Aunque carezco de aquel para lo militar, no me disgustan las exhibiciones de los paracaidistas. El sábado, se lucieron en Noia. A las gentes se les tiñeron los ojos de azul (por un día todos fuimos celtas) de tanto mirar al cielo. A más de uno, al llegar a casa, le aplicaron linimento para enderezar su maltrecha cerviz. Son juegos caros, sí, pero seguramente dejaron en Noia un beneficio económico más que suficiente para justificar el espectáculo aéreo. Me llama la atención su emparejamiento con los actos del 850.° aniversario de la fundación de nuestra villa. No veo el ensamblaje de la Carta Puebla del rey Fernando II con las juras civiles de bandera ni las demostraciones de equilibrio en el vacío de nuestros valientes y arrojados muchachos al servicio de la patria.
Contaba mi padre, tan inocentes eran, que cuando Noia fue bombardeada en la Guerra Civil, decenas de personas corrían, no por refugiarse, sino por seguir el vuelo del avión agresor. Para culminar la berlanguesca, aquel ataque consistió en dejar caer por la ventanilla dos bombas de mano. Con respecto a la Fuerza Aérea, lo que sí conmovió a la villa el 28 de noviembre de 1962, fue la muerte del teniente de aviación noiés Germán Somoza Lorenzo. Su vida se agotó a los 23 años debido a un accidente realizando ejercicios en el caza que pilotaba. Yo tenía entonces 15 años y recuerdo que durante mucho tiempo se lloró aquella muerte tan inesperada. Lo que no recuerdo es que nunca, pese a existir una base controlada por el Ejército del Aire en el Iroite, nuestro Germán, su camarada, haya sido honrado con una corona de flores. Su aniversario sería una buena ocasión. Sugiero.