La fosa de Vilagarcía revela un patrón de ocultación de los crímenes franquistas
VILAGARCÍA DE AROUSA
La exhumación cimenta la hipótesis de que el régimen se deshiciese de los restos de sus asesinatos colectivos ante la derrota del fascismo en Europa, según el catedrático Lourenzo Fernández Prieto
19 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El 3 de noviembre del 2021, Vilagarcía marcaba una pauta. El cementerio municipal de Rubiáns era el lugar escogido para emprender el Plan Cuadrienal de Memoria Democrática en Galicia. Un acuerdo entre la Universidade de Santiago de Compostela y la Xunta, impulsado por la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, permitía al grupo Histagra iniciar la búsqueda de restos en los enclaves en los que la memoria colectiva señalaba que podían yacer varias de las víctimas del golpe de Estado que en agosto de 1936 desencadenó la Guerra Civil. La de la capital arousana fue la primera fosa que un equipo multidisciplinar compuesto por historiadores, arqueólogos y genetistas bajo la coordinación de Lourenzo Fernández Prieto, catedrático de Historia Contemporánea de la USC, se dispuso a abrir. Tres años más tarde, Rubiáns vuelve a señalar el camino. No por lo que se ha encontrado en ella, sino por todo lo contrario.
Aquellos trabajos concluyeron con el hallazgo de tres posibles represaliados. Sin embargo, el material genético que se extrajo de sus huesos no permitió establecer ninguna identificación positiva con alguna de las 18 víctimas perfectamente documentadas que fueron asesinadas por las fuerzas desatadas por el franquismo y en algún momento yacieron aquí. Esta ausencia es algo que se repite en otras fosas, explica Fernández Prieto al pie del monumento que, desde ayer, salda una deuda moral con aquel puñado de personas que pagaron con su vida la defensa de la democracia y la libertad. «Atopamos algo que non estaba no relato: que os verdugos fixeran cousas para que non se soubese o que sucedera, e esta é unha pauta que atopamos noutros puntos e permite establecer hipóteses», sostiene el catedrático.
La primera de ellas apunta al miedo que se apodera del régimen ante la evolución de la Segunda Guerra Mundial desde que el nazismo pierde posiciones y Mussolini es ajusticiado en 1943. El Estado franquista trata de congraciarse con las potencias aliadas, se esfuerza por ingresar en la ONU y teme la perspectiva de facturas como las que las sociedades occidentales pasan a la Alemania de Hitler y a la Italia fascista. «Dende 1945 fóronse tomando decisións para borrar a materialidade dos crimes masivos. Estámolo vendo en lugares como Mallorca». Cambios de ubicación de lo que queda de los cadáveres, construcción de nichos sobre ellos. Todo para ocultar el rastro no de tanto los ejecutores de los asesinatos «como dos seus autores», los dirigentes del régimen. Porque, y en esto reside el segundo enfoque, «o que sucedeu en Galicia non foi unha guerra, senón unha matanza de xente necesaria para conseguir desmantelar un sistema político», el de la Segunda República.
Prieto considera necesario cambiar el prisma con el que cuarenta décadas de dictadura hizo contemplar lo ocurrido a partir de 1936 y todavía está vigente: no una especie de locura que llevó a la gente a matarse y difumina las responsabilidades, sino un plan diseñado por unos pocos con un objetivo de dominación implacable muy claro. «Eran conscientes do que fixeron». De once fosas y 107 personas que se buscan en Galicia, solo ha sido posible identificar a siete. No cabe el negacionismo, porque las víctimas existieron. Lo que cabe es ciencia, investigación e información.
El símbolo que recuerda a 18 víctimas en Rubiáns
Vilagarcía estableció ayer una tercera pauta, después de la apertura de la fosa de Rubiáns, hace tres años, y de las hipótesis a las que dio lugar el trabajo científico de su exhumación. Se trata del primero de los monumentos que señalarán los lugares de la memoria democrática en Galicia. El modelo, diseñado por Uqui Permuy, recuerda a los 18 represaliados del franquismo que fueron asesinados por sus ideas —en algunos casos simplemente por apiadarse de los perseguidos— y sepultados en algún rincón del cementerio municipal.
Nadie que escuche el testimonio de César Roo, bisnieto de José Ramón Roo, quien fue masacrado junto a su cuñado Luis Iglesias tras meses de escondite para ellos y de tortura para su esposa, podrá dejar de evocar el espanto de aquellos días. Ni a Margarita Teijeiro, pionera en la investigación de lo ocurrido en Vilagarcía y O Salnés antes incluso de fundar O Faiado da Memoria. El relato de la mujer embarazada de siete meses a quien los falangistas dejaron desangrarse hasta morir en Lobeira repugna cualquier mínimo sentimiento de humanidad.
El monumento, que funde piedra y metal, refleja el reconocimiento a través del tiempo de la sociedad actual con aquella en la que los 18 asesinados se dejaron la vida. La concejala Tania García, que abrió el turno de intervenciones, el catedrático Lourenzo Fernández Prieto, el delegado del Gobierno en Galicia, Pedro Blanco, y el alcalde de la ciudad, Alberto Varela, subrayaron el compromiso democrático, el pago moral y la lucha contra el negacionismo que confluyen en esta pieza, descubierta bajo la lluvia y el viento en presencia de familiares de las víctimas y representantes del PSOE, el BNG y Esquerda Unida. Un cielo borroso pareció abrirse para contribuir a una trágica efeméride.