Narcos arousanos de ayer y hoy

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre EL CALLEJÓN DEL VIENTO

VILAGARCÍA DE AROUSA

MONICA IRAGO

Algunos detalles y personajes de la serie Marbella nos recuerdan a Arousa en los años 80

26 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El aparcamiento del instituto de Fontecarmoa era un símbolo de la comarca de Arousa en los años 80. Ningún guionista lo ha metido en un libro o serie sobre narcos, aunque sí salieron sus bocadillos. En cierta ocasión, Lito, corresponsal de El Correo Gallego, publicó un reportaje que escandalizó mucho al profesorado y a la dirección del instituto. Contaba que a la puerta del centro escolar, unos desalmados vendían bocatas de hachís. No es que en vez de queso, entre rebanada y rebanada, hubiera un tableta de chocolate marroquí, sino que, junto al queso o al chorizo, se escondía una china.

El instituto se quejó a la dirección del diario y a su corresponsalía en Vilagarcía. Lito tuvo que rectificar e, incluso, para compensar, escribió un publirreportaje, ensalzando las excelencias del instituto, su alto nivel educativo y su compromiso con la cultura. Años después, en el libro Fariña, Nacho Carretero detallaba, con datos rigurosos y contrastados, la misma historia que había contado Lito: efectivamente, a la salida del instituto, en los 80, unos desalmados vendían chinas de hachís escondidas en suculentos bocadillos. ¿Pero qué sabíamos entonces los profesores de aquellas sofisticadas estratagemas si ni tan siquiera conocíamos, al menos a principios de los 80, qué era la cocaína?

Fue en 1999 cuando quedé en Santiago de Compostela con un grupo de jóvenes. La cita era para que me contaran sus historias personales y escribir un reportaje para el suplemento dominical El Semanal. La particularidad de aquellos treintañeros era que, en los 80, se habían enganchado a la droga, pero habían salido gracias a Proxecto Home, habían formado una familia y superado su problema.

Cuando llegué a la cita, los tres me sorprendieron al decirme: «Profe». Sí, habían sido alumnos míos en Fontecarmoa y, además de contarme sus historias de superación, me explicaron que en los baños del instituto, desde principios de los 80, se traficaba con cocaína, «pero ni el director ni vosotros tenían ni idea de qué era la coca». Y tenían razón.

El director de aquel instituto era el profesor Elías Lamelas y sí, efectivamente, no sabía, como el resto del claustro, casi nada de drogas. Habíamos visto a Fernando Rey en la película French Connection, pero lo del tráfico de estupefacientes nos parecía eso, una cosa de película. Me recordaba Carmen Viñas, esposa de Elías, que su marido, que en paz descanse, preguntó en un examen de Literatura por Valle Inclán y uno de los alumnos respondió: «Siendo de Vilanova y ya que era tan listo, hubiera ganado más con el contrabando que escribiendo».

El coche de Elías Lamelas era el mejor del aparcamiento del Instituto de Fontecarmoa: un Peugeot 505. Pero era el mejor entre los coches del profesorado. Había en el párking escolar otros vehículos mucho más llamativos. Porque allí teníamos como alumnado a la hija de Sito Miñanco, a descendientes de los Charlines y a vástagos de otros traficantes menos famosos. El día que cumplían los 18, aparecían por el instituto con un Volkswagen Golf Cabriolet, con una berlina BMW o, caso de la hija de Sito Miñanco, con un Mercedes descapotable, de dos plazas y azul celeste.

Mi instituto de Fontecarmoa era mucho más, claro que sí. Estaba lleno de alumnos estudiosos que hoy tienen estupendos trabajos, había un grupo de profesores entrañables y comprometidos que luchaban contra las tentaciones que el contrabando y el narcotráfico ejercían sobre los chicos, pero se trataba del único instituto de FP de la comarca y los hijos de los narcos de entonces no iban a estudiar Economía a Estados Unidos, sino FP a Fontecarmoa.

Los narcos gallegos de hoy son diferentes. Sus hijos no hacen ostentación de sus coches y los padres no construyen chalés para que se vean ni razonan como en los 80: «Si voy a jugarme la cárcel traficando y luego no voy a poder presumir, ya me dirás para qué me la juego». El narco gallego de hoy es prudente y cuando se construye una casa, lo primero que levanta son unos muros bien altos para que no se vea qué hay en la vivienda y el entorno. Sus hijos estudian carreras que los formen en ingeniería financiera y en derecho y sus coches no asustan. Hoy, no sucedería lo que me pasó con un amigo constructor honrado, que me consultó si me parecía bien que comprara un Mercedes, pues tenía miedo de que si lo hacía, lo tildaran de narco.

Años después de escribir Fariña, que sirvió de guion para la serie del mismo nombre sobre los narcos gallegos, Nacho Carretero escribió con Arturo Lezcano un reportaje periodístico titulado: Marbella, sede global del crimen organizado, que ha servido de base para escribir el guion de la serie televisiva de moda: Marbella. En ella, los narcos recuerdan a aquellos ostentosos de Arousa en los 80. Hasta aparece una piscina transparente como las que se hacían los narcos aquí. Dani de la Torre, director de la serie y natural de Monforte, declaraba a La Voz: «Quizás hubo una Marbella gallega en la época de Sito Miñanco, pero eso les llevó a la destrucción total». Tiene razón: aquel aparcamiento de Fontecarmoa resumía la ostentación de los narcos de ayer y enseñó prudencia a los narcos arousanos de hoy.