
Hoy en día vas a cualquier frutería o supermercado y ves en todos las mismas frutas, manzanas golden, fuji, royal gala, smith, reineta; igual pasa con otros tipos de fruta, pera conferencia, blanquilla, y poco más. Pero yo recuerdo otras variedades que comíamos de niñas, manzanas de San Juan, de tres en cunca, coiro de sapo, peruco, repinaldo, tabardilla, codornos... ¿Dónde fueron a parar todas esas variedades? La globalización hizo que solo prosperasen tres o cuatro variedades muy resistentes, todas perfectas, producidas a gran escala, pero a veces poco sabrosas. A las que yo me refiero no eran todas perfectas, a veces tenían gusano y malformaciones. Nuestras madres y abuelas, a ciertas clases de peras, las cogían un poco verdes y sobre una manta o sobre paja, las ponían en casa a terminar de madurar. Yo ya casi no me acuerdo de cómo eran aquellos exquisitos sabores.
A veces pienso cual sería la rica manzana del árbol prohibido que Eva ofreció a Adán. También pienso de qué clase sería la manzana dorada de la discordia que arrojó Eris sobre la mesa del banquete y que dio lugar a la guerra de Troya. O también me intriga la manzana a la que disparó Guillermo Tell sobre la cabeza de su hijo. Me pregunto además de que variedad serían las manzanas doradas, del jardín de las Hespérides, que proporcionaban la inmortalidad y que Hércules en su undécimo trabajo tenía que robar.
Me imagino la envenenada manzana (quizá por los agroquímicos) que mordió Blancanieves. Otra manzana famosa es la que cayó de un árbol al suelo y, según la leyenda, hizo que el científico Newton gritase ¡eureka¡ y descubriese la ley de la gravitación universal. Mirando mi ordenador pienso en la mordida manzana que tengo delante, me refiero a la de Apple de Microsoft, esta está compuesta por chips para navegar por el mundo digital.
Me gustaría volver a disfrutar de aquellas manzanas antiguas, traídas directamente de la aldea en un cesto de mimbre y vendidas por docenas. Eso era consumo ecológico, de proximidad, y de afecto hacia la vendedora.