Una casa del siglo XIX en Carnota convertida en un «co-living»: «Vinimos tres veces y la compramos»

BARBANZA

Una pareja de alemanes adquirió la propiedad el pasado mes de octubre
25 mar 2024 . Actualizado a las 18:08 h.Trabajar entre rascacielos no es tan atractivo como lo pintan las protagonistas de Sexo en Nueva York. Entrar a la oficina a las 8.00 de la mañana y salir a las 15.00 con el tiempo justo para coger el metro y esperar a los niños a la salida de clase no es una rutina con el suficiente encanto como para afirmar que todo el mundo la escogería.
Si bien es cierto que las zonas rurales, sobre todo en el caso de Galicia, van perdiendo poco a poco población, tampoco se puede negar que existe un cierto flujo de personas que están migrando a las aldeas en busca de la tranquilidad que no pueden ofrecer las grandes urbes. Un ejemplo de esta tendencia son Jörn Gropp y Dorothea Drichtl , una pareja de alemanes que se enamoró de Carnota nada más pisarla por primera vez.
El marido explica que sus aventuras por tierras gallegas empezaron a finales del año pasado, cuando descubrieron la belleza natural de este territorio en un viaje de placer: «Vinimos tres veces y la compramos, podíamos sentir la energía de este espacio». Esa valentía a la hora de explorar los llevó a una búsqueda del hogar perfecto que no se dilató mucho en el tiempo, manifiesta el alemán.

Construir un hogar, al final, es como una especie de receta. Primero hay que empezar por lo básico: paredes, tejado, suelo, muebles... y a partir de ahí es cuando viene lo difícil, porque un pequeño desequilibrio podría estropear el plato entero.
Pero no, en el caso de los extranjeros el amor por Carnota y la historia de la propia construcción fueron lo suficientemente potentes como para enganchar a la pareja. El edificio, testigo del paso del tiempo desde hace cien años, fue propiedad de una familia cuyo sustento no era otro que vender algas marinas a los farmacéuticos de la zona: «Los vecinos de la zona nos contaban que de niños venían aquí a intercambiar algas por chocolate».
Planes de futuro
Un tesoro así se disfruta más si se comparte, por eso los alemanes quieren convertir este espacio, en el que están haciendo reformas con la ayuda de algunos amigos, en una vivienda colaborativa. Podría decirse que pretenden convivir con desconocidos, pero afirmarlo taxativamente sería mentir.
Su plan, que aún está con los andamios puestos, es venir a disfrutar de Carnota cada vez que puedan: «Nosotros vivimos en Münich y vamos a conservar nuestros trabajos de allí, pero vamos a venir cada vez que podamos». Por su parte, Dorothea es enfermera en uno de los hospitales de la ciudad y no quiere dejar a sus pacientes y él vive de hacer actuaciones por toda la geografía europea: «Mi mujer es experta en nutrición y va a iniciar un negocio aquí, así ya tiene un espacio en el que trabajar».
El empleo es un factor esencial para la pareja, que a parte de disfrutar del domicilio quiere convertirlo en un negocio en el que dar alojamiento a quien lo necesite y de manera flexible, La idea es que nómadas digitales y cualquier tipo de emprendedor encuentre en la vivienda un lugar donde dejar volar su imaginación mientras comparte experiencias con personas que están pasando por un proceso parecido al suyo: «La casa es un organismo vivo, ya ha estado gente en ella y hemos ido aprendiendo como mejorarla».

La idea inicial, comenta Gropp, es que cada uno de los huéspedes cuente con un espacio privado en el que descansar y trabajar de la manera en la que prefieran. Del mismo modo, destaca que en la casa no va a entrar cualquiera: «Queremos que vengan buenas personas y fomentar una convivencia agradable en el interior».
A parte de la belleza y la comodidad de la construcción, que tiene tres plantas, los alemanes afirman estar encantados con el recibimiento que les están dando los vecinos: «No pasa una semana sin que alguno me traiga algo de comida a casa, es increíble». La casa aún no está a pleno rendimiento, pero ya está generando una comunidad.