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Corrubedo, un mar de tragedias

Ramón Ares Noal
MONCHO ARES RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

monica ferreiros

Centenares de personas perdieron la vida en las inmediaciones del cabo ribeirense

12 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Si los percances marítimos, fruto de su encrespado litoral, han sido los que han forjado la fama internacional de la Costa da Morte, y, consecuentemente, su interés turístico, el cabo Corrubedo no le va a la zaga, como se pone de manifiesto periódicamente a golpe de tragedias, la última de ellas aún reciente en la memoria, que llegó a su final el miércoles con el entierro del cadáver de Sebastián Míguez, fallecido tras ser arrastrado por el mar cuando pescaba con caña.

Indagando en la historia, que los corrubedanos empleen la expresión «como o mar de Balieiros» para referirse a una persona muy enfadada, se puede considerar una perla de la sabiduría popular de la marinera parroquia ribeirense, porque ya en el siglo XVII se tiene constancia de naufragios en sus inmediaciones, cuando la navegación dependía más de referencias naturales (montes, rocas, estrellas...) y del buen ojo del capitán, que del radar o el GPS, de forma que ante la falta de visibilidad la colisión de los barcos con alguno de los bajos rocosos era inevitable.

En 1854, desde el extremo de este peligroso saliente barbanzano se empezó a emitir una luz para guiar a la navegación y reducir los riesgos para la navegación. Era la del faro que todavía hoy permanece en la punta del cabo. Pero ni con esas se logró acabar con el punto negro de la costa gallega puesto que, para más inri, su luz se confundía con la de la torre de la isla de Sálvora, error que provocó al menos dos accidentes importantes, el del mercante Salier, en 1896, del que las crónicas afirman que no se salvó ninguna de las cerca de trescientas personas que iban a bordo; y del Palermo, en 1910, en el que fallecieron otras 24. En 1882, se incorporó una luz roja para advertir del peligro y diferenciar las dos señales.

La lista crece

Los siniestros han sido una constante en este punto de la costa gallega, y ninguna de las medidas adoptadas para evitarlos ha logrado reducir una lista negra que parece no tener fin. Después de los antes citados, también acabó sus días de navegación en 1895 el vapor francés Dom Pedro, que se dirigía a Carril a recoger emigrantes para llevarlos a Argentina. El saldo en vidas fue de 89 de las 130 que transportaba. Se hundió al sur de Os Cobos.

El ribeirense José Antonio Ventoso Mariño documenta en su libro As sombras dos mortos. Historias de naufraxios en faro Corrubedo hasta 38 hundimientos en las proximidades de este saliente. Muchos de ellos acabaron solo con los barcos en el fondo del mar, pero otros fueron tragedias que aún hoy permanecen en la memoria de los más viejos del lugar.

Ventoso califica de «maior catástrofe da vila de Ribeira» el naufragio del pesquero del cerco Cartagena, en los bajos del Rinchador, en abril de 1945. Sus 23 tripulantes de Aguiño perecieron. Solo aparecieron cuatro cadáveres.

Trágico fue asimismo el hundimiento del Crusat, una baka ribeirense que se fue a pique en O Panarro y se llevó la vida de 13 de los 23 marineros que llevaba a bordo.

Pero si un suceso permanece todavía en la memoria colectiva de las gentes del mar barbanzanas ese fue el hundimiento del pesquero Volverán, con base en Porto do Son, en el que perdieron la vida los cinco tripulantes, todos de la misma familia, en 1986.

A todos ellos habría que sumar una larga lista de percebeiros, pescadores con caña, buceadores y visitantes que fueron engullidos por el mar y, en algunos casos, nunca devueltos.