Diálogo para besugos

Alicia Fernández LA SEMANA DE...

BARBANZA

01 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Quienes peinamos cuatro canas recordamos una tira escrita en el DDT, firmada por Matías Guiu, que así se titulaba. El inicio y final de este desternillante diálogo era: «Buenos días», «buenas tardes». Todo lo que había en medio era un supuesto diálogo entre dos personas que iban por libre, ni hablaban de lo mismo ni mostraban el más mínimo interés en hacerlo.

Pues visto y oído el debate sobre el estado de la nación -no todo, que sería para suicidarse- a una le viene a la mente aquella tira cómica. Con un par de diferencias sustanciales: aquello nos causaba gracia mientras que lo de hoy da para llorar y el señor Guiu no era responsable del sufrimiento de muchos ciudadanos. Es una lástima que esta pandilla de mercenarios de la política hayan convertido el Parlamento, sede de la soberanía popular, en un antro donde se representan ridículos y casposos vodeviles. Una mascarada barriobajera del tú más, de la pose para la prensa, del engaño y la mentira.

Hemos visto a un Mariano Rajoy que vive en otro mundo, en otra realidad. Si pisara la calle sabría que la situación económica y social dista mucho del retrato realizado por él, que se convierte en un insulto a los millones de españoles que sufren.

Hay pobreza señor presidente. Y lo dice una entidad tan solvente como Cáritas o las distintas asociaciones y organizaciones que de verdad pelean contra ello, ante la deserción de la Administración. No hay trabajo y siguen cerrando empresas. Nuestros jóvenes emigran como en tiempos de la dictadura. Pero quizás usted se refería a que las empresas energéticas han ganado siete mil millones en el 2014. O a que Abanca, una empresa vendida de saldo después de inyectar miles de millones de todos, ha cosechado un resultado espectacular en pocos meses.

Eso y el resultado de otras grandes corporaciones que exportan más, gracias a la devaluación laboral, puede ser que le arregle los grandes números al Estado pero no llena la nevera de los ciudadanos. Tampoco supondrá mayor gasto en educación, sanidad o dependencia. Pero tiene usted la suerte que enfrente está quien ha participado de las mismas políticas y por tanto no es creíble.

El detalle de ver a la vicepresidenta de la Cámara, Celia Villalobos, jugando al Candy Crush mientras su jefe de filas habla desde la tribuna lo dice todo. O ya no le cree o está harta de oírle. Esta diputada es el ejemplo del político prepotente que lleva toda la vida chupando del bote y que ni se molesta en disimular su papel de pulsa botones. Los ciudadanos les importan un comino porque saben que si la franquicia les vuelve a colocar bien seguirán dándose la vida padre, por tanto a quienes tienen que agradar es a aquellos que componen las listas en su partido. Y los políticos jóvenes toman nota, aprenden de ellos: discursos planos, falta de criterio propio, borreguismo, demagogia y sectarismo.

¿Cuánto tiempo empleó Mariano Rajoy en pedir disculpas por incumplir su programa electoral? ¿O en dar explicaciones sobre los escándalos de corrupción que le afectan a él y su propio partido? ¿Y a hablar sobre los desahucios, la pobreza extrema o el paro? Muy poco.