![Paz está ahora jubilado y disfruta de su afición a la fotografía.](https://img.lavdg.com/sc/21Tt2LrAh9EbCcCLwXEmx_XZndM=/480x/2014/03/16/0012_201403B16C3F2jpg/Foto/B16C3F2.jpg)
El palangrero en el que trabajaba como oficial se hundió en el Índico
16 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.francisco paz lijó superviviente del «amur»
En octubre se cumplirán catorce años desde el hundimiento, a causa de una vía de agua, del palangrero Amur en aguas del Índico. Entre sus más de cuarenta tripulantes estaban dos ribeirenses, Francisco Pérez Lijó y su primo, Francisco Paz Lijó, que lograron salvar la vida en una tragedia que se saldó con catorce víctimas.
Ha pasado mucho tiempo y, sin embargo, el vecino de Aguiño Francisco Paz afirma: «Recordo o accidente coma se fose hoxe». Escuchándole, uno se da cuenta de que revive cada momento de aquella madrugada: «Eu estaba deitado e viñeron chamarme. Co primeiro golpe de mar entrou moita auga na zona de máquinas e co segundo inundouse todo. Quedamos sen corrente, só coas luces de emerxencia». Había olas de unos seis metros y vientos de 120 kilómetros por hora.
La tripulación, en la que Francisco Paz era oficial, tenía todo tipo de cursos de supervivencia y, la mayoría, sobrada experiencia: «Non nos dou tempo a nada. Xuntámonos no ponte e ao principio non soubemos reaccionar moi ben. Decidimos botar unha balsa, que nos quedou para arriba. Eu sei virala, é moi sinxelo, pero con ondas de seis metros e a auga a cero graos a cousa complícase». Tuvieron más suerte con la segunda embarcación y 28 tripulantes lograron subirse.
Seis horas en balsa
Solo quedaba esperar porque Paz ya había avisado de lo que ocurría al patrón de un barco ribeirense, el Arbisa I, que se encontraba a 45 millas: «Estivemos seis horas na balsa. Co temporal que había, para o Arbisa non era sinxelo chegar. Foi unha espera que parecía interminable. Penso que nunca recei tanto na miña vida».
Francisco Paz tenía 44 años, casado y padre de dos niñas, reconoce que tuvo miedo: «Varias veces pensei que morríanos, pero cando botamos a balsa confiaba en ter unha oportunidade. A veces pensamos que comemos o mar, pero o mar cómenos a nós». Finalmente, el ansiado rescate se produjo. Después, 28 jornadas de travesía en un mercante coreano hasta llegar a isla Mauricio y, allí, una semana prestando declaración ante las autoridades. De regreso, tardó solo una veintena de días en volver a embarcarse.
Ahora, jubilado, practica una de sus grandes aficiones: la fotografía: «Cantas fotos de sitios espectaculares perdín de facer cando navegaba».