Domingo Erviti: Un caballero dentro y fuera de las canchas

Jose Manuel Jamardo Castro
j. m. jamardo RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

MARCOS CREO

El pamplonica jugó como profesional durante diez años en el Osasuna, Celta, Córdoba y Racing de Ferrol

08 dic 2019 . Actualizado a las 05:10 h.

Domingo Erviti Larumbe (Pamplona, 1942) iba para figura del fútbol. Jugó en varios equipos españoles y llegó a disputar varios partidos en Primera División, incluso contra el Real Madrid. Pero el destino es muy caprichoso. Tres inoportunas lesiones en momentos clave de su carrera deportiva acabaron con sus ilusiones de llegar a lo más alto. A pesar de esos contratiempos, el fútbol sigue siendo su pasión. Es su vitamina, su válvula de escape. Con sus 78 años a la espalda, todavía se sienta en los banquillos para dirigir al Kir’s-Tres Catorce de fútbol de veteranos.

A pesar de su acento, Erviti es un boirense más. Llegó hace unos 35 años a la localidad barbanzana por casualidad. «Estaba entrenando al Arosa y me llamaron para trabajar en Recaudación. Era cerca y acepté. Era joven y me quedé con mi familia. Acerté en mi decisión. Me aceptaron estupendamente y nos integramos perfectamente en la comarca».

Domingo Erviti es un auténtico caballero tanto dentro como fuera de las canchas. Por su profesión recorrió casi toda la comarca, pero también como entrenador. Es muy conocido, aunque lo más importante, es que es muy querido ya que se ha granjeado el cariño de muchas personas ligadas a su trabajo y a su labor como entrenador.

El fútbol entró tarde en su vida. De chiquillo jugaba al balón en el colegio de frailes en el que estudiaba en su Pamplona natal. Con 15 años fue cuando empezó a interesarse por este deporte. Fichó por el Iruña de su ciudad natal. Marcar goles era lo que más le apasionaba y su puesto era de delantero centro. Su facilidad para perforar las porterías rivales le llevó a la selección de su comunidad y de ahí a la nacional. «Jugué en la selección española de juveniles. Acudimos a un europeo en Portugal y cuando iban jugados solo veinte minutos del primer partido, me lesioné». Un contratiempo que le cortó su primera progresión.

El Osasuna fue su siguiente escalón y su primera gran oportunidad en el fútbol, pero «tenían un equipazo de miedo y me cedieron al Numancia de Tercera División». Al año siguiente le dieron la carta de libertad y puso rumbo a Vigo. En la ciudad olívica pasó un año. «El entrenador me cambió el nombre. Me dijo que me llamarían Domingo pues Erviti era parecido al del torero El Viti y me comentó que sería un cachondeo. Y así fue, me conocían como Domingo».

Estuvo una temporada, en 1964, y anotó cuatro goles. El servicio militar cortó su progresión y tuvo que cumplir sus obligaciones en Zaragoza, donde estuvo a punto de fichar por los maños, pero era la época de los Cinco Magníficos y recaló en el Calvo Sotelo. Le faltaban dos meses para acabar la mili y fichó por La Ponferradina. «Tenía que ir en tren hasta Ponferrada desde Zaragoza. Toda una noche de viaje». En ese equipo fue el máximo goleador, con 28 tantos: «Fue una campaña espectacular», recuerda.

Un momento difícil

Su gran momento le valió para incorporarse al Córdoba que militaba en Primera División. Al terminar la primera temporada en el conjunto andaluz, se lesionó de gravedad en un amistoso, la temida tríada. Otra vez el infortunio le jugó una mala pasada. Al año siguiente, en 1968, apenas pudo demostrar su valía. Ferrol fue su último reto a nivel profesional. «Fui muy feliz y disfruté mucho». Con 29 años y en el último partido del campeonato de Segunda División recibían al Deportivo. Los coruñeses necesitaban la victoria para ascender. Una fuerte entrada de un rival acabó con sus huesos en el hospital. «Los médicos fueron muy claros, tenía que dejar el fútbol».

Fue un palo muy duro. Sin embargo, tenía el gusanillo en el cuerpo y quería seguir ligado al fútbol. Sacó el título nacional de entrenador y el Meirás fue su primer equipo. Le seguirían el Arosa, con el que ascendió a Segunda B, y después su periplo por diversos equipos de Barbanza entre ellos Boiro, Puebla y Noia.

Recuerda con mucha nostalgia sus tiempos de futbolista profesional. Eso sí «no ganábamos lo que cobran ahora. Como mucho, para pagar la pensión y subsistir». Los desplazamientos tampoco eran moco de pavo: «Ir a jugar a Andalucía con el Ferrol eran tres día en la carretera, toda una odisea». Erviti sigue mamando fútbol. En los banquillos, en las tertulias, o simplemente mirando partidos. Es su pasión..