Urquiola, Casón, Mar Egeo o Prestige forman parte de las negras sombras de Galicia. Unos cuantos nombres más bien pudieron serlo pero el azar, caprichoso él, no quiso. ¿Qué hemos aprendido de esas situaciones críticas? Pues parece que nada, lo que es desolador. Sobre todo porque Galicia está en esta cornisa de Europa y por delante de ella pasan muchas de las rutas marítimas del océano Atlántico. Pero aún es más desolador ver que la política española y gallega se ha convertido en el arte de lo absurdo y que sus actores, con el consentimiento de la ciudadanía, utilizan cualquier asunto, por grave que este sea, para buscar beneficio propio o partidista en vez de ayudar a resolverlo.
No tiene otra explicación el vodevil que vivimos a cuenta de la pérdida sufrida por el carguero Toconao de varios contenedores. Uno de ellos, antes de hundirse, dejó a la deriva una cantidad incierta (máximo 26 toneladas) de pélets de polietileno (90 %) y estabilizante UV (10 %), componente utilizado en la fabricación de productos plásticos para evitar o retrasar su degradación a causa de la radiación solar.
Nadie parece tener claros los protocolos, si los hay. La Xunta, que debería liderar las acciones, primero desaparece y luego escurre el bulto. Al Gobierno central parece como si no le importase. Y claro, en ese lodazal los apocalípticos comparando este accidente con el vertido del Mar Egeo (una auténtica barbaridad), algunos patrones mayores diciendo burradas galácticas, tertulianos pontificando…
En resumen, ¡de los hilillos a las bolitas y volveremos a tirar cuando el azar diga que toca!