Dominga Ces, hija de una enferma de alzhéimer: «Lloro mucho, pero también me río con ella. Hay que tener paciencia»
BARBANZA
La ribeirense ha tenido que convertirse en la sombra de su madre enferma, Rosa García, y solo empezó a ver la luz cuando decidió llevarla a un centro de día
21 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Este domingo, la ribeirense Rosa García Muñiz soplará 85 velas. Lo hará rodeada de sus seres queridos, pese a que casi no reconoce a ninguno. Tampoco es consciente del paso del tiempo y ni siquiera sabe que sufre ese mal que se lleva los recuerdos. Hace ya tiempo que necesita atención prácticamente las 24 horas del día, por lo que su hija, Dominga Ces, tuvo que convertirse en su sombra. Ella, como tantos otros cuidadores, sabe lo duro que es convivir con una persona totalmente dependiente.
Aunque nunca son suficientes, enfermos y familiares tienen hoy a su alcance una serie de recursos que no hace muchos años eran impensables. Las campañas de ayuda, concienciación y prevención también se han convertido en habituales. De hecho, estos con los objetivos del Día Internacional del Alzhéimer que hoy se conmemora. Las iniciativas en marcha contribuyen a aliviar la carga, pero la mochila nunca deja de pesar.
Dominga Ces explica que la primera etapa, esa en la que hay que enfrentarse a la realidad de la enfermedad, es muy dura. En su caso, fue antes de la irrupción de la pandemia cuando percibió que la cabeza de su madre empezaba a descontrolarse: «Tenía problemas para comunicarse y tampoco controlaba los horarios para comer o dormir», explica su hija. Esta decidió entonces llevársela a casa: «Hasta le montamos una jardinera en la huerta para que estuviera entretenida, pero llegó un momento en que no conocía a nadie».
La peor parte llegó con el cambio de carácter de Rosa: «Tenía obsesión por esconder las cosas y después acusaba a mi hija de robarle la ropa y el dinero. Animados por mi hijo, llegamos a hacerle fotocopias de billetes para que se tranquilizara». Se emociona al recordar aquellas semanas tan difíciles: «Se pasaba días enteros sin comer porque no quería, pasaba con leche y galletas».
Luz al final del túnel
Pese a ser consciente de que aquella situación estaba minando su propia salud, Dominga Ces se resistía a llevar a su madre a un centro de día: «Me parecía que era como abandonarla». Al poco de dar el paso ya era consciente de que había cometido un error por no tomar antes la decisión: «Supuso un gran alivio, porque yo no podía moverme de casa ni para acompañar a mi marido, que está casi ciego, a las consultas».
Rosa García empezó acudiendo al centro que Agadea gestiona en Ribeira tres días a la semana, un par de horas cada uno, pero desde este servicio recomendaron ampliar ese horario y pasó a ir a diario, comida incluida: «Fue la mejor decisión que pude tomar, tanto para mí como para ella. Allí está atendida por profesionales, que además me ayudan y me orientan, dándome pautas sobre cómo debo actuar en casa».
Mientras está con ella, Rosa absorbe por completo a su hija: «Hay que estar pendiente de ella en todo momento. Si no le das de comer, no pide; si no le obligas a beber, acabaría deshidratada. Desde el viernes a las seis de la tarde que la recojo en el centro de día hasta el lunes a las diez de la mañana que la dejo prácticamente no salgo de casa».
Aunque es su madre y la atiende con todo el cariño del mundo, reconoce que el trabajo de cuidador llega a ser asfixiante: «Si no fuera por el centro de día, yo no tendría vida». Y aún así, no oculta lo complicado que es afrontar el día a día: «Lloro mucho, pero también me río con ella a veces. Hay que tener mucha paciencia y tratar de llevarlo de la mejor manera posible, asumiendo que es lo que nos tocó vivir».
Los momentos más complicados se producen, según relata Dominga Ces, cuando analiza la situación, compara el pasado con el presente y se hace consciente del deterioro que ha sufrido su madre en pocos años: «Ahora vamos a su casa y ni siquiera sabe dónde está. No reconoce a las personas de su entorno, a los que fueron sus vecinos durante toda la vida. Esas situaciones hacen que se te caiga el mundo encima, que no le encuentres lógica a la existencia de este tipo de enfermedades tan crueles, pero hay que asumirlo».
El centro de día de Ribeira cumple 13 años ayudando a sus 35 usuarios
De lunes a viernes, Rosa García pasa acude al centro de día de Ribeira, un servicio que este mes cumple 13 años abierto. Está gestionado por Agadea y dispone de 35 plazas ocupada tanto por personas que sufren alzhéimer como por usuarios con otro tipo de demencias neurodegenerativas. Las instalaciones suponen un recurso asistencial para los pacientes, pero también constituyen un respiro para las familias.
Una vez e el centro, los usuarios pasan las horas entretenidos con diversas actividades, entre las que figuran terapias de orientación y realidad, propuestas relacionadas con la historia de sus vidas, sesiones de estimulación cognitiva, entrenamiento de las destrezas motoras, gimnasia específica y práctica de las acciones de la vida diaria.
A mayores, los pacientes tienen a su disposición una serie de equipos de profesionales: psicólogo, terapeuta ocupacional, fisioterapeuta, educadora social, trabajadora social y auxiliares de enfermería. De forma periódica acuden también al centro una enfermera, una podóloga y una peluquera, que atienden las necesidades que presentan las personas que son atendidas en estas instalaciones.
Actos de aniversario
La directora del centro, Laura Somoza, explica que este mes hay más ajetreo del habitual, debido a la conmemoración del aniversario: «Realizáronse varias actividades interxeneracionais con colexios, porque queremos implicar aos nosos usuarios en todos os aspectos da sociedade e tamén consideramos que estes contactos son beneficiosos tanto para eles como para os nenos a nivel emocional».
El martes habrá un acto conmemorativo en la plaza del ayuntamiento, en el que los usuarios del centro de día serán los grandes protagonistas.