Cuando llega septiembre me invade la nostalgia, porque mi mente traicionera, quizá amargada por el fin del verano, me lleva a otros tiempos, a otros septiembres, en los que la temporada de playa no se había acabado, pero sí se habían sustituido los bañadores por las botas de goma y los rastrillos para ir a los arenales de Barraña a recoger berberechos, bivalvo abundante entonces, tanto que durante la temporada de baño era un incordio por la molestia que suponía pisarlos.
Bajaban las familias enteras a mariscar y, desde el más adulto hasta el más niño, recogían el molusco y lo depositaban en unas cajas de madera de color negro, que los compradores utilizaban como medida para proceder al pago. El marisqueo no se había profesionalizado, y se podía extraer bivalvo en determinadas épocas. Era la Marina la que se encargaba de vigilar el cumplimiento de las vedas, y ya había furtivos, claro, generalmente productores que faenaban todo el año a escondidas, tan pocos que escaso daño podían ocasionar en los bancos productivos. Todos los conocíamos e incluso los avisábamos cuando veíamos llegar a las playas a los marinos vestidos de blanco o azul, a los que teníamos pánico, porque eran tiempos en los que todo lo que sonara a militar era temible, probablemente por las historias de la guerra que nos contaban. Ya entonces había años de abundancia de berberecho, y otros de escasez, pero siempre llegaba el otoño marisquero, y cuando había poco molusco, bajaban menos miembros de las familias a las playas.
¿Qué ha ocurrido para que aquella riqueza desapareciera? Dicen los biólogos que el causante es un parásito al que llaman marteilia, y la investigación para erradicarlo ya dura años, sin que se haya encontrado el antídoto.
Viendo la producción en la ría de Muros y Noia, que mañana abrirá la actividad, a uno le entran dudas de que, a estas alturas, aún no se haya dado con la tecla para acabar con ese protozoo (le dicen), porque hoy que todo lo malo se extiende con una facilidad inusitada, parece extraño que los bancos naturales noieses estén a salvo, y gracias a Dios que lo están, y ojalá se mantengan o, mejor, aumenten producción.
Como la naturaleza es sabia, puede que haya que analizar las condiciones que han favorecido la aparición de ese parásito y que se mantenga tan concentrado en la ría de Arousa, y expresamente en un banco tan productivo como fue Barraña.
Miren a ver si el berberecho se desarrolla en su hábitat natural, y no en una arena de cantera, de pésima calidad que hace tiempo que debió ser retirada y que es un monumento al despilfarro que nunca nadie ha investigado.