Javier Expósito: «Para proyectar un museo del grabado en Artes hace 25 años hay que estar muy loco»

María Xosé Blanco Giráldez
M. x. Blanco RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

MARCOS CREO

Poner en marcha el taller internacional de estampación es el próximo reto a cumplir

14 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace dos décadas abría sus puertas en la parroquia ribeirense de Artes, para sorpresa de propios y extraños, un museo único en España. Las instalaciones se estrenaban, nada menos, que con una exposición de obras de Dalí y Goya, despertando, lógicamente, una curiosidad e interés que se han mantenido a lo largo de los años. A estos nombres se han ido sumando otros, los de los artistas más relevantes del mundo, mientras la pinacoteca añadía una biblioteca de libros ilustrados y un taller de estampación. Detrás de un proyecto de esta envergadura solo podía estar un apasionado del arte, un amante del medio rural y un soñador. Ese es Javier Expósito (Noia, 1948), el rostro que se esconde tras el Museo do Gravado.

—Han pasado 20 años, ¿qué balance hace?

—Han pasado 20 años desde que el museo abrió sus puertas, pero el proyecto nació antes. El balance es muy satisfactorio, sobre todo después de tantas dudas.

—¿Dudas por la ubicación de las instalaciones en el medio rural?

—Al principio no tuve dudas, porque yo quería una ubicación en el medio rural, pero surgieron después, porque tuve la impresión de que era una idea poco comprendida. Por fortuna, fue tomando forma y añadiendo iniciativas de carácter internacional, como el Premio Atlante.

—¿Qué lo llevó a construir este museo?

—Como todo coleccionista, el primer objetivo era darle visibilidad a las obras, no dejarlas olvidadas en cajones. Luego ya fueron surgiendo otras necesidades, como la biblioteca, para ordenar y catalogar los libros ilustrados, o el taller de grabado, para difundir una técnica que sigue siendo la gran olvidada.

—¿Están ahora disipadas todas las dudas?

—Sí, porque ahora el museo tiene reconocimiento y cuenta con el apoyo de las instituciones, pero llegar a este punto no fue fácil. Para proyectar un museo del grabado en Artes hace 25 años hay que estar muy loco, hay que creer en esto, tener ilusión y seguir siempre hacia delante.

—¿Cuál es entonces el próximo paso a dar?

—Como buen soñador que soy, nunca me doy por vencido. Tengo claro que voy a seguir coleccionando y poniendo encima de la mesa nuevos proyectos. De momento, quiero culminar la escuela internacional de grabado. Espero que imparta los primeros cursos en diciembre. También seguiré rellenando los huecos de la biblioteca.

—Pero hace unos años hablaba de la necesidad de contar con un segundo museo...

—Cuando el depósito de fondos está repleto, como ocurre actualmente en el museo, es una idea lógica. Ya me gustaría ir a por ese segundo museo. Aunque la edad no me vence, creo que es ya un reto que deben asumir las próximas generaciones.

—A lo largo del camino recorrido, ¿en qué momento se ha sentido más orgulloso?

—Mi mayor ilusión es cuando escucho hablar de Galicia y de mi proyecto en un medio rural. Haberle dado vida a este museo en Artes es un gran orgullo. Tengo que agradecerle a mis padres el cariño que me inculcaron por la tierra.

—¿Repetiría entonces la elección?

—Los cabezotas nunca damos marcha atrás. En otra vida volvería a hacer lo mismo. Mi única queja es quizás porque este museo se sigue conociendo más fuera de Galicia e incluso en Europa que aquí.

—Dice que la edad no le pesa, pero teme por el futuro del museo?

—No, porque mis hijos se van implicando poco a poco en este proyecto. El mayor ya entró a formar parte del patronato. Este órgano ha sido siempre un gran apoyo para mí, con personas como Ramiro Carregal Rey, Pepe Silveira, Emilio Santasmarinas y todos aquellos que contribuyen en la fundación. Mis hijos no tienen la afición que tengo yo por el coleccionismo, eso no se hereda, pero entienden mi sacrificio para que el museo esté aquí en Artes y seguirán adelante con mis iniciativas.

«Coleccionar es como fumar, engancha y es difícil de dejar»

Aunque no todas las obras han sido expuestas al público, el depósito en el que se guardan los fondos del Museo do Gravado de Artes está a tope. Son más de 40.000 las estampas que se almacenan en cajas. Pese a ello, al edificio de Artes siguen llegando periódicamente láminas y libros que Javier Expósito adquiere, fundamentalmente, en subastas.

—¿Qué le lleva a seguir coleccionando?

—Coleccionar es como fumar, engancha y es difícil de dejar. Además, como este vicio no provoca problemas de salud, solo en mis ahorros, pues sigo y estoy encantado de hacerlo.

—De todas las obras que tiene, ¿con cuál se quedaría?

—Al principio tenía mis preferencias, pero ahora le tengo cariño a todo. Eso sí, me encanta la escuela francesa y la expresividad de Dalí. También me fascinan Durero y los artistas surrealistas como Manuel Ayaso.

—¿Hay alguna obra a la que le tenga ganas?

—No siempre se puede conseguir todo lo que uno quiere. En una ocasión no pude alcanzar, por el precio, La pasión de Goltzius y ya nunca más llegué a verla. No todo es llegar y comprar, hay que regatear y en ese proceso, a veces otro se adelanta. Así es el coleccionismo.

—¿No le ha picado nunca el gusanillo y ha pensado en pasar de coleccionista a artista?

—A mí me llena el coleccionismo, ver las ilustraciones y acariciar lo que compro. Creo que cruzar la línea sería un error impresionante, porque las tentaciones muchas veces llevan a la condena. Admiro a los artistas y también a los investigadores de este campo, pero yo quiero y debo mantenerme al margen.

—¿Qué piensa cuando pisa el museo de Artes?

—Le he puesto mucha pasión y cariño a esto. Llevo 50 años coleccionando, que no es broma, y es algo que me llena, como me ilusionó ver el museo repleto en la celebración del vigésimo aniversario. Yo soy un hombre de emociones. Con esto no se gana un duro, solo se pierde, pero se cumplen los sueños de una vida.