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Comenzó a pintar con 80 años y ha realizado tres exposiciones, las dos últimas en Noia
10 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Hay personas que nacen con un don. José Segade explica que, desde pequeño, sintió atracción por la pintura, pero «cuando era joven ni tuve oportunidad, ni tuve profesores, ni fui jamás a una clase de dibujo». Recuerda que de niño para ir a la escuela pasaba cada día por la rúa da Troia, en donde había un pintor, y siempre se quedaba mirando a través del cristal del escaparate cómo trabajaba. «Me entusiasmaba, porque para mí aquel hombre hacía maravillas y tal vez por eso me entró el bicho», comenta este compostelano de 93 años que desde hace un tiempo forma parte de la gran familia de Geriatros en Noia.
Pasaron los años y encontró un empleo como mecánico de bicicletas. Luego, se embarcó con la marina holandesa y estuvo navegando «por todos los mares del mundo», indica. Acabaría formando parte de la plantilla de Televés y finalmente se jubiló en Gysa, una filial de la misma empresa. Ya retirado, Segade encontró el tiempo que no había tenido antes para cultivar ese talento latente. «Empecé a pintar con 80 años y no sabía ni lo que era un pincel», indica.
«Un día vi un anuncio en el periódico en el que decía que se daban cursos de diversas profesiones, entre ellas la pintura», relata el artista, quien ni corto ni perezoso se apuntó, aunque no llegó a terminarlo «porque éramos bastantes alumnos y una sola profesora». «Yo tenía muchas dudas y esto me obligaba a preguntar continuamente todas las cosas que ignoraba», explica. Por no importunar, Segade dejó las clases pero siguió pintando en casa, por su cuenta. «Si hay ilusión, no importa la edad, se puede aprender cualquier cosa y ahí está mi ejemplo», defiende.
Del «Guernica» al Obradoiro
Su primera exposición la hizo en su ciudad natal y ya lleva un par de ellas en la residencia noiesa, la última inaugurada el pasado mes bajo el título Un santiagués errante: segunda parte, con treinta óleos que reproducen imágenes que se fueron cruzando en su camino, bien sea el Guernica de Picasso o una fachada del Obradoiro pintada con lápiz que sacó de una postal.
«En mi familia nunca hubo ningún pintor, ni de brocha gorda», incide. Pero, entre sus cinco hijos y trece nietos hay quien ha heredado su talento. «A dos hijos míos se les daba bien la pintura pero jamás llegaron a hacer una exposición y tengo un nieto licenciado en Bellas Artes».
Con todo, Segade ha decidido colgar los pinceles: «Ni voy a pintar más ni a hacer más exposiciones con los cuadros que tengo porque la pintura me sale cara, al menos para alguien como yo, que no tengo dinero para comprar lienzos, marcos, pinceles y todo lo que hace falta, porque no se vende una escoba, todo sea dicho».
Aunque muchos se interesan por el precio de sus obras «de ahí no pasan», se lamenta Segade, quien asegura que «la afición se va perdiendo y, a mis años, ya uno no está para muchas cosas», continúa con tono melancólico. «Así como lo cogí con mucha afición, hasta el punto en que algunos días me ponía a pintar por la mañana y seguía en pijama con mis óleos cuando llegaba la hora de la comida, también lo dejé radicalmente», añade.
«No es que me cansara, me sigue gustando, pero tengo unas cuantas pesetas metidas ya en esto y no tiene mucho sentido invertir más capital», dice convencido. Si decidió desempolvar sus cuadros y montar esta última exposición en Noia fue «para darle en las narices a más de cuatro y demostrarles que supe hacer algo en su día y que hay algo de arte en mi persona», espeta.
«Un santiagués errante: segunda parte».
La última exposición de Segade, inaugurada en Geriatros Noia, muestra treinta óleos que el artista residente realizó a partir de los 80 años. En ellos se reproducen obras, fotos y postales que se fueron cruzando en su vida una vez ya jubilado.