La casa consistorial pobrense fue sede de un acto al que acudió el sacerdote, que desde hace más de siete décadas vive en el continente asiático
22 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.El salón de plenos de la casa consistorial de A Pobra acogió ayer un acto de homenaje a uno de sus vecinos más longevos, el misionero Andrés Díaz de Rábago. Con 102 años, el pobrense se ha pasado más de siete décadas realizando misiones humanitarias en Asia. El alcalde, Xosé Lois Piñeiro, indicó que el reconocimiento «é digno pola súa traxectoria vital». Piñeiro destacó la «forza, vitalidade e o carácter afable» de Díaz de Rábago.
Por su parte, el sacerdote declaró sentirse «encantado de estar en A Pobra, porque nací aquí el 3 de octubre de 1917 y nunca me olvidé de mi tierra, sobre todo con el Nazareno». Xosé Lois Piñeiro bromeó diciendo que el homenajeado le había comentado que esta sería la última vez que volvería, y Díaz de Rábago apuntó que «estar aquí es especial, porque seguramente será la última visita. Fui a ver la pila en la que me bautizaron y me emocioné, hasta tuve que sacar el pañuelo discretamente».
Fue un acto sencillo, en el que el homenajeado hasta se arrancó a cantar versos de una canción sobre A Pobra. Para concluir, el regidor pobrense le entregó a Andrés Díaz una medalla de Valle-Inclán, «unha edición única feita por Gonzalo Sánchez Mendizábal». La del sacerdote, quien conoció al escritor, es la número 89 de las 500 que se han hecho.
Trayectoria
El barbanzano formó parte en 1952 del último grupo de jesuitas ordenados en Shanghái. Además, es el último sacerdote extranjero ordenado en China que queda vivo. Con la llegada de Mao Tse-Tung al poder, Díaz de Rábago fue expulsado a Filipinas. Posteriormente viajó a Timor y a Taiwán, donde fue profesor de la universidad más prestigiosa del país.
Desde comienzos del año 2017, el barbanzano dispone de la carta de nacionalidad taiwanesa y en la isla se dedica a visitar a los enfermos en los hospitales. El pobrense es, además, médico, aunque no ejerce como tal.