Inmersos en la llamada tercera revolución industrial, vivimos en una sociedad cambiante, dinámica, carente de certezas. La realidad envejece a velocidad de vértigo, llevada a un ritmo frenético por parte de un mundo tecnológico que no para de evolucionar cada día, dejándolo todo anticuado tras de sí. Lo que hoy funciona, lo que hoy parece fundamental, mañana formará parte del pasado y en un año no será más que un recuerdo lejano, vacío y carente de sentido. En este nuevo mundo no hay verdad que dure.
En realidad, la verdad no ha sobrevivido invariable nunca y quien se erige dueño de ella ante el resto no demuestra más que su ignorancia. La revolución copernicana es un gran ejemplo para explicar la gran mentira que puede llegar a esconder la verdad. Copérnico fue clave, ya que gracias al astrónomo polaco la tierra comenzó a girar alrededor del sol, enfrentándose al pensamiento que llevaba miles de años establecidos. De la noche a la mañana, en un instante y como por arte de magia, después de decenas de siglos, nuestro mundo dejó de ser el centro del universo y los astros dejaron de girar alrededor del planeta azul.
Han pasado más de 500 años, pero los historiadores aseguran que fue un momento fundamental para la humanidad, ya que ese cambio de mirada fue clave para el resurgir de la ciencia. La cual, a día de hoy, después de una constante evolución se ha convertido en la tecnología que tanto adoramos y necesitamos.
Hay otro ejemplo en la filosofía para explicar la teoría de la verdad. No es otro que el mito de la caverna de Platón, donde el pensador griego demostró que solo llegamos a ver una parte ínfima de la realidad, una imagen del todo. Si no fuese así y si existiese una verdad única y gente que es portadora de la misma ¿por qué necesitamos votar cada cierto tiempo para elegir a nuestros representantes políticos? ¿Por qué se presentan varios partidos diferentes? ¿Por qué hay siempre dos versiones de lo que pasa cada día?.
Veo con desgana los arrebatos de insolencia de políticos de todo tipo que inflan el pecho antes de soltar su discurso. Me chirrían los dientes cuando me encuentro con alguien que cree que su forma de entender el mundo es la única válida. Hay cierta osadía e ignorancia en el inmovilismo de una persona que considera que un rival político es inferior a él, sea del color que sea, defienda la ideología que defienda.
La historia demuestra que no existe verdad única, ni pensamiento único, que la realidad evoluciona. Si comenzamos a pensar que podemos estar equivocados, quizás estemos más cerca de comenzar a solucionar nuestros problemas.