Antonio Sieira fallecía a los 90 años, tras toda una vida trabajando en el horno de As Carolinas
16 mar 2024 . Actualizado a las 10:24 h.Se crio al calor del horno, entre barras de pan, empanadas y dulces y, aunque fue a aprender la profesión de mecánico a Talleres Nervión, Antonio Sieira Vidal —al que todo el mundo conocía como Tucho Charlín— siempre quiso seguir la tradición familiar y regentar la panadería que había puesto en marcha su madre en As Carolinas y en la que ahora ya trabaja la cuarta generación de esta saga.
La familia había adquirido la finca donde se ubica la Panadería Sieira Charlín en el año 1884, pero sabían que previamente ya existía ese horno, que puede ser uno de los más antiguos de Ribeira. «Mi abuelo fue carpintero y era mi abuela la que la llevaba. Mi padre estaba trabajando despachando barcos como mecánico motorista, pero como lo podía hacer desde tierra, también quiso echar una mano en la panadería. Así que empezó, y ya no lo dejó nunca más», recuerda su hija Sefi Sieira.
Explica que siempre fue una persona muy trabajadora y, como ejemplo, señala que a pesar de haberse jubilado a los 70 años, todos los días iba al negocio a ayudar, ya fuera contando monedas, ordenando facturas, yendo al banco, o a la gestoría, «era muy ordenado y le gustaba seguir sintiéndose útil».
La caza era otra de sus pasiones, incluso ganó varios premios en competiciones de tiro al plato, y conocía a la perfección el monte y a todos sus animales. Los domingos eran sus únicos días libres y los reservaba para subir a A Curota en compañía de su hija, «porque siempre fuimos los más madrugadores, y me explicaba todo. A veces llevábamos un saco grande y lo usábamos para tirarnos por una piedra enorme que hacía de tobogán», explica Sefi, que define a su padre como una persona muy hogareña, a la que le gustaba mucho dar largos paseos con su mujer, trabajar en la huerta o en la viña, a pesar de que la artrosis le había restado algo de movilidad.
El jueves la Panadería Sieira Charlín despedía a su alma máter.