El medio del Sálvora firmó el 3-3 con un golpeo magistral
09 oct 2018 . Actualizado a las 11:47 h.Emulando a la mítica estrella del béisbol Joe DiMaggio, Óscar Lobera pulió el guante que lleva pegado a la bota derecha para que el Sálvora sumase un punto en Valiño. Dueño de una técnica de golpeo digna de los nombres propios del fútbol nacional, el medio puso el 3-3 que cerró el duelo contra un Cabo de Cruz que, seguramente, mereció más gloria en su feudo.
Dominó la escuadra local durante el inicio. Con Eloy y Álvaro en la medular, el equipo de Nichelo se apropió del centro del campo. Brilló la pareja crucense, inalcanzable para los de Campaña. A pesar de la superioridad, hubo que esperar hasta el minuto 25 para que Ciño firmase el 1-0. El Cabo tuvo la sentencia en el primer tiempo, pero la ausencia de colmillo condenó una vez más a los de Valiño.
Esa falta de contundencia en ataque del rival la aprovechó Iker segundos antes del descanso. Dopico, en jugada individual, llegó a la línea de fondo para conectar un pase mortal con su compañero, que embocó a la red. Con el 1-1, ambos conjuntos tomaron el camino del vestuario.
El regreso
A la vuelta al ruedo, los goles no tardaron en caer. Un mal despeje del Sálvora, aún dormido, acabó en los pies de Antonio, que adelantó al Cabo con el 2-1. Poco necesitaron los ribeirenses para responder. Como en el principio de Newton de acción-reacción, segundos después se lanzaron al ataque para empatar con un tanto en propia meta de Bandín.
El Cabo volvió a adueñarse del balón a partir del 2-2, aunque no logró afinar su olfato en el área rival. Finalmente, Vecho, en el minuto 54, puso a los locales de nuevo por delante tras un disparo desde la frontal. Faltaba todavía la jugada más bella del partido. Llegó en el 83, cuando el Sálvora forzó una falta en la frontal del área. En ese momento, Óscar Lobera, como si se tratara de Clint Eastwood ante un forajido, se plantó ante la pelota, la barrera, el portero y la red.
A la imagen, propia de una película de vaqueros del viejo Oeste, únicamente le faltó la típica frase del héroe: «Solo puede quedar uno de nosotros». Lobera arrancó su carrera hacia el balón, que, al impactar con su empeine derecho, sonó como un cañón. El esférico superó la barrera describiendo una curva imposible para Cristian, que poco pudo hacer más que seguirlo con la mirada. El DiMaggio de Sálvora acababa de pulir su guante.