasladó al Callejón del Viento.
Ya a pie de calle, ¿cómo analiza Jorge su clientela? «El 50% no es de Vilagarcía, sino de Pobra, Ribeira, Pontevedra… No sabía que vinieran tantas señoras de fuera a comprar aquí», explica. Sobre el tópico o la realidad de la elegancia de la mujer vilagarciana, Jorge tiene una teoría: «Vilagarcía fue muy elegante siempre. Al final, son cuatro calles, la gente se encuentra en el café y en el restaurante y a las señoras no les hace gracia encontrarse con otro abrigo igual. En Madrid o Barcelona, se baja a comprar el pan de cualquier manera. Aquí se arreglan para bajar a la panadería Lourido. Hace 100 años, Vilagarcía tenía tiendas que no había en otras ciudades, hay tradición de buen comercio, tenemos barberías preciosas, cafeterías con mucho encanto… Vilagarcía siempre ha sido una ciudad con buen gusto y el buen gusto se contagia», concluye Jorge.