Forjado en el club de atletismo noiés, se proclamó campeón nacional de media maratón con plaza mundial
22 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.La historia de Tariku Novales Quinteiro (Noia, 1998) comenzó en Etiopía, pero fue en la localidad noiesa de Miñortos donde realmente echó a andar a los seis años. Aquel chico inquieto y frenético que tanto pintaba como tocaba el violonchelo en el conservatorio halló en el seno del Club Atletismo Noia (CAN) una pasión, disfrutando de las distintas disciplinas. Hoy sigue amando el deporte de la misma manera, pero lo hace después de haberse proclamado campeón de España de media maratón, en su segunda participación, con un tiempo de 1:2,34 y las mínimas para el mundial y el europeo.
«Mi experiencia fue inmejorable en el CAN. La relación que tengo con Luis [Sanmartín] es muy importante para mi. Gracias a él estoy logrando en parte todos estos triunfos a nivel nacional e internacional», destaca el joven atleta de su primer entrenador al que le agradece una formación con sesiones que primaban sus cualidades sin forzarle y sin «quemar etapas». El tiempo demostró que no le falta razón.
Como benjamín ya se hacía con el récord gallego, pero fue como cadete donde vivió el primer gran paso. Se encontraba en Oviedo con el combinado autonómico en su primer nacional en los 3.000 metros, donde hizo una primera carrera que le relegó a la final B. Cuando su técnico ya tenía el equipaje listo y «prácticamente el motor del coche en marcha para volver a casa», Novales sorprendió a todos colgándose el bronce.
Un futuro prometedor
En ese momento comprendió que podía mirar alto. Corría el 2014 y el corredor se estrenaba como juvenil, y por lo tanto, con opciones de competir internacionalmente. Se quedó a las puertas de los Juegos Olímpicos de la Juventud en los 1.500 metros, una prueba poco trabajada para él, pero al año siguiente ya estaba cruzando el charco hacia Colombia para correr los 3.000 metros en el mundial. Llegó como el 40, pero acabó mucho más arriba: «No todos los días puedes decir que eres duodécimo del mundo».
Ese mismo invierno, llegó su verdadero punto de inflexión, enfrentándose a rivales que le sacaban hasta tres años para acceder al europeo de crós. Lo hizo y con sus compañeros lograron el cuarto puesto por selecciones., pero no solo eso. Allí compartió filas con los que habían sido sus referentes, vital en su maduración como atleta. Como júnior, el primer año fue bastante esperanzador, pero una serie de contratiempos lastraron su preparación y se quedó a dos segundos de la mínima del mundial, en los 3.000 metros obstáculos, pero solo había disputado esa prueba días antes en Vigo para hacerse con la mínima para el campeonato de España: «Fue importante para mí, pues aprendí qué es quedarte a las puertas y cómo gestionarlo».
En la capital de España
Su llegada a la residencia Joaquín Blume en Madrid, donde también hizo la carrera universitaria de INEF, estuvo marcada por la ilusión, pero una vez más tuvo que capear temporales. Allí vivió su primera lesión y perdió más de seis meses de entrenamiento, pero gracias a su actual fisioterapeuta, Ángel Basas, logró superarlo: «Mentalmente me fortaleció y aprendí a disfrutar del mero hecho de correr». No solo a nivel psíquico, o eso se desprende de su increíble papel en los 5.000 metros del selectivo, donde pulverizó su marca personal, firmó la mínima para el de España y hasta la del sub-23 que no podía disputar por edad.
«En el de España hasta dormí la siesta, no podía creerlo», recordó Novales, que sí, arrasó e hizo lo propio en la siguiente parada, el europeo en el que fue subcampeón. En el 2018, como sub-23 no dejó de morder oros nacionales y en su primer europeo de crós en esta categoría, el combinado fue tercero.
No obstante, fue la pasada temporada la que lo cambió todo, en su debut en la media maratón. Sin haber realizado ningún entrenamiento específico y siguiendo con cautela al grupo de cabeza, acabó colgándose la plata: «Fue una sorpresa y la consagración de saber que mi futuro está en la maratón». El pasado febrero volvió a reponerse de múltiples molestias para encontrarse en un curioso escenario; desde el primer metro era el líder en solitario. «Solo dejé de mirar atrás», sentencia el joven atleta, como si fuese una metáfora de su vida.