Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

Los ojos que ven dentro de los agujeros negros

Antón Parada

BARBANZA

CEDIDA

Ha investigado para la NASA, Harvard University y el Smithsonian Institution durante más de seis años

14 mar 2016 . Actualizado a las 08:39 h.

Intenten visualizar en su mente este recorrido interestelar hacia el pasado, desde cualquier punto recóndito del universo hasta la pequeña localidad coruñesa de A Pobra do Caramiñal. No hace mucho que su biblioteca municipal ha abierto sus puertas y un joven devora insaciable cualquier libro, anuario o revista que verse sobre ciencia o astronomía.

«Es difícil entender la inmensidad del espacio, cuando uno ve un mapa del universo se siente como un niño pequeño que no entiende las distancias en uno convencional», esta es la respuesta de Manuel Ángel Pérez Torres (A Pobra, 1975) a por qué dedicó su vida a escudriñar el cielo para desentrañar sus acertijos guardados durante eones.

La mayor parte del trabajo de este astrofísico ha estado basado en el estudio de agujeros negros estelares, es decir, aquellos que nacen de la muerte de una estrella. Con 50 descubrimientos y más de 200 publicaciones científicas, el experto arrastra una trayectoria profesional forjada en tres de las instituciones más importantes de esta materia: la NASA, la universidad de Harvard y el Instituto Smithsoniano.

«Pedes in terra...»

En 1997, Manuel Ángel Pérez no dudó en marcharse de la Universidad de Santiago de Compostela, tras los primeros años de la carrera de Física, para especializarse en astrofísica en la Universidad de la Laguna. Allí fue donde inició el objeto de su tesina, que más tarde formaría parte de su tesis doctoral, basada en la aplicación de la tomografía al movimiento giroscópico de una estrella lejana, para tomar distintos espectros que reconstruyesen su imagen.

«Solo en nuestra galaxia se estima que existen mil millones de agujeros negros y cerca de dos mil contienen una estrella», estos astros, con forma de pera, están achatados por la gravedad que ejerce el agujero, atrayendo a su interior la fuga de grandes cantidades de anillos de gas. Lo que, hasta el reciente hallazgo de las ondas gravitacionales, constituía la única forma de detectar estos hoyos, a través de las explosiones periódicas y sus altos niveles de radiación X generados.

Este planteamiento sobre los sistemas binarios le llevó a doctorarse en la Universidad de Cork, en Irlanda. Pero no pasaría mucho tiempo en Europa, ya que fue becado para la División de Altas Energías del Harvard-Smithsonian Center of Astrophysics, localizado en Cambridge, en el estado de Massachusetts. Su labor consistía en investigar para la NASA estas explosiones mediante el uso de varios súper telescopios, como Chandra (el equivalente al Hubble, pero de rayos X), para detectar rápidamente la ubicación en el espacio del hipotético agujero negro.

«Tuve el privilegio de ser el primero en detectar, analizar y publicar contrapartidas ópticas de más de 50 objetos», todo gracias al funcionamiento de observatorios como el Fred Lawrence Whipple de Arizona o el de Las Campanas en Chile. Estos complejos fueron su segundo hogar, llegando a visitar el chileno tres veces por año. Con la puesta de sol pisándole los talones, nada más aterrizar, prescindía del habitual tiempo de preparación y se sentaba a otear inmediatamente. 

«...ad sidera visus»

Lo que había empezado como una beca de dos años se convirtió en una de tres y finalmente de cinco. Hasta que ya no le fue posible optar a otra. Durante una temporada fue contratado como empleado federal para medir la masa de agujeros negros. También entrenó a estudiantes brillantes de Harvard y sus análisis aportaron datos que sirvieron a otras especialidades. Por ejemplo, en el campo de las supernovas, al estudio de los tres premios Nobel de Física de 2011. 

En estos momentos, Manuel Ángel Pérez se encuentra trabajando para el Netherlands Institute Space of Research (SRON), ubicado en la ciudad holandesa de Utrecht. Desde este prestigioso centro, desarrolla un proyecto, nacido en el 2010, destinado a realizar un mapeado del centro de la Vía Láctea y otras galaxias próximas para hallar nuevos agujeros negros estelares a través de las fuentes de rayos X.

«Las explosiones pueden tardar 100 años en producirse, en vez de esperar a que sucedan buscamos un patrón o criterio para identificarlos», ya han encontrado una y esperan llegar a la cifra de 150. En abril viajará junto al equipo al Texas Institute of Technology, para exponer los logros cosechados hasta ahora.

No obstante, el pobrense no es un hombre de conferencias y congresos, se siente más cómodo frente al control remoto sobre el que recordó aquella frase de Sagan: «Somos polvo de estrellas».

Los comités: 

Una de las pruebas de su valía dentro de esta comunidad se constata en el hecho de que forma parte del Comité de adjudicación de tiempo holandés, para telescopios en La Palma. Su función consiste en determinar los proyectos que podrán utilizar este recurso tecnológico.