El Instituto da Lingua Galega recoge cerca de una veintena de apodos colectivos con los que los habitantes de los ayuntamientos de la comarca se reconocían a sí mismos y bautizaban a los de al lado
21 mar 2019 . Actualizado a las 07:38 h.La manera de nombrarnos y de nombrar a lo que nos rodea dice mucho de nosotros como personas. Y como pueblos. Porque, en Galicia, los habitantes de cada aldea o pueblo comparten alcumes colectivos cuyo origen no siempre está claro. En Arousa, el ingenio de sus habitantes, fértil y afilado como la espinas de una faneca, ha rebautizado a los habitantes de las distintas zonas de la ría con chatas compartidas que algunos llevan con orgullo y que otros preferirían ver enterradas y olvidadas. Estos últimos no están de suerte: el Portal de ditados tópicos galegos evitará que se pierdan todos esos nombres, que también forman parte de nuestro patrimonio cultural. Dicho portal nace de un convenio firmado entre el Instituto da Lingua Galega y la Fundación Camilo José Cela, entidad que durante años guardó la documentación que el premio Nobel de Literatura había recogido a principios de los años setenta. Para ello, había pedido ayuda a los carteros de toda Galicia, a los que pidió cumplida información sobre los gentilicios informales de cada pueblo. De las respuestas enviadas por los carteros han salido 1.200 referencias. Y de ellas, una veintena pivotan sobre las gentes de la orilla sur de la ría de Arousa.
Empecemos el recorrido en O Grove, tierra habitada por los mecos. Así se llaman los grovenses a sí mismos -«Somos os mecos do Grove, non o podemos negar, todo o mundo nos coñece polo modo de cantar», decía una canción popular que el cartero del municipio remitió a modo de ejemplo a Cela-, y así eran llamados por los vecinos de Nantes, Xeve, Sanxenxo, Armenteira, Cambados, Ons o Porto do Son. Pero atención, que en O Grove, y más en concreto en A Toxa, vivían también los tojinos y los louxeiros, dos apelativos con los que, según el cartero de la isla, se llamaba a quienes residían en esta.
Pasamos a otra isla, la de Arousa. Aunque para toda la ría, y para ellos mismos, sus habitantes son los carcamáns, ese apodo no aparece en la lista que llegó a manos de Cela. Según el cartero de Vilanova, término municipal al que pertenecía en aquel momento la parroquia de San Xulián, a quienes la habitaban se les llamaba carabaos. ¿Y a los vilanoveses? Pues, siguiendo la misma fuente, quienes vivían al otro lado del puente eran caliveras, tristes, fanequeiros y coreanos, aunque ese término se limitaba a los vecinos del barrio de San Pedro.
A principios de los años setenta, los habitantes de Vilagarcía eran apodados como ingleses, un alcume que hoy funciona en toda la ría. Parece haber desaparecido, sin embargo, otro de los sobrenombres de los vilagarcianos, caga na cuncha, por el que eran conocidos los habitantes de esta localidad en pueblos próximos, como Caldas, y otros más lejanos, como Tui. Por lo demás, «a los [vecinos] de Vilaxoán de Arousa y Carril, otrora ayuntamientos hoy absorbidos por Vilagarcía, se les llama turulús o marulos a los primeros, y afogacristos a los segundos». Aunque no siempre es fácil rastrear el origen de estos nombres, hay casos en los que se puede adivinar de dónde vienen esos nombres. Es el caso del alcume de Carril, que podría venir de que en el puerto había un crucero al que se le amarraban los barcos. Un día de temporal, a él estaba sujeta una gabarra que, debido al viento y al oleaje, acabó arrancándolo y hundiéndola en el agua. Aún hay otra propuesta de explicación para este sobrenombre: que en el transcurso de una procesión, una imagen santa cayese al mar.
Por ubicación y por escarnio
Más sencillo resulta entender por qué a los vecinos de Pontecesures se les llamaba los berberecheiros. El cartero que recogió ese nombre para Cela dejó anotado que ese nombre surgía del hecho de que, durante siglos, «los llamados valeiros oriundos de Pontecesures, traían berberechos para las gentes de la comarca». A los pontecesureños y a sus vecinos de Valga, que durante mucho tiempo compartieron concello, también se les llamaba xalleiros, y en Padrón se referían a ellos como os da ponte. Además, al conjunto de residentes en el Baixo Ulla se les identificaba también como ullaneses.
Los alcumes, ya lo ven, pueden tener raíz toponímica, pero está claro que en la mayor parte de los casos responden a una clara intención de marcar distancias con el otro, con el vecino de la parroquia de al lado. ¿Por qué, si no, se conocía a los vecinos de Cambados como tiñosos? «A maioría deses nomes eran ofensivos. Respondían á intención de mercar diferenzas cos veciños... Este tipo de alcumes parroquiais eran unha forma de rivalidade, como as bombas que se botaban nas festas», explica el antropólogo Ramón Mariño Ferro.
A los vilagarcianos había, también, quien los
conocía como «caga na cuncha»
Estos alcumes pretenden marcar diferencias con el vecino, y muchos son ofensivos
A los cesureños se les llamaba «berberecheiros», porque nutrían de marisco a la zona